Desde hace varios años las críticas al sistema educativo uruguayo han dirigido sus dardos a la enseñanza secundaria. La violencia, la conflictividad docente, el comportamiento de los estudiantes han pasado en distintas etapas por la lupa difusa que busca explicarlo todo, se han gastado caudales de tinta y ha ocupado mesas redondas, análisis politológicos, economicistas y periodísticos.

La novedad del día de hoy es la publicación de los índices de repetición en la enseñanza secundaria pública. [Pedro] Bordaberry llama a la urgencia de volver a la educación por áreas y establecer administración privada de los liceos públicos, [Jorge] Larrañaga reclama la destitución de las autoridades políticas del CES y [Jorge] Gandini anuncia que viajará tres días a estudiar el modelo finlandés. Desde el Frente Amplio, los mensajes en torno a este tema tampoco han sido los más claros y concretos. Y el aporte de los sindicatos no es por lo menos el mejor.

La primera pregunta que podemos hacernos es qué quiere decir REPETICIÓN. Por lo que surge de las estadísticas, es la diferencia entre los estudiantes que se matriculan en un curso y los que promueven al siguiente. Para que eso suceda se debe dar una serie de requisitos reglamentarios y académicos: pasar de año requiere de un aprendizaje que implica un esfuerzo del estudiante, una enseñanza por parte de los docentes, un acompañamiento de las familias y una asistencia regular a los cursos, que permita la asimilación de los conocimientos. Eso quiere decir que para que un alumno o alumna pase de año debe haber cumplido con esos elementos. Si no lo hizo, el sistema tiene una instancia final, conocida con el nombre de “prueba final”, previa a los exámenes, en la que los estudiantes tienen la posibilidad de aprobar el curso, y de no hacerlo, pueden pasar de año “debiendo” hasta tres materias que pueden aprobar durante el año siguiente o “acreditarlos” en trabajos planteados por el docente del nuevo curso. Es decir, las posibilidades se multiplican, y a muchos docentes nos da la sensación de que la exigencia se va reduciendo en cada una de estas instancias. Aun así, REPITEN.

¿Se puede explicar esto comparando con Finlandia, pensando en enseñar por áreas o cambiando de planes e improvisando nuevas fórmulas cada tanto? Me gustaría tener una respuesta que fuera tan simple. Mis vivencias dentro de las aulas en liceos de difícil contexto social me han dado pistas para buscar explicaciones que van hacia otro lado.

Por un lado, al igual que lo que sucede en educación primaria, el índice de repetición aumenta en los sectores socioeconómicos más deprimidos. Hemos visto cómo el nivel económico de los uruguayos todos ha mejorado en estos últimos años, pero la exclusión social y cultural generada en años de pobreza no se ha logrado revertir.

En segundo lugar, la repetición no debe confundirse con la deserción: hay estudiantes que en el trascurso del año dejan de asistir o merman su concurrencia por diferentes razones, la mayoría de ellas vinculadas a temas más sociales que académicos (cuidar hermanos, atender la casa, ayudar a sus familias). Habría que comparar el crecimiento de estas cifras a partir de la universalización de la enseñanza media, en la que hay prácticamente consenso político y social.

En tercer lugar, en la mayoría de los casos que conozco hay una relación directa entre el seguimiento de las familias y el éxito escolar: basta ver las asistencias a las reuniones de padres para ver que suelen asistir los padres de los estudiantes que no presentan mayores problemas. Por ejemplo, en un liceo de la zona de Maroñas de ciclo básico en el que trabajé años anteriores, difícilmente asistieran más de tres o cuatro familias de un grupo a ese tipo de instancias, en tanto que en otro liceo de bachillerato, a dos cuadras de allí, asistía más de 70%, aun tratándose de alumnos de quinto y sexto año. Uno podría pensar muy esquemáticamente que “los que llegan” a segundo ciclo son los que tienen el apoyo familiar.

Finalmente, tal vez, antes de pensar en mover planes y programas, en copiar buenos modelos de otros países, sería interesante evaluar las experiencias exitosas que se han hecho en nuestro país. Habría que pensar en mejorar la gestión desde arriba en el sistema, de modo de facilitar el trabajo cotidiano en las aulas. Y lograr consensuar el Para Qué educamos… pero eso sería parte de otro debate.