Hace 11 años que el Centro de Fotografía (CdF) estrenó su primera exposición, si bien sus orígenes se remontan a cuando la Comisión de Festejos de la Intendencia de Montevideo (IM) contrató al fotógrafo Carlos Ángel Carmona. Hoy no sólo tiene un archivo, un centro de investigación y galerías a cielo abierto -en el Parque Rodó, el Prado y la Ciudad Vieja- sino también talleres y jornadas, programas barriales, publicaciones variadas y un programa en Tevé Ciudad. Este mes inauguró la apertura del ex Bazar Mitre (18 de Julio 885), edificio de cinco plantas dedicado de manera exclusiva a la preservación, exposición, investigación y difusión fotográfica.

Daniel Sosa, director del CdF, dijo a la diaria que el traslado al Bazar fue algo muy importante, sobre todo por los distintos apoyos que han recibido. “Más allá de que todo lo público siempre da mucho trabajo, hemos logrado que se concrete la mudanza al edificio, un deseo que teníamos de hace mucho tiempo. Éste es uno de los mejores lugares de Montevideo; pasamos de un lugar escondido y chico a uno céntrico y visible. Al estar semiabierto el flujo de turistas es importante; se suma a la posibilidad de ventas de fotos y publicaciones, facilitando el acceso y la producción de cosas nuevas. Incluso, si todo sale bien, éste será el primer edificio público en estar certificado. La idea es que antes de diciembre del año que viene se concrete toda la reforma [hasta ahora se encuentran inauguradas las salas de exposiciones del subsuelo, además del primer y segundo piso]”, dijo Sosa.

Este período de expansión en el que se encuentra el equipo del CdF implica varios cambios de funcionamiento interno. Con respecto a esto, el director dijo que el bazar posibilitará realizar varias actividades como centro de formación a nivel regional, en cuanto a conservación, documentación y digitalización. “Parte de lo que estamos intentando montar en uno de los pisos del edificio es un espacio dedicado a la conservación, documentación y digitalización, que por las noches funcione como centro de formación y de día se pueda utilizar para nuestro trabajo diario. De este modo, los estudiantes de la noche tendrán durante el día un espacio de práctica, ya que en los talleres hemos comprobado que esto es sumamente necesario”, puntualizó Sosa.

En la actualidad, el equipo de CdF cuenta con 30 integrantes, 20 de los cuales son funcionarios y diez son pasantes, a los que se mantendrá por considerar que su experiencia generada en historia y archivología resulta útil. “Esto genera gente especializada -dijo Sosa-, dentro de los que se encuentran fotógrafos, personas que trabajan en consevación, archivólogos e investigadores en historia”. Según el director, esto es lo diferencial y lo que ha posibilitado que el CdF crezca de una manera tan rápida, más que nada al superarse y asumir las dificultades generadas por el hecho de que no exista una formación específica en ninguna de las áreas, para que las que contribuyen de manera constante, ya que tratan de generar una difusión ininterrumpida de todo lo que aprenden en el proceso.

Modelo latinoamericano

El CdF se ha convertido en un centro de referencia a nivel regional. Sobre esto, Sosa cuenta que los espacios que tuvieron para crecer fueron importantes, como también el apoyo de personas con mucha experiencia; por ejemplo, el de Fernando Soria, quien está realizando un taller y colaborando con el armado del edificio, para lo que consultó a la UNESCO, la institución “que más sabe en el mundo de conservación fotográfica. Es una etapa que nos falta, hoy en Uruguay estamos tan desvalidos en información como en formación, por lo que agradecemos todo el apoyo que hemos recibido de especialistas del exterior, que ya han pasado por estas etapas en sus países y siempre han apoyado la causa, más allá de lo que puedan ganar económicamente. Fred Ritchin [investigador y docente estadounidense que vino a las últimas jornadas] ya quiere volver… Varias cosas se van vinculando y dejando sedimento para ser aprovechadas, no por el CdF sino por el medio”.

Consultado sobre el estado de conservación de las demás instituciones públicas, Sosa dice que no tienen la potestad de intervenir en las condiciones adecuadas de otras instituciones, aunque cada vez que vienen especialistas del exterior se los lleva a esos espacios para que se establezca un intercambio directo. “Sobre todo porque existen patrimonios riquísimos que no estaban cuidados y están empezando a serlo. Lo mismo sucede con la fotografía, que por definición es algo muy frágil y tiende a desaparecer. Esa carrera contra el tiempo depende mucho del cuidado que se le dé”, dijo.

