La secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, inauguró ayer la IV Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información en América Latina y el Caribe augurando que “el espíritu precursor de los uruguayos no es un recuerdo nostálgico sino una voluntad de presente y futuro”. Ejemplificó sus palabras mencionando los logros de Universal Hogares, un “generoso” plan de masificación de banda ancha que “complementa los avances” del Plan Ceibal. Se refirió a este último como un proyecto “sin precedentes que ha sabido combinar la igualdad, el aprendizaje y la tecnología”. “El Plan Ceibal ofrece igualdad de oportunidades pero establece, sobre todo, una nueva relación entre la sociedad y la tecnología”, opinó a la hora de destacar el que consideró su principal logro: “Que un niño tenga una computadora y acceso a internet es en Uruguay un derecho, no un deber. Eso es un avance civilizatorio”, dijo.

En esta línea, la principal funcionaria de la CEPAL destacó que a su juicio la banda ancha debe ser un bien público global por su potencialidad de “bien igualador” en la región latinoamericana. “La gente tiene que apropiarse del progreso técnico y eso requiere de ciertas habilidades”, por lo que “hay que crear capacidades en los usuarios para que sean ellos los que acompañen al progreso técnico con más educación y más capacitación”, indicó.

Para Bárcena el “necesario” cambio estructural está relacionado con la igualdad, y ésta, a su vez, con “elementos inherentes al accionar del conjunto de la sociedad”, con las tecnologías digitales y las de la información. “Antes vivíamos en una economía monetaria, hoy vivimos en una economía digital cuyos principales componentes son la infraestructura de telecomunicaciones -particularmente las redes de banda ancha-, las industrias de tecnologías de la información y de las comunicaciones [TIC] y el grado de alfabetización digital de los usuarios”, analizó.

Sin embargo, este “progreso [de digitalización de la economía] no es homogéneo a nivel de países y personas” lo que a su juicio queda de manifiesto en los “ritmos distintos” existentes “en el proceso de difusión e infraestructura de las redes”, sobre todo en lo relacionado con “la 
banda ancha y el grado de alfabetización de los usuarios en materia digital” y “esto hace que las TIC no tengan los impactos esperados”.

En este sentido, Bárcena consideró la intervención del Estado “un elemento indispensable” para el logro del objetivo de asegurar la equidad en el acceso y uso de las TIC. “Es necesario considerarlas como un servicio de interés público pues facilitan la provisión de servicios sociales tales como la salud, la educación y el gobierno electrónico”, especificó, al tiempo que contó que la CEPAL constató en mediciones preliminares de 2008 que la economía digital representa en promedio 3,2% del Producto Interno Bruto en cuatro países de la región (Argentina, Brasil, Chile y México), “una cifra significativa si se considera que en la Unión Europea alcanza a 5%”, destacó.

“Tengo la convicción de que nuestra región está mejor preparada para darles continuidad a los aciertos de los últimos años”, pero es necesario también aprovechar esa “oportunidad para romper brechas productivas y sociales que hacen a la región la más desigual del mundo”, dijo.

“La economía digital es una fuerza crucial para impulsar esto”; no obstante, recomendó “no olvidar” que las TIC “deben estar al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio de ellas”.

Por otro lado, Mario Campolargo, director de DG Connect de la Comisión Europea, señaló que “creía firmemente que ningún país se puede permitir el no desarrollo de las TIC”. Asimismo, aseguró que América Latina, el Caribe y Europa “deben explorar nuevas formas de colaboración entre ellas” y aseguró que “se beneficiarán enormemente si regulan de modo similar y eficiente sus economías digitales”.

En la ciudad de las bestias

Por su parte, el presidente de la República, José Mujica, enmarcó su discurso en la “ética y moral de compromiso” que debería acompañar la “masividad y universalidad” de las TIC. Mujica dijo que “quienes pueden seguir en este mundo deberían asegurarse de que este mundo despierte y acumule energía a favor de la los rezagados, no sólo por razones de humanismo sino porque a la larga el costo asociado a la existencia de desigualdades, cuando el hombre tiene la capacidad de comunicación y de difusión, de ideas y sentimientos, resulta intolerable”, reflexionó.

“Hoy en día queremos estar conectados con todo, pero mi miedo es que, contradictoriamente, esto produzca que no nos conectemos con nosotros mismos”, advirtió, y acto seguido afirmó que “si no logramos que paralelamente [al desarrollo de la tecnología] se multipliquen igualdades y con ellas la diversidad, no podremos gozar de la tecnología”. Para Mujica “sentir el goce de algo requiere tener el tiempo para vivirlo, y el tiempo, hoy, está hackeado: la nueva civilización digital tiene que procurar que cada cual sepa escoger su nicho, su diversidad”, sugirió.

A continuación defendió la existencia y el deber de la política “en el sentido superior”: la tecnología librada a sí misma no necesariamente se preocupa de la igualdad, y menos de los sentimientos. Para una tecnología superior se necesitan hombres superiores, y si esta tecnología avanza en el marco de una sociedad de bestias, el producto será de bestias. La tecnología depende de los hombres y de las mujeres que la manejen”, concluyó.