-¿Qué significan 30 años?

-Los 30 años son una excusa para juntarse con gente con la que has tenido que ver musicalmente en todo este tiempo. En realidad yo empecé un poquito antes, son los 30 años del disco de Travesía Ni un minuto más de dolor (1983), que fue la primera vez que se grabaron canciones mías.

-En una familia de padres músicos debe ser difícil determinar cuándo arrancaste

-Claro, arranqué de chica, eso sí, la primera vez que entré en un estudio de grabación tenía 4 años, fui con mis hermanos Alberto y Daniel -los dos menores aún no habían nacido- y mi madre, a la que se le había ocurrido regalarle un disco para el cumpleaños a mi papá. Fue en el viejo estudio Sondor, mamá tocaba el piano y nosotros cantábamos.

-¿Eso era común o virtud de las familias musicales?

-No era para nada común, pero en mi familia la música siempre fue algo natural. Grabamos cuatro canciones y salimos con un disquito, lo que se consideraba un EP.

-¿Recordás qué cantaron?

-Sí; yo cantaba una zamba, canciones que nos enseñó mamá. Daniel tenía tres años, todavía no hablaba del todo bien, Alberto tenía cinco y cantaba una que se llamaba “Hacen los Patos”.

-Volvamos a los 30 años...

-Capaz que hay algo, el número tres siempre es importante, he tenido grupos de tres; Travesía, Las Tres, hace diez años hice un espectáculo que llamé “20 años no es nada”, pero ahora ya no podría decir eso... ¡es un montón de tiempo! Son 30 años como autora.

-¿Qué edad tenías cuando enseñaste al público tus primeras composiciones?

-Tenía…30 -lo estoy descubriendo, juguemos a la quiniela-, empecé tardíamente, siempre toqué con gente menor, salvo Alberto, Mateo y la generación de los Fattoruso. Por lo general se arranca de adolescente, pero yo estaba más volcada al estudio de piano y cantaba en el coro que tenía mi padre. Mis hermanos tuvieron su grupo “beat” cuando adolescentes, pero nosotras las mujeres no teníamos acceso a eso tan importante, que era tocar canciones de los Beatles.

-Después tuviste tu momento roquero al formar parte de Níquel, aunque eso ya fue a mediados de los 80, pero antes Travesía aparece como uno de los primeros grupos locales formados en su totalidad por mujeres

-Es verdad lo de Níquel, en cuanto a Travesía creo yo que fue de los primeros, la particularidad que tenía era que éramos tres mujeres que hacíamos todo, arreglábamos, cantábamos y tocábamos. Éramos también intérpretes, Mariana (Ingold) estrenó su primera composición en la presentación del disco en el Teatro Circular, se llamaba “Cara a Cara”.

-¿Cómo fue recibida esa mirada femenina en aquella escena?

-Estaba bueno, fue bastante natural, es cierto que una vez un colega me dijo “vos componés tan bien como un hombre”, aunque siempre lo entendí como un elogio gigantesco, si bien era tremendo lo que había dicho. Pero más allá de esa broma, debo decir que siempre me reconocieron mucho como autora los colegas. Siempre me preguntan por una supuesta discriminación que yo nunca sentí.

-Dentro de la faceta de compositora has musicalizado textos de otros artistas. De hecho, en Pies Pequeños lo hacés sobre textos de Mauricio Rosencof ¿Cómo decidís cuándo escribir y cuándo musicalizar?

-En principio hacía músicas, las primeras canciones que hice -que están incluidas en este show- eran con letra de Darnauchans. Él me daba habitualmente letras y por suerte siempre se me ocurrieron músicas, después participé de unos talleres de composición que dictaba Coriún Aharonián, por los que pasó muchísima gente. No eran específicamente de composición, pero sí de abrir un poco la cabeza, eran tiempos complicados y era difícil el acceso a la información, y él tenía una gran discoteca. Allí como ejercicio se musicalizaban algunas poesías. Luego conocí a Jaime (Roos) -cuando él quiso que Travesía grabara en su disco Siempre son las cuatro la canción “Quince abriles”. Fue a mi casa a un ensayo a mostrarnos la canción y nos pidió que le mostráramos algo, entre otras canciones apareció la que después fue “Carbón y sal”, que tenía otra letra y él me pidió para reescribirla. También me insistió para que me animara a escribir mis letras, y la primera que me salió fue “Andenes”…creo que no me quedó ninguna tan buena como ésa. Así que fue un poco a impulso de Jaime que me empezaron a salir canciones en letra y música.

