Viejo conocido y favorito del público montevideano, Daniel Melingo y sus tangos “ramoneros” llegan esta noche a la sala Zitarrosa para presentar su último disco, Corazón y hueso, que continúa en la vena de los anteriores, pero ofrece también algunas novedades. “Siempre al grabar un disco de estudio dejo salir mi inconsciente, toda la experiencia que tengo de tocar diferentes géneros a lo largo de toda mi carrera”, le cuenta Melingo a la diaria. “A la hora de grabar, coproduzco con un equipo de gente, aunque la producción artística la hago yo. La propuesta es ir elaborando el material sin ningún prejuicio; no hay nada a lo que de antemano digamos ‘esto sí y esto no’, le vamos dando forma libremente. Entonces lo que buscamos termina siendo sorprendernos a nosotros mismos, porque no tenemos pautas de trabajo preestablecidas que no sean las técnicas, que es lo que sucede al trabajar en el estudio. Siempre hay búsqueda de sonoridades distintas, de sonoridades que me apetezcan. En los discos hago muchas de las cosas que después podemos hacer en vivo, pero no de esa forma tan experimental como se puede hacer en el estudio. El estudio es un gusto que se da el músico para buscar sonoridades imposibles”.

Corazón y hueso es una nueva incursión en los tangos minimalistas y actualizados líricamente que lo distinguen desde Tangos bajos (1998), pero con algunas diferencias, incluyendo un chamamé: “Yo siempre incluyo temas de folclore, y siempre estoy por fuera del tango porque no soy un ortodoxo”, explica el ex Twist. “El tema al que te referís es ‘Pichona’, un chamamé romántico tocado por los hermanos Flores, que son unos grandes chamameceros correntinos que tocan conmigo en Francia. Es una canción que le escribí a mi mujer, y la hice para que la tocaran los hermanos Flores; es una alegría para mí ver una composición mía plasmada así y darle esa magnitud con esos intérpretes. Digamos que mi género es la canción, tanto la urbana como la del litoral o del campo. No le hago asco a nada. Cuando la inspiración viene, le voy dando forma a la cosa. La inspiración es muy importante para mí, tanto como el trabajo, y ahí les voy dando forma a las ideas. Es de una manera misteriosa que voy armando las composiciones, y con la técnica de décadas de hacerlo se va llegando al resultado que escuchamos”.

Iconoclasta y figura que no proviene del mundo del tango, Melingo parece destinado a la crítica constante de los puristas del género: “Eso es algo que no me preocupa. Yo hago el disco para mí y para los músicos que lo hacemos, no para un público al que no le vaya a gustar. Por otra parte, eso es imposible de saber a la hora de componer o de grabar”, dice.

Es difícil encasillar a Melingo en un género si se tiene en cuenta su currículum musical, particularmente si se piensa en Lions in Love, la banda que formó en España y que se caracterizaba por su coqueteo con la psicodelia. ¿Qué quedó de todo eso en su música actual? “Muy simple”, dice Melingo. “La psicodelia de Lions in Love la generaba yo en conjunto con los músicos, o sea que a la hora de grabar, en la actualidad, tengo inconscientemente todos los recursos que utilicé a lo largo de mi carrera. Toda esa experiencia que se viene acumulando se termina explayando en los discos. Y la verdad es que no me corto un pelo a la hora de experimentar o de buscar nuevos resultados”.

Pero más allá de su versatilidad, no deja de ser sorprendente que Melingo, un músico caracterizado por su pasión por lo experimental, haya terminado como frontman del más tradicional de los géneros rioplatenses, el tango. “Ésos son los misterios que tienen la música y el inconsciente humano”, reflexiona. Y agrega: “De eso se debe tratar el talento. No sé cómo definirlo, pero uno se pone en juego con elementos y conocimientos, muchos de los cuales no son conscientes. En mi caso, empiezo a bucear en un misterio de lo lírico, de lo inconsciente, de todo lo que me gusta a mí, aquello a lo que le doy forma, voy de lo abstracto a lo real. O sea, hay un juego con grandes posibilidades de materializar algo desde lo inconsciente. Por otro lado, las técnicas siempre son mixtas; yo no soy un ortodoxo de ninguna técnica ni de ninguna escuela, lo mío es el mestizaje. Ni yo mismo sé cuál es la fórmula que utilizo; tal vez conversando largas horas lleguemos a algunos acercamientos. Yo no sé decirte cómo llego a lo que llego”.

Este espíritu amigo de lo mestizo lo lleva a cierto desprecio por los corrales que delimitan al tango como propiedad de ciertas generaciones y países. Para Melingo, en el tango “las diferencias son las banderas, los nombres y los apellidos, pero el tango es muy amplio. Yo conozco el tango francés, el tango finlandés, el tango japonés. Realmente, tanto Uruguay como Argentina desarrollamos la cuna del tango hace más de 100 años, pero no es propiedad del Río de la Plata, es propiedad del que lo haga, del que lo sienta”. Pero entonces, ¿qué pasa con la parte lírica, con las letras que representan tanto al tango como los bandoneones? ¿Cómo se transmite eso en otros idiomas, lenguajes y generaciones? “Con la música se comunica todo lo que hace falta, la música es el vehículo”, sostiene.