El carnaval de Montevideo es una competencia de grupos corales, de baile y teatro populares caracterizada por su longitud (40 jornadas en el Teatro de Verano, con ensayos y puesta a punto de sus espectáculos en unos seis o siete escenarios barriales repartidos en todo Montevideo), y este año, a pesar de las suspensiones debido a la lluvia (o a los pronósticos de lluvia), el concurso oficial de conjuntos de carnaval ya está en su segunda etapa de actuaciones, en la que se elegirán los mejores para actuar por tercera vez en la denominada “liguilla” que, a su vez, permitirá otorgar los premios a los ganadores. Como se sabe, definir el resultado de este concurso particular es tarea de seis personas que otorgan puntos a seis rubros de cada espectáculo: “arreglos corales”, “voces y musicalidad”, “textos e interpretación”, “puesta en escena y movimiento escénico”, “coreografía y bailes” y “vestuario, maquillaje y escenografía”. El jurado (que este año ha sido seleccionado por un grupo de notables entre más de cien postulantes) tiene la imposible tarea de comparar variedades de estilos que responden a gustos y preferencias de grupos muy diferentes de público que convive en las gradas del Teatro de Verano y en los escenarios barriales (escenarios con tanta o mayor capacidad que el Teatro de Verano). De las cinco categorías de conjuntos que participan en el concurso, las murgas siguen concentrando la mayor atención, al menos mediática.

Si hace unos años (digamos unos 50), las murgas compartían más o menos un mismo estilo de actuación, que mantenía cierta relación con el origen social, uniforme y definido de su público, ya no es así. Con la aparición de las murgas identificadas con posturas de izquierda en los 80 (murgas “pueblo”, poco antes y después de los años de dictadura), comenzaron a aparecer propuestas que respondían a un sector de público diferente; tuvieron su momento de gloria cuando la murga Falta y Resto logró sus primeros premios, en 1988 y 1989.

Un poco después, en los 90, otro estilo de murgas se imponía producto de la incursión en el carnaval de técnicos relacionados al teatro y la utilización de arreglos corales menos tradicionales (Edú Lombardo tuvo mucho que ver con esta nueva modalidad). La Gran Siete, Contrafarsa, Asaltantes con Patente, Curtidores de Hongos y A Contramano acercaban nuevos sectores de público a la fiesta. Inmediatamente después llegó el movimiento Murga Joven (con Agarrate Catalina como su exponente más visible) a competir con las consa- gradas, y desde entonces los estilos de murgas, los nuevos y los sobrevivientes, coexisten, conviven y compiten en un mismo concurso. Es decir, hay murgas para todos los gustos, y hoy día ya no es conveniente hablar de las murgas como un conjunto homogéneo de estilos, sino como una multitud de propuestas de difícil unificación, algo notorio en el presente carnaval, del que podemos ofrecer un resumen de lo más destacado que se ha visto hasta ahora.

De lo que se dice y lo que se ve

Conseguir entradas para el Teatro de Verano es una tarea ardua y difícil, pero las buenas instalaciones en los escenarios barriales también permiten apreciar los espectáculos de las murgas, muchas de las cuales interpretan sus actuaciones completas antes de concursar. A quienes les gustan los espectáculos completos de una murga actual se les puede recomendar Asaltantes con Patente, que presenta una propuesta de excelente nivel, y se ha preocupado por juntar en un único espectáculo a excelentes cupleteros, solistas, letristas, arreglador coral y director de coro, que de antemano se sabía que iban a tener destacados rendimientos en el escenario. Ajustándose perfectamente a la categoría (presenta un cuplé basado en las discusiones generacionales de padre, hijo y abuelo, y canción presentación y retirada cantadas con solvencia), Asaltantes con Patente nos brinda la oportunidad de apreciar una murga profesional, preparada específicamente para competir y para ganar el concurso. También Diablos Verdes (conjunto tradicional históricamente asociado a sectores de la izquierda más politizada) presenta un espectáculo divertido basado en un excelente coro (arreglado por el mismo Edú Lombardo) y dos ingeniosos cuplés con amplia participación del público. Esta murga tuvo problemas administrativos y fue castigada con puntos que seguramente afectarán su ubicación final en el concurso, pero vale la pena su espectáculo en general. Dentro de este mismo estilo, podríamos nombrar a La Gran Muñeca, murga con excelente coro que no descuida ninguno de los rubros necesarios para ubicarse en los primeros lugares. A Contramano renovó su integración y presenta un cuplé original protagonizado por un muñeco que satiriza el sistema de salud de nuestro país con ingenio y acidez y una puesta en escena muy bien resuelta. Algo diferente representó La Garufa, una nueva propuesta que amalgama elementos tradicionales de la vieja guardia con lo mejor de las murgas nuevas, ofrece un espectáculo para tener en cuenta, en el que resalta su director de coro (Rafael Antognazza) y su cupletero (Claudio Rojo).

