En la película Casi famosos (Cameron Crowe, 2000), los integrantes de la banda de rock ficticia Stillwater viajan, peleados y sin hablarse, en su ómnibus de gira hasta que comienzan a escuchar una balada en la radio. Poco a poco todos comienzan a cantar el tema y el ánimo sombrío se disipa. Es posiblemente el mejor momento de la película, pero es un mérito compartido entre la escena y el tema, que inmediatamente conjura el espíritu de los años 70, la década en la que está ambientado el film.

La canción es “Tiny Dancer”, de Elton John, presente en su disco Madman Across the Water (1971), y es bastante poderosa como para robarse una escena de una película realizada tres décadas después de su edición, pero sin siquiera ser una de las canciones más populares de su autor y sin siquiera estar incluida en sus principales recopilaciones, lo cual sería asombroso para cualquier artista que no tuviera en su capital una colección de éxitos del calibre de John. Repasemos a vuelo de pájaro: “Your Song”, “Candle in the Wind”, “Goodbye Yellow Brick Road”, “Rocket Man”, “Don’t Let the Sun Go Down on Me”, “The Bitch is Back”, “Saturday Night’s Alright for Fighting”, “Don’t Go Breaking My Heart”, “Sad Songs (Say So Much)”, “I’m Still Standing”, “Sorry Seems to Be The Hardest Word”, “Nikita”, “Sacrifice” (por sólo nombrar un puñado), todas canciones que no hace falta ser un melómano para reconocer inmediatamente y que hemos escuchado infinitas veces en las FM locales, y que sin embargo son apenas la punta del iceberg de una producción dedicada durante más de 40 años a la búsqueda de la canción radial perfecta, a medio camino entre lo descaradamente comercial y esa capacidad íntima y estremecedora que distingue a los grandes compositores románticos.

Músico dotadísimo por naturaleza (a los cuatro años, de oído, ya sacaba al piano canciones populares), Reginald Dwight -quien rápidamente cambiaría su nombre por el de Elton John- comenzó, como la mayoría de sus músicos coetáneos, intentando sumarse al burbujeante ámbito del rock inglés de fines de los 60. Pero este ámbito no pareció tenerle demasiada afinidad, ya que dos de las principales bandas de rock progresivo de su tiempo -King Crimson y Gentle Giant- lo rechazaron en sus audiciones como vocalista (posiblemente tanto los integrantes de King Crimson como de Gentle Giant se deben de haber preguntado varias veces qué drogas habrían tomado ese día). John se dedicó a hacer canciones como compositor profesional para la compañía de discos DJM, allí conoció a un letrista excepcionalmente prolífico y de su misma edad -Bernie Taupin- con quien formaría una de las duplas compositivas más exitosas y estables de la historia del rock y del pop.

Ya lanzado como solista (con la permanente colaboración de Taupin a la hora de hacer las letras), John publicó en 1968 un primer disco, Empty Sky, como solista que no llegó a llamar la atención de la crítica ni del público, pero su segundo álbum -Elton John (1970)- se convirtió en un gran éxito, principalmente gracias a la extraordinaria balada “Your Song”, un tema que le debía tanto a Ray Charles como a Paul McCartney, pero que resumía una nueva sensibilidad, de una intimidad casi jazzera y más bien opuesta a la expansividad grupal del rock.

Superestrella

La historia luego es más conocida: Elton John fue publicando una serie de discos cada vez más exitosos y ambiciosos, que fueron integrando -tanto a su música como a su personaje público- elementos cada vez más disparatados. El autor de las innumerables baladas (y no de pocos rocks salvajes que suelen ser olvidados cuando se piensa en la obra general de John) se fue convirtiendo en un personaje público extravagante, reconocible por sus disfraces y su excéntrico vestuario, que correspondía y parodiaba simultáneamente la teatralidad del glam rock y del rock progresivo. Casi en la dirección opuesta del intimismo de sus canciones con Taupin, el Elton John escénico comenzó a subirse a los escenarios utilizando lentes gigantescos, todo tipo de parafernalia cubierta de brillantina y una serie de atavíos que hacían parecer al pianista Liberace alguien modesto. Incluso llegó a darle un susto mortal a un Iggy Pop intoxicadísimo al irrumpir en el escenario de los Stooges con un disfraz de gorila, lo que le provocó un ataque de terror a Pop, quien creyó que un enorme simio había decidido quitarle el micrófono.

A mitad de la década del 70, John consiguió el extraño sitial de ser aceptado tanto por el mundo del pop como por el del rock, colaborando con músicos como John Lennon (con quien fue compañero de juerga en el famoso “fin de semana perdido” del ex Beatle) y Pete Townshend, que lo incluyó en la versión cinematográfica de la ópera rock Tommy, y estructurando una formación fija de acompañamiento (la Elton John Band), que adaptó su sonido a los escenarios masivos que ya no abandonaría.

A principios de los 80, años de particulares excesos personales en relación al alcohol y las drogas, la popularidad de John pareció desvanecerse un tanto, disuelta en una serie de discos poco memorables, pero a mediados de la década su máquina de hits volvió a funcionar aceitadamente y la década del 90 lo encontró más popular que nunca y embarcado en extensas giras mundiales, incluyendo la de 1995, que lo trajo por primera vez al Parque Central, donde sorprendió al público adepto a “Candle in the Wind” o “Nikita” con un show vigorosamente rockero y de impactante profesionalidad.

Pionero en cuanto a asumir públicamente su sexualidad -se reconoció como gay en 1976, tiempos en los que los artistas musicales preferían jugar con cierta ambivalencia-, Elton John ha sido un activo militante de los derechos de las distintas opciones sexuales, y su fundación para financiar investigaciones para la cura del sida viene siendo una de las principales luchas de su causa desde 1992. En los últimos tiempos, John ha atemperado un poco los aspectos más llamativos de su personaje público (aunque sigue siendo curiosísimo el hecho de que tenga muchísimo más cabello a los 65 años del que tenía a los 30), y se convirtió en una suerte de institución de la alta sociedad británica.

Su versión de 1997 de “Candle in the Wind” -un tema originalmente dedicado a Marilyn Monroe, pero que con una pequeña adaptación de la letra se volvió una elegía para la entonces recién fallecida princesa de Gales Diana- se convirtió en el disco simple de mayores ventas de todos los tiempos, con 33 millones de copias en todo el mundo. Coleccionista de arte, dueño de un par de cuadros de fútbol y padrino de personajes como Sean Lennon o de los hijos de David y de Victoria Beckham, Elton John sigue siendo una figura omnipresente en todo lo relacionado con la cultura inglesa, lo que le ha merecido ácidas críticas de colegas más jóvenes y retraídos como el cantante Morrissey, pero ante todo es uno de los mayores entertainers mundiales, además de autor de tantas canciones reconocibles como para hacer cantar a varios estadios durante cinco horas.

El show que presentará hoy lo encuentra casi 20 años mayor, pero sus últimos shows lo muestran tan juvenil y entusiasta como de costumbre. Además de quienes asistan al Parque Central, también podrán ver su concierto en directo los abonados de TCC que contraten el servicio Pay Per View o los habitantes de Río Negro y de Artigas, para quienes Antel transmitirá en forma gratuita, el show que también podrá escucharse por Océano FM.