En el auditorio del World Trade Center, ACDE reunió a empresarios y a algún que otro dirigente político para desayunar y escuchar qué tenían para decir Milton Castellano, Ignacio Otegui y Juan Manuel Rodríguez sobre “Productividad, relaciones laborales y su impacto en la competitividad”.

El primero en hablar fue Castellano, dirigente sindical y director del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT. De pique planteó que daría “una visión de la productividad” que no pretendía que fuera la única, ni que fuera objetiva. Dijo que analizar la productividad desde el lado de los trabajadores exigía “una mirada más amplia y compleja” que la que se suele tener. Partió de la premisa de que el trabajo “no sólo tiene el rol de crear la riqueza, sino que es organizador de la sociedad”, por lo cual no sólo importa cómo afecta al crecimiento de la riqueza, sino a su distribución.

Se preguntó: “¿Alcanza con más productividad, más tecnología y más competitividad?” y se respondió diciendo que el desarrollo de la productividad debería estar ligado a temas como la equidad y la distribución del ingreso. En este aspecto cuestionó la visión según la cual el aumento de la productividad sirve solamente al objetivo de aumentar la tasa de ganancia, cuando es una herramienta que debe pensarse para resolver “las brechas que la sociedad genera”. Agregó que no incorporar la dimensión de equidad a la discusión implica que las ganancias de productividad queden concentradas en “sólo algunos sectores de la sociedad”.

Sostuvo que para avanzar en mejoras de competitividad y equidad “es fundamental” avanzar en la negociación colectiva. Destacó que hablar de productividad en Uruguay “siempre ha sido difícil, porque no sabemos muy bien qué quiere decir”. “¿Cómo la definimos, cómo la medimos?”, se preguntó. Dijo que Uruguay es un país pequeño, de desarrollo medio y con una gran atomización de sus empresas, por lo cual, “no hay muchas que puedan desarrollar indicadores claros de productividad, ya que más de 75% de ellas tienen menos de cinco trabajadores”.

Agregó que la forma de “resolver la productividad” tiene que ver con la manera en que se da la negociación colectiva, que en Uruguay ha sido históricamente por sectores. “Los sindicatos y las empresas se organizan en función del sector al que pertenecen, entonces, cuando vamos a la negociación por la productividad, ¿sólo debe medirse en un eslabón de la cadena, en una empresa?”. Según Castellano, se avanzaría más si la discusión fuera en términos de cadenas de valor, incluso incorporando “lo regional”.

Para el dirigente sindical, “no hay que buscar la mejora en la productividad, y la competitividad sin mirar para los costados”, ya que esa mirada “no ayuda a desarrollar al país”. Agregó que en la actualidad no hay posibilidad de medir la productividad y destacó que a su juicio “las relaciones laborales en Uruguay siguen un modelo agotado: la negociación por sector podrá tener algunos éxitos, pero no dará mucho más”. Según Castellano, el sistema de negociación “no ofrece salidas para mejorar la eficiencia general”. “Vamos ahora a una ronda de negociación, en la que no habrá indicadores de productividad”, confirmó y adelantó que “el movimiento sindical va a ir, como siempre, por los salarios más sumergidos”. Para Castellano, el debate sobre los temas de productividad “debe dejarse para el próximo gobierno, cambiando el modelo de relaciones laborales”.

Hay que compartir

“No se puede dudar del impacto que las relaciones laborales tienen sobre la productividad, y ambas sobre la competitividad”, afirmó por su parte Ignacio Otegui, presidente de la Cámara de la Construcción. Dijo que sería un error suponer que ésos son los únicos factores que impactan sobre la competitividad.

Recordó que en el pasado estuvo asociada a reclamos sobre el tipo de cambio, el valor de insumos, las cargas impositivas, previsionales y salariales, y el costo energético, “y por ende [el tema] ha tenido desde siempre un dejo de trasfondo político”. Y se quejó de que a pesar de que las relaciones laborales tienen un “lugar destacado en la discusión”, trascienden y toman más notoriedad las diferencias, “que las hay y son demasiadas”. “Muchas veces confundimos la discusión de los problemas prácticos en este terreno, con un escenario de discusión ideológica; parece que los problemas y sus soluciones saben de ideología”, afirmó. Según el empresario, el exceso de “ideología” paraliza los intentos de lograr acuerdos y consensos y aclaró: “Cuando hablo de visión ideologizada de los problemas no sólo me refiero a los sindicatos: a veces los discursos y las actitudes públicas de las cámaras y sus voceros entran en el mismo terreno de juego”.

Otegui indicó que sobre este tema no se ha generado información y lamentó que “quien la tiene no la comparte, la oculta”. Aseguró que algunos cambios y oportunidades “hacen imperioso avanzar en el tema de la productividad en este momento”. Por un lado, recordó que tanto las empresas como el país están llegando al límite de la capacidad instalada y que si bien no se prevé una caída abrupta, “hay algunos síntomas de desaceleración”. Además indicó que “existen oportunidades de negocios interesantes, con un marco fiscal y jurídico razonable”, por lo que las relaciones laborales “son una arista destacada en el proceso de transformaciones que se nos viene”. Recordó que mientras el desempleo mostraba registros de 8% o 9%, “los recursos estaban disponibles, además de que su calificación no revestía gravedad. Es duro expresarlo en esta forma, porque para quien necesita trabajar y no puede, es dramático”. Otegui fue enfático al señalar que si “en los próximos 18 meses no convertimos al estudio de la productividad en un objetivo común, comenzará a darse una espiral que culminará con el aumento del desempleo”. Puso como ejemplo el caso de la construcción en Chile, donde la caída de la productividad por ingreso de mano de obra no calificada superó el 30% en los últimos tres años y agregó: “A nosotros, señores, con tasas de desempleo de 6%, nos está pasando lo mismo”. En su intervención hizo hincapié en que “hay quienes creen que se puede recorrer los caminos intercambiando roles: si alguien pretende una injerencia en las potestades y obligaciones de las empresas representadas por el propio empresario o los especialistas, simplemente no desea recorrer el camino [el del aumento en la productividad]”. Finalizó su intervención diciendo que “el cambio en la matriz productiva [...] es una realidad que no tiene marcha atrás, [...] debe preocuparnos que sea sustentable en el tiempo” y destacó los acuerdos con el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos, “con el que hemos logrado definir objetivos comunes”, dijo.

Es ahora o nunca

Juan Manuel Rodríguez, del Instituto de Relaciones Laborales de la Universidad Católica, indicó que “la confusión que genera el tema hace que no haya acuerdos en el concepto, ni en los objetivos que se persiguen con el incremento de la productividad”, pero destacó como positivo el reconocimiento de “todas las partes” de que es importante y agregó que la productividad es un tema de debate en toda América Latina. Aun así, señaló que no existen avances concretos en Uruguay y que ése es a su juicio uno de los mayores problemas. Según dijo, hay dos estrategias modélicas para las empresas. