Ya pasaron 11 años y tres espacios diferentes: el sótano de Pachamama entre 2002 y 2004, la incómoda Estación Central AFE en 2005 y el ex Cine (y después Complejo Cultural) Plaza desde 2006 hasta el año pasado (sí, todos locales que por algún motivo -bomberos, gestiones dudosas, Iglesia Universal del Reino de Dios- dejaron de funcionar). Este fin de semana, en su 11a edición, Montevideo Comics se muda al Auditorio del SODRE Adela Reta que, al menos por ahora, no parece que vaya a ser clausurado.

Hace ya un par de años que la convención dejó de ser el reducto de nerds (hombres en molesta mayoría) que fue en un principio y se convirtió en un atractivo para el público general. Tal vez se puedan rastrear las causas en algunos cambios en el consumo cultural general que se vienen metabolizando en la población de clase media y media alta, tal vez con Lost como punto de inflexión y las diversas plataformas web de distribución de productos televisivos (Cuevana, Netflix, EZTV) como canales facilitadores, a tal punto que la televisión es hoy más un formato (episodios de 42 minutos, 12 capítulos por temporada, más de una temporada si la serie no es horrible) que un electrodoméstico. Conversar sobre dragones y reyes medievales, sobre un apocalipsis zombi o sobre la adolescencia de Clark Kent en los pasillos del trabajo, es menos raro hoy que hace 11 años.

Uno de los invitados centrales de esta edición de Montevideo Comics tiene mucho que ver con eso. Ricardo Liniers Siri es el historietista rioplatense más exitoso en el ámbito local y uno de los responsables del resurgimiento y auge del humor gráfico en Argentina: su tira Macanudo, que empezó a publicar en La Nación por recomendación de Maitena y bajo la mirada condescendiente de los editores del diario, fue el origen de una de las series de libros más vendidas de la actualidad (el volumen 1, editado originalmente en 2003, está en el top 10 de ventas de historietas argentinas en abril) y se convirtió -como le gusta decir de la marihuana a los prohibicionistas- en una puerta de entrada a otros autores, en especial para el público femenino. Después de pasar por las tiras lisérgicas de Bonjour, la ternura poética a lo Mafalda -pero más descremada en lo ideológico- de Macanudo y la autobiografía de Cosas que te pasan si estás vivo y Conejo de viaje, el dibujante fundó su propio sello. La Editorial Común, además de libros de Liniers, editó historietas imprescindibles, como los dos tomos de Dora, de Ignacio Minaverry (una historia casi cinematográfica y bien documentada sobre una joven que le sigue el rastro a Josef Mengele en Argentina), la extensa, lujosa y costosa reflexión sobre la familia de Ombligo sin fondo, del estadou-
nidense Dash Shaw, y la excelente calidad gráfica de La ciudad de los puentes obsoletos, de Federico Pazos. La presentación del dibujante es mañana a las 19.00 y estará a cargo de Leo Lagos e Ignacio Alcuri, que parecen haber dejado de lado su clásico debate anual entre las empresas de historietas estadou-
nidenses rivales Marvel y DC (tal vez porque Lagos descubrió lo que siempre supimos: que Alcuri tenía razón y DC es mejor).

Otro de los invitados desde Argentina, no tan cool pero más productivo, es Luciano Saracino, escritor y guionista. Si bien no es tan conocido de este lado del río (en Uruguay editó sólo el libro El porqué de cada cosa, de la editorial Criatura y con ilustraciones de Aleta Vidal), es una de las plumas más hiperactivas del ambiente: publicó, además de historietas (Corina y el pistolero y la adaptación a viñetas de Cuentos de amor, de locura y de muerte, entre otras), literatura para niños y jóvenes y ensayos sobre cine de zombis, y escribió los guiones de Germán, últimas viñetas, una miniserie de ocho capítulos que recorre la historia de Héctor Germán Oesterheld, autor de El Eternauta -el cómic más popular en la historia de Argentina, y para muchos un relato en clave de ciencia-ficción de los gobiernos autoritarios de la segunda mitad del siglo XX-, militante de Montoneros y desaparecido en la última dictadura junto a sus cuatro hijas. El programa, que se emite por el canal estatal Tevé Pública argentino y fue financiado por un plan de fomento de contenidos para televisión abierta, se presenta mañana a las 17.00; el mismo día, a las 15.20, el director César Antonio Vidal presenta el capítulo de la serie documental Mastercomics dedicado a Oesterheld.

De Argentina también llega Eduardo Mazzitelli, responsable de los guiones que el gran Enrique Alcatena viene dibujando desde los años 80 en revistas locales como Skorpio y Fierro (además de los trabajos del dibujante en series yanquis como Conan, el bárbaro, Batman y Superman). Reconocido como el guionista de una de las duplas más perfectas del cómic argentino (tal vez junto a Carlos Trillo y Horacio Altuna), Mazzitelli no sólo se limitó en su carrera a escribir un pretexto para que Alcatena llenara páginas de ilustraciones demoledoras y repletas de detalles, sino que encontró una voz propia -y ya clásica- que hace alquimia entre mitologías de todo el mundo, incursiones metanarrativas (sus libros están llenos de historias dentro de historias) e intertextualidad (Travesía por el laberinto, por ejemplo, cruza a Cervantes con Shakespeare, Borges, Moby Dick y el expresionismo alemán en una mezcla que, extrañamente, no resulta forzada).

Con la reciente edición en español (porque la dupla trabaja mucho y bien para la industria europea) de las imprescindibles Dioses y demonios, Nuggu y los cuatro, Acero líquido y Shankar, Mazzitelli no sólo es un guionista fundamental para la historia del cómic argentino, sino también un creador en actividad que, seguro, va a tener alguna cosa interesante para decir el domingo en la zona de conferencias, que difícilmente sea tan incómoda -y fría- como las escaleras del Plaza que albergaron las charlas en los últimos años de la convención. La grilla de invitados extranjeros se completa con el dibujante español Enrique Sánchez Abulí (que publicó obras como Torpedo 1836 y Alex Magnum en la legendaria revista Zona 84); el argentino Juan Bobillo (que ilustró guiones de Trillo como Martin Holmes y Sick Bird); y Duncan Rouleau (guionista y miembro del grupo Man of Action, que creó Ben 10).

De todas partes vienen los comiqueros

Por fuera de la oportunidad única de las visitas internacionales (los otros eventos similares, Continuará y Freak-Out, no suelen traer invitados de otros países), uno de los atractivos de Montevideo Comics es, desde sus inicios, la veta de punto de encuentro entre los creadores locales y la posibilidad de conseguir historietas uruguayas a precios especiales. Este año hay dos regresos de otros tiempos. La revista de historietas Quimera, que en 2003 salió como suplemento de La República, con historietas que iban desde los géneros clásicos en clave pulp a los experimentos de ciencia-ficción bizarra al estilo de la publicación francesa Métal hurlant. A cargo de Enrique Ardito, veterano historietista -creador de tiras como Viviana y Yamandú y Los recién cansados- y editor también de la primera etapa de la revista, Quimera regresa con figuras históricas como William Gezzio y Gustavo Cortazzo y del under como Endriago Castillo y Rocker, más un homenaje tardío al famoso dibujante uruguayo Eduardo Barreto, que murió en diciembre de 2011. El otro proyecto, editado por Matías Castro (uno de los organizadores del evento), es Federici, detective intergaláctico, una recopilación de historietas del gran Carlos María Federici, creador de historietas de género y con el ojo puesto en Estados Unidos como Jet Gálvez (un cómic de ciencia-ficción con una estética que cuando se publicó, en los 80, ya era retro) o Barry Coal, un policial a lo Dick Tracy. Las páginas fueron restauradas por el dibujante uruguayo Diego Jourdan (especializado en cómics de franquicias audiovisuales como Transformers y GI Joe); el libro fue financiado por el Fondo Concursable para la Cultura 2012, y se regala junto con la entrada.

Dos mesas redondas del sábado están dedicadas a la reflexión sobre la producción local. Aunque hace unos años las publicaciones financiadas por fondos estatales eran mayoría, hoy predominan las iniciativas independientes; sobre creación de proyectos -con apoyo institucional o no- trata la charla de mañana a las 16.40, con el escritor y guionista Rodolfo Santullo, el historietista Nicolás Peruzzo, los directores de Dragon Comics y representantes del ICAU, el Fondo Concursable y los Fondos de Incentivo. Santullo se queda en la mesa para la siguiente charla, dedicada al cómic y la ciencia-ficción en Uruguay y moderada por Ramiro Sanchiz, que incluye también al escritor Pablo Dobrinin y a Federici.

El programa de este año también incluye varias presentaciones de libros prometedores. Algunos de ellos: El club de los ilustres 2 -segunda parte de la saga de espionaje protagonizada por figuras uruguayas como Horacio Quiroga y Delmira Agustini, con guiones de Santullo y dibujos de Guillermo Hans-; Morir por el Che -novela gráfica escrita por Pablo Roy Leguisamo y dibujada por el argentino Marcos Vergara, que relata la visita de Guevara a Uruguay en el 61-; La mudanza -novela gráfica melancólica del habitualmente satírico Peruzzo-; El Viejo -recopilación de historietas de potente humor un poco negro y otro poco absurdo, que el guionista Alceo Thrasyvoulou y el dibujante Matías Bergara publicaron en Freeway durante años, ahora con material inédito-; Las andanzas de Vlad Tepes -libro de historietas que sigue la franquicia de cine bizarro de vampiros, dirigida por Guzmán Vila y protagonizada por Silvio Galizzi, con guiones del “actor” y dibujos de Bergara-; Zombess -parodia de la ficción de zombies protagonizada por un libro parlante y sexópata y una niña no-muerta-; Gas 3k.4 -recopilación de historietas breves comandada por el guionista Martín Magnus Pérez-; y Dibujos invisibles -ilustraciones del poético y minimalista Gervasio Troche, recopiladas en formato libro por Editorial Sudamericana-.

Por si quedaban dudas sobre la tesis inicial sobre las fronteras expandidas del nerdismo, el after oficial es en Bar Fénix (ése que comanda Marcos Motosierra y tiene una caja chica con forma de R2D2), que ofrece 2x1 de cerveza con la entrada al evento. En definitiva, una propuesta cultural que cada año se lava un poco más el estigma de lo raro. Las otras cosas que ofrece el evento -el karaoke de pop coreano, los adolescentes sudando en sus disfraces de Pokemon- es sólo daño colateral.