Tras 20 años de desencuentros, los países que integran la Organización Mundial del Comercio (OMC), máxima instancia multilateral en la materia, alcanzaron el viernes el primer acuerdo global. Luego de tres días de intensas negociaciones, se consiguió acordar un paquete conocido como Doha Light que comprende un compromiso de reducir subvenciones a las exportaciones; la ayuda al desarrollo, que prevé una exención creciente de los aranceles para los productos procedentes de los países menos desarrollados, y la facilitación de intercambios, que pretende reducir la burocracia en las fronteras. Pero más que ese logro concreto -cuya referencia se omite en muchas notas de prensa-, el acuerdo supuso un salvavidas para la cuestionada credibilidad de la OMC, dirigida por Roberto Azevêdo, un diplomático brasileño de 57 años que celebró el trato diciendo que “por primera vez en nuestra historia, la OMC ha cumplido realmente”. Los números nunca faltan y en este caso se dice que el acuerdo se traducirá en un aumento del comercio internacional por 1.000 millones de dólares y se crearán 21 millones de nuevos empleos. Sin embargo, su real importancia radica en haber salvado la instancia multilateral en un marco de proliferación de acuerdos bilaterales y regionales.
El entendimiento se cerró luego de que en la noche del jueves 5 todo parecía encaminarse hacia un nuevo fracaso, porque el gobierno de India se rehusaba a dejar de subsidiar a sus pequeños agricultores, insistiendo en que la medida tendría un impacto social desastroso en un país con 600 millones de pobres, donde el milagro consiste en asegurar la alimentación diaria.
Finalmente, Europa y Estados Unidos aceptaron que India (y otros países emergentes) mantuvieran los subsidios agrícolas en aras de la seguridad alimentaria, postergando la búsqueda de una “solución definitiva”. En contrapartida, India se comprometió a no aplicar los subsidios a nuevos productos. A su vez, Estados Unidos y Europa podrán seguir negociando acuerdos bilaterales y regionales de libre comercio.
El gobierno de Brasil, interesado en que la gestión de Azevêdo no fracase apenas comenzada, abandonó una serie de demandas históricas y se apartó de otros países emergentes considerados “radicales” para ámbitos de facilitación del comercio como la OMC, entre ellos, Argentina.
Si bien la sobrevivencia del ámbito era el motivo de celebración, también es cierto que el tema más sensible y que se viene discutiendo desde hace 12 años -los subsidios a las exportaciones agrícolas que hacen los países ricos- sigue sin registrar avances. En 2005, la OMC acordó que serían eliminados a fines de 2013 y el plazo se encuentra prorrogado en forma indefinida.
Pedro Camargo Neto, ex negociador brasileño en la OMC, comentó que quitar este tema de la mesa fue un error. Camargo Neto dijo que “el acuerdo es malo para la agricultura”. “Brasil abandonó su lugar de líder agrícola de los países en desarrollo optando por ser el facilitador del consenso de Bali. Ahora Brasil es el niño lindo de Ginebra”, acusó. Para Camargo Neto, además de India, los países desarrollados fueron los vencedores, porque lograron que se facilitaran los negocios y además podrán continuar con la “agenda paralela de grandes acuerdos regionales y bilaterales”.
El texto final apenas menciona que los países concuerdan en mantener el tema de los subsidios de los países desarrollados en agenda cuando la OMC retome las negociaciones en 2014. Además, la falta de acuerdos de fondo entre los países ricos y las grandes economías emergentes como China e India, mantiene al resto sin encontrar soluciones a los temas de siempre.