-¿Cómo nació la idea de armar la muestra colectiva La imagen gráfica: el artista descubriendo?
-Yo empecé en 2010 a hacer un trabajo de enseñanza, a partir de grabados, en el taller de Claudia Anselmi. Comencé por una técnica específica, la de Hayter -es una técnica en la que se mezclan colores con distintos rodillos, de distintas densidades; en fin, es bastante compleja-, y eso fue el disparador. Luego la gente que participa lleva su obra y ahí se analizan las piezas de cada artista durante tres días intensivos, durante los cuales se tienen que olvidar de sus familias, de todo, para estar completamente sumergidos en el trabajo. Eso crea un clima de mucha efervescencia, no sólo en lo personal, sino por qué estás viendo el trabajo de los demás artistas, por lo general nueve o diez personas. Éste fue el origen de la exposición. Yo trabajo mucho con técnicas experimentales de grabado y últimamente no hago ninguna edición, sino que utilizo su lenguaje para obtener determinados efectos que no se pueden lograr con pintura ni con dibujo, y logro obras únicas sobre papel o tela. Utilicé ese concepto en estos talleres, que se fueron dando también en los años sucesivos, hasta hoy. La muestra nació de la idea de juntar artistas que trabajaban con técnicas que incluían al grabado, otros que incluían dichas técnicas sin saberlo, y asimismo grabadores más “ortodoxos”. También estaba la idea de volver a mostrar el grabado en Montevideo, algo que últimamente no se ha hecho presente en el panorama plástico uruguayo.
-Efectivamente, perdió centralidad. ¿En qué estado se encuentra entonces el grabado en el ámbito local, teniendo en cuenta su importancia histórica?
-Tuvo su época de auge en los 60 y 70 -prácticamente en aquel momento todos los artistas, aunque no fueran grabadores, lo utilizaban- y luego se opacó. Más tarde, cuando se decretó la muerte de la pintura y se fortificó una actitud antiacadémica, el grabado empezó a incluirse nuevamente en el espacio artístico, pero mezclado con distintas disciplinas. Aunque, por supuesto, quedaron algunos artistas haciendo sólo grabados, pero pocos.
-Más allá de la técnica del grabado, en la exhibición es central la idea de “imagen gráfica”.
-Muchos artistas que son grabadores no poseen la imagen gráfica y muchos artistas que no son grabadores la poseen: cuando hacen un dibujo o un video son poderosísimos en cuanto a lograrla. Yo considero que la imagen gráfica tiene muchas maneras de vehicularse; creo, por ejemplo, que puede estar impresa, incluso la fotografía para mí es una imagen gráfica, el video, lo virtual, todas ellas son cosas que no tienen nada que ver con la pintura.
-Como decíamos, en la muestra hay varios casos de contaminación entre grabados y otros medios expresivos. ¿Podría dar algunos ejemplos?
-Hay un artista, Gabriel Lema, que ha utilizado una técnica que se llama fotopolímero, que consiste en transportar una imagen fotográfica sobre una plancha. Logró una imagen de un Artigas, reelaborada con Photoshop, muy fuerte. Yo le pregunté por qué no la pasaba a serigrafía y él escaneó el grabado tradicional, lo subdividió en partes y lo imprimió, agrandado, en serigrafía: así logró un mural, partiendo de una planchita pequeña. Otro caso interesante es el de Raquel Bessio, que utilizó los trasmallos de pesca como matriz para obtener distintas formas que se “imprimen” con polvo de mármol, esparcida con un colador de harina, con los hilos del trasmallo que generan dibujos. Entró la imagen digital. Por ejemplo, hay un video de 12 segundos de [Eduardo] Pincho Casanova que recoge distintas impresiones de una plancha de goma eva trabajada anteriormente y que va proyectado en una pantalla que es la misma plancha. Mario Sagradini le dio un giro conceptual, utilizó unos centímetros chinos pegados en la sala, la obra pasa casi desapercibida: la imagen gráfica reside en el hecho de que estos centímetros están impresos en serigrafía. Elián Stolarsky incidió con punta de acero unas planchas de acrílico que, dispuestas a contraluz, proyectan unas sombras, especie de imágenes virtuales. Juan Burgos y Haroldo González utilizaron el collage fotográfico. Alejandro Turell, por su parte, trabaja con insectos directamente “estampados” sobre planchas de cobre luego quemadas por el ácido para crear efectos ulteriores. En fin, la idea era expandir la noción que tiene la gente del grabado como de una incisión de la que tirás 50 copias, pero no se trata de eso: piensa en el pop y en el neodadá, los mismos Warhol y Rauschenberg usaron la serigrafía para hacer piezas únicas.