Si como sostienen los tradicionalistas, una murga debe ser, antes que nada, un buen coro, entonces, una gran murga de este carnaval es Momolandia. Hace dos años que obtiene la mención al mejor coro del carnaval y difícilmente este año alguien le vaya a quitar su merecida distinción. Realmente es un placer escuchar unas voces potentes (que “te despeinan” sin gritar), afinadas y manejando matices de volumen con una dicción cuidadosa, sin perder en ningún momento la características propias de las voces murgueras de antaño. Sólo por el coro valdría la pena ver esta murga, pero además presenta una excelente canción despedida y el tema de la discriminación es tratado con mucho humor e ironía.

Cambios permanentes

Está claro que las murgas son reflejo del contexto cultural, los gustos estéticos y las modas de cada época. Los conjuntos van introduciendo innovaciones artísticas o formales en sus espectáculos, buscando una mayor aceptación popular o un poco de aire fresco. Poco a poco, algunos de estos cambios son aprobados por la mayoría del público, pasan a ser exitosos y las otras murgas los adoptan para su propia actuación. Finalmente, cuando la innovación está suficientemente extendida, asimilada y aceptada por la mayoría, son incluidas como formas artísticas obligatorias para el género “murgas” en el reglamento oficial del concurso de agrupaciones. Allá por fines de los 90, cuando ya era un lugar común afirmar que las murgas estaban envejeciendo y quedando sin ideas, surgió el fenómeno Murga Joven: en menos de diez años, dos de sus exponentes (Agarrate Catalina y La Trasnochada) han obtenido primeros premios, cambiando otra vez y para siempre el estilo de las murgas. Seguramente Queso Magro sea su exponente más representativo en este carnaval; luego de algunos años de prueba, han profesionalizado su propuesta con la clara intención de entreverarse con los primeros. A los buenos textos les suman un coro mejor arreglado que otros años, agregándole un vestuario de muy buen diseño y la puesta en escena siempre al servicio del espectáculo.

La propuesta de Cayó la Cabra es una de las más divertidas del carnaval, algo que el público acompaña durante toda su actuación, en la que la tradicional separación entre salpicón, popurrí y cuplé está difuminada en favor de una propuesta formalmente poco ortodoxa. Si se les suman Foggata y Tuca y los ingeniosos textos de La Buchaca, se puede decir que las formaciones asociadas con el concepto “murga joven” siguen ofreciendo variables de renovación entre las murgas del carnaval uruguayo.

Finalmente, tal vez sea la murga La Gran Siete -un subgénero por sí sola que funciona como un punto intermedio entre lo tradicional y lo joven, sin parecerse realmente a ninguna de las dos tendencias- la propuesta que mejor transmite la esencia de una murga de este carnaval: coro bien afinado, sátira inteligente, chistes absurdos y este año, con música inédita en la mayoría de su actuación. Cuenta entre sus filas con Carlitos Prado, con uno de los mejores cupleteros del carnaval y con representantes de la tribu de los indios sobalaguasca, siempre preocupados por las raíces y la tradición murguera, conformando un espectáculo que tal vez les dé a Lamolle y compañía el lugar que se merecen.