Este año el CdF ganó el fondo Uruguay-México, lo que les permitió invitar a cinco docentes mexicanos que durante una semana impartieron talleres diarios a un grupo de 50 personas, aspecto que Sosa remarca como necesario, ya que considera que falta mucho para que la fotografía sea incorporada a la universidad como estudio formal. En este sentido, una de las actividades principales que desarrolla el Cdf son talleres en distintas instituciones, como el Centro Cultural de España y los Centros MEC. “Todo queda plasmado en una presentación que se realizó el miércoles sobre la certificación ISO 9001 de todos los procesos de trabajo. Nos dimos cuenta de que la certificación era necesaria para todo esto, que es tan aluvional y rápido. Cuando comenzamos a generar una herramienta para poder registrarlo, nos dimos cuenta de que era necesario hacerlo de manera ordenada, sobre todo para registrar los cambios y volverlo útil, de manera que cualquiera pueda acceder a la forma en que desarrollamos los procesos. Y de este modo también tener herramientas para obtener la opinión de los usuarios, tanto internos como externos, repensando y reorganizando lo que estamos haciendo”.

Vínculos sociales

Sosa cuenta que las muestras de las fotogalerías, además de ser un lugar abierto las 24 horas para todo público, se han convertido en un gran impulso para que ingresen nuevas personas al medio fotográfico. “Las aprecian jóvenes que van camino al baile de noche como caminantes distraídos que se cruzan con ellas o gente que va a las inauguraciones de todas las muestras de manera constante”.

A partir de esto, asegura Sosa, ven otros espacios u otras actividades fotográficas, como exposiciones o las propias jornadas de fotografías organizadas por el CdF desde hace nueve años, en las que se discute de forma teórica diversos sistemas de la fotografía. Dice que la idea de las jornadas es que sean diversas y traten distintos enfoques, y que vayan tanto de una propuesta artística como a la presentación de un investigador especializado, porque “es necesario un cruce de miradas, y por eso varía de cómo un autor elige el tema a cómo lo trabaja un investigador”.

Este año contaron con 600 inscriptos, no sólo locales sino también de la región. La novena edición se tituló Después de la fotografía -basado en el libro homónimo de Fred Ritchin-. “Tuvimos la suerte de que un sabio de la fotografía contemporánea como él venga a Montevideo, dé un taller, cure la exposición de la fotogalería del Parque Rodó y abra las presentaciones, donde se generó un espacio de discusión que se puede ver en todo el mundo a través de nuestro sitio”. Esto puede variar desde una discusión teórica sobre qué sucederá con la fotografía en el futuro a cómo se utilizarán en el mundo de las imágenes que vivimos.

Sosa adelantó que el año que viene el tema de la décima jornada será “fotografía y educación”; por un lado tomarán la educación de la fotografía y por otro cómo ésta debería estar incluida en la educación. Con respecto a esto, el CdF desarrolla un programa para niños llamado Fotoviaje, en el que participan más de 3.000 niños al año. El Fotoviaje consiste en un actor -Pablo Tate- que encarna a Carlos Ángel -primer fotógrafo de la IM, a principios del siglo XX-, y él en sí mismo es la fotografía: viaja en el tiempo mostrando cómo fue cambiando la ciudad por medio de fotografías históricas, a la vez que juega con un fotomontaje. La actividad dura una hora y está dirigida a alumnos de tercer año de las escuelas; los cupos se llenan de manera inmediata cuando se realiza el llamado a principio de año. “Acá en el bazar lo hicimos para adultos y también funcionó, además de hacerlos dos veces al mes en locales descentralizados de la ciudad, y una vez por mes en el interior -del río Negro hacia abajo-. Son actividades que van generando un público”, contó el director.

Entre las variadas convocatorias del CdF, este año presentaron un libro sobre las fuentes que utilizaron para el libro Fotografía en Uruguay: historia y usos sociales 1840-1930, que publicaron en 2011. Además, han llevado a cabo un sistema de inscripción que han ido incorporando siguiendo una norma, trabajo que les llevó ocho años y que realizaron con tecnología de la información de la IM. De modo que a partir de ahora cualquiera puede buscar archivos desde su casa, accediendo a imágenes digitalizadas, y, en el futuro, comprarlas desde el mismo sitio. Sosa reconoce que gran parte de la función del CdF es vincular áreas muy diversas, a la vez que se hace notar el uso de la fotografía en la vida diaria, además de brindar servicios a los uruguayos y a los integrantes de la región. Esto se integra a todo el trabajo básico que desarrolla el Centro, como es la conservación de documentación y la digitalización del acervo.

“Todos los que fuimos parte estamos contentos con el proceso-afirmó-. Incluso al compararlo con otros lugares amigos de distintos países, crecimos muy rápido, ya que había un vacío en muchas de las actividades vinculadas a la fotografía en Uruguay. Parte del trabajo del CdF es tratar de que exista un espacio para eso, que va desde el usuario turista, el niño que debe hacer un trabajo para su escuela, pasando por el investigador nacional o internacional, y todo lo que tenga que ver con la fotografía en todo sus aspectos, que son muchísimos y dentro de los cuales nosotros seguimos aprendiendo, sobre todo para que el CdF no caiga en la centralización sino que se vuelva un punto de encuentro”.