-Pasando a su obra, en ella la presencia de la naturaleza es fundamental y es fácil apreciar su interés por la ecología, además de la inquietud formal.
-Tengo un interés ecológico y antropológico en mi obra, he viajando mucho en lugares remotos sacando fotos, digitales o no, que luego llevo al grabado e imprimo, y dibujando mucho: la mía es una obra en la que mezclo variadas técnicas y ninguna de ellas prima.
-Es un trabajo con un componente de “compromiso” explícito. ¿Piensa que un arte militante, que tuvo sus momentos de auge en décadas pasadas, sigue teniendo fortuna?
-Hay distinta manera de aproximarse a la obra, hay gente interesada en manifestar una posición exclusivamente política y otras aproximaciones más filosóficas, y otras aun más conceptuales. Yo estoy abierto, sobre todo en este momento en que hay una vastedad de acercamientos al arte que es asombrosa. Lo último que vi de arte politicizado, a nivel de estilo internacional, fue quizá el neoexpresionismo en la Alemania de los 80, cuadros de grandes dimensiones sostenidos por un pensamiento político. Ahora tal vez es en la fotografía y el video donde más existe una preocupación de denuncia de algunas realidades problemáticas; por ejemplo, se puede ver en la atención que muchos fotógrafos dirigen hacia los conflictos bélicos de nuestra época y sus daños.
-Usted vive desde hace mucho tiempo en Estados Unidos. Pensando en términos de tendencias y mercado, ¿se puede todavía considerar el “centro” del arte contemporáneo o la situación es más difusa?
-Creo que sí, se puede. Primero, por la cantidad de artistas de todo el globo que viven allí y luego porque en una ciudad como Nueva York se puede ver prácticamente todo lo que se hace en el mundo en sus museos, galerías y ferias.
-Tal vez es más un centro de atracción que de producción, aunque haya también producción, obvio…
-Es un centro de atracción y exhibición. Si uno se da una vuelta por las galerías y los museos de Nueva York se puede formar una idea de lo que se está haciendo a nivel planetario, con una rapidez e intensidad que Roma o incluso París no tienen. Es un polo de magnetismo para los artistas, muy dinámico, y ahí se vuelve palpable el eclecticismo que caracteriza nuestro tiempos.
-¿Viaja seguido a Uruguay? ¿Cómo juzga su escena artística?
-Sí, vengo mucho acá. Desde un punto de vista profesional creo que el artista uruguayo es muy serio y aprovecha muy bien la información sobre lo que pasa en el arte, una información ilimitada, algo que es increíble. Cuando yo era estudiante de Bellas Artes teníamos que ir a la biblioteca Artigas-Washington para ver algunas revistas con algo sobre arte; hoy abrís la web y tenés respuestas, básicamente, a todo lo que quieras saber. Una herramienta fundamental para el artista de Uruguay. Aquí creo que si bien hay expresiones de estilos foráneos, se ha tratado de mantener -o tal vez se ha dado por casualidad- una huella más personal, más auténtica, a la producción. En Argentina, por ejemplo, los modelos que siguen los artistas siempre han estado presentes de una manera mucho más evidente que acá. El uruguayo siempre conserva características que lo identifican como procedente de este lugar. Finalmente, en general, pienso que es un buen momento para el arte nacional.
-¿En qué está trabajando ahora?
-Estoy trabajando mucho en instalaciones, que también surgen del proceso técnico que viene del grabado. Estoy haciendo mucho papel a mano, con moldes, luego modificado, con lo que hago construcciones. A menudo uso la forma del cono, por ejemplo entre los últimos, algunos hechos de hilos y papeles de figuras de animales. El cono representa muchas cosas: la montaña, la casa, lo cerritos de los indios, donde se hacían celebraciones rituales.
-¿Se van a ver acá?
-Ahora estoy trabajando en una gran instalación en Buenos Aires, en el Centro Recoleta, que aparentemente se va a inaugurar en noviembre de 2014, y acá ya me han ofrecido lugares para armar también una instalación, así que probablemente lo haga.