-¿Cómo se viste musicalmente una poesía? ¿Tenés la libertad de editarlas?

-Un poco sí. Cuando hacés una poesía tenés una libertad que se acota en una letra de canción. Con las poesías de Rosencof que utilicé en Pies Pequeños hice algunos retoques mínimos, algunas cosas las moví para que fluyeran mejor con la música. Podés buscar un sinónimo, acortar una frase o quitarla. Con las de Mauricio me pasó de sacar algún diminutivo, ya que al cantarlos no quedan tan buenos como escritos. Las canciones que compongo con letras ajenas son finalmente como las que compongo en letra y música. El proceso creativo es diferente, pero al final son iguales.

-¿Cuando lo decís vos y cuando lo dice el otro?

-Lo dice el otro cuando lo hace mejor que vos, pero ahora casi nadie es intérprete, cada uno tiene que hacer sus temas, cosa que no me parece mal en principio, que todo el mundo haga lo que quiera y cuanto más hagan mejor. Ahora... lo que sí me parece mal es que no haya ninguna autocrítica y que todo salga a la luz. Yo he hecho millones de cosas que nunca jamás se las voy a mostrar a nadie. Ahora no hay filtro, escuchás algunas cosas que a mí me daría vergüenza. Es que hay un acceso tan fácil a través de internet a que todos lo sepan y que si tenés suerte te vean muchos, que eso también hace perder un poco la perspectiva. Nosotros para hacer un disco teníamos que hacer todo un trámite, que el estudio, que el sello y que no sé cuantos, entonces capaz que naturalmente se daba un proceso de selección y rigurosidad, del que ahora hay muy poco. Ahora todo es arte, todo pasa y todo es efímero, entonces no importa mucho, la subo hoy y mañana subo otra y así. Por supuesto que siguen existiendo los grandes compositores y los grandes artistas, pero a nivel masivo hay cosas lamentables, sin mucha virtud de nada. Todo vale lo mismo. Además, la vida se ha vuelto un espectáculo en el que si no te mostrás parecería que dejás de ser, entonces cuanto más muestres mejor. Igualmente, a lo largo del tiempo las cosas que van a quedar son las que están bien y las otras se irán por la alcantarilla.

-¿Hay un tiempo para hacer y mostrar?

-Hay una edad para ser más inconsciente y hacer cosas que más adelante no harías. Cuando sos más gurí te llevás todo por delante y tenés tiempo para equivocarte todo lo que quieras, y si hacés cosas de las que luego te arrepentís no importa, incluso, todas sirven de experiencia. Yo ahora tengo que cuidar las cosas que hago. Hay cosas que no voy a hacer. Ahora hay muchas más posibilidades de acceder a otros mercados que antes. Si en la época de Las Tres hubiese existido lo que hay ahora podríamos haber ido a Argentina, Méjico etcétera; creo que ahora perdimos el tren. Ahora es bastante más fácil; si pensás nada más que en los números, ¡era tan ridículo lo que se cobraba por un show! Y eso cambió. Los que cobraban 1.000 dólares hace 20 años ahora cobran 20.000. Recuerdo que un músico por tocar en un boliche cobraba 20 dólares; ahora no va nadie por esa plata. Las cosas cambiaron mucho, no había agentes de prensa, manager, productores, hacíamos todo nosotros. Ahora las bandas tienen diseñador web antes que canciones.

-Hablando de cambios, cambiar de productor es algo bastante común, pero Pies pequeños es el primer disco de tu carrera en el que Jaime Roos no es el productor.

-Es verdad, se dio naturalmente porque hace mucho que trabajo con Fabián Marquisio, pero también es cierto que yo no confiaba mucho en ningún otro productor, estaba medio cegada y era como que si Jaime no producía los discos no podía ser nadie, cosa que era un error, pero bueno, por suerte produjo casi todos mis discos. Quedé muy conforme, me encanta cómo quedó el disco y derribé el prejuicio de pensar que no podía hacer un disco con otro productor. Además te voy a contar algo que no sabe nadie, cuando teníamos el disco casi pronto y sólo faltaban agregar algunas voces, se borró todo, lo perdimos, y tuvimos que hacer todo de nuevo. Pero al volver a grabarlo agregamos algunas cosas y quedó mejor, más allá de que repetimos los arreglos. Me resultó muy interesante hacer un trabajo tan compartido, ya que antes sólo participaba tocando y cantando y Jaime se encargaba del resto.