-Cuando asumió hablaste de darles visibilidad a las mujeres y los jóvenes del medio rural, ¿por qué?

-El tema de las mujeres, y también el de los jóvenes, es un tema que veníamos trabajando desde hace tiempo en Desarrollo Rural. Durante la gestión de Berterreche, este instituto hizo mucho por incluir mujeres y jóvenes. En el ámbito rural es necesario un recambio generacional, porque si ves las directivas de las organizaciones, y en general a la gente del medio rural, la edad promedio es alta. Si queremos promover el asentamiento de la gente en el campo, que se construyan redes sociales y que haya servicios básicos, necesitamos población, particularmente joven. Las mujeres, dentro de la estructura agraria, además de trabajar en la producción tienen un rol fundamental en la cohesión social, en la construcción de esas redes. Si mirás los registros de titularidad de los campos, encontrás que la enorme mayoría son hombres, lo que no es necesariamente cierto, porque muchas veces en las empresas familiares hay cotitularidad. Hay que trabajar para que se vea que hay mujeres tomando decisiones. Como en el caso de los asalariados rurales, las mujeres hacen un aporte importante a la generación de la riqueza en el agro, pero siempre se habla de productores hombres. Hay que verlo también como una cuestión cultural.

-¿Cómo es la realidad de los colonos?

-No es igual en todo el territorio, porque las características de los rubros agropecuarios son diferentes; hay unos que tienen más empuje que otros. Además, la estructura agraria es diferente en el norte del río Negro, donde hay empresas de mayor tamaño y la convivencia con las empresas familiares es distinta, mientras que en el litoral y el sur hay muchos productores familiares, con producciones más intensivas y donde se convive con mano de obra asalariada. Hay productores que tienen mayor fortaleza que otros porque tienen cadenas más articuladas, como en el caso de la lechería. Éste es un rubro de producción muy importante para el país, con cadenas de comercialización muy estables, en las que hay una articulación total entre la producción primaria y la industria. Cuando un grupo de asalariados rurales o un grupo de productores pequeños con escasa capacidad de inversión accede a la tierra, hay que trabajar en el financiamiento de las inversiones que se requieren para que funcione el sistema productivo. Y ese trabajo lo estamos haciendo con otras instituciones que tienen capacidad para apoyar el financiamiento, como la CND [Corporación Nacional para el Desarrollo] o República Microfinanzas.

-¿A cuáles colonos apunta el INC?

-La propuesta de los últimos años del INC es trabajar sobre los procesos asociativos. Entre los colonos de más años, hay más presencia de proyectos individuales, en los que son más claras las dificultades de escala y de inversión. Nosotros estamos convencidos de que los procesos asociativos son la herramienta para continuar el proceso colonizador, porque permiten levantar esas restricciones de escala. Los productores se complementan. Con estos procesos colectivos se piensa el uso de los recursos de una manera más eficiente: la tierra, el trabajo de la gente y las inversiones de capital. En estos casos hay que trabajar sobre la organización del trabajo, la distribución de tareas, sobre cómo funcionan los procesos productivos. Para estos casos se ha hecho un esfuerzo de articular con MEVIR [Movimiento por la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural], con la Dirección General de Desarrollo Rural y con proyectos concretos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca que permitan levantar estas restricciones a la interna de los predios.

-¿Dirías que el rol del INC es básicamente social, o realiza algún aporte a la economía?

-La tierra, además de ser una herramienta de distribución del ingreso, tiene un valor estratégico para el país. Más aun para un país como Uruguay, donde la producción agropecuaria es tan importante. La tierra es el recurso que genera alimentos para la población y tiene que mejorar las condiciones de vida de la gente. Pero además el INC tiene colonos que son referencia a nivel nacional en su rubro, por ejemplo en ovinos, en la caña de azúcar, y que trabajan en predios de colonización. Además, que la gente se pueda insertar en el medio rural, que se mantenga allí y se generen redes entre ellos, también es importante para la economía. Con un campo, el INC da certezas y estabilidad a un sistema productivo gestionado por las familias que se generó a partir de una tenencia privada de la tierra. También creo que la producción familiar es estratégica, al pensar en la soberanía y seguridad alimentaria.

-¿Por qué se eligió la figura del fideicomiso para capitalizar al INC?

-El Instituto se financia con sus propios recursos, con lo que se genera de las rentas que pagan los colonos e impuestos. Ése es el aporte fundamental para la compra de tierras, que permitió que se compraran 38.000 hectáreas. Para este ejercicio nos planteamos una meta de 55.000 hectáreas, y los recursos también saldrán de estos impuestos. El fideicomiso es una herramienta para aumentar el impacto de la compra de tierra y está pensado como una herramienta de financiamiento, pero también es un mecanismo para que el ahorro nacional, las AFAP, aporten a la capitalización del propio Estado. Es una vía para canalizar el ahorro nacional, para que funcione ese mecanismo de redistribución de la riqueza que es la compra de tierras. Además, la tierra da certeza a los inversores. Quien conoce la evolución reciente de los valores de la tierra y los márgenes que están obteniendo los productos agropecuarios sabe que es una inversión segura. Tendría que ser una propuesta viable para cualquier inversionista, y también para las AFAP, que manejan el ahorro nacional. Tenemos un aliado importante en la CND, que es la que tiene las capacidades de gestión del fideicomiso.

-¿Para qué tipo de explotaciones compran tierras?

-Trabajamos sobre los rubros que son el eje de desarrollo de la agropecuaria nacional; de aquellos que son la base de la agropecuaria nacional. El 70% de los productores que están en el registro de productores familiares son ganaderos, pero hemos hecho énfasis en la lechería, que es un rubro estratégico para el país, porque es intensiva en capital. También hay productores hortifrutícolas, pequeños ganaderos que trabajan con campo natural. Pero nuestra intervención tiene que ver con las demandas de tierra que se expresan en ámbitos de participación público--privada y se requieren para llevar adelante algún tipo de explotación. Por otro lado, nos llegan ofertas de tierras que vienen por el artículo 35 de la Ley de Colonización, que dice que si se venden predios de más de 500 hectáreas éstos tienen que pasar primero por el INC. Intentamos responder a las necesidades de los procesos colectivos que se generan y a las demandas concretas para proyectos que sean viables. El INC tuvo etapas. En las primeras se entregaban tierras a promitentes compradores. En esos casos, pagabas todos los años tu renta y llegaba un momento en el que podías ser el propietario del campo. Hay otro conjunto de hectáreas que están en manos de promitentes compradores que pueden terminar de pagar y escriturar. Pero desde 2005 no se entregan tierras a promitentes compradores, ni en propiedad. Estas personas pagan la renta todos los años; nunca van a ser propietarios, pero tienen la certeza de que van a seguir produciendo mientras cumplan con la ley: que produzcan, que residan en el predio y que cuiden los recursos naturales. Si los colonos incumplen alguno de estos elementos, [y esto se comprueba] por medio de un sistema de inspección, pueden dejar de ser colonos. De hecho, esto ya ha sucedido. Ya seas propietario, promitente comprador o arrendatario, todas las tierras están regidas por la Ley de Colonización. Entonces podemos intimar a los que son propietarios a que hagan un uso acorde del suelo, y si no lo hacen, pagan una multa. Hay obligaciones con toda la sociedad, por el aporte que ésta hizo y que permitió al colono acceder a una renta. Hay responsabilidades que son nuestras, pero también hay responsabilidades del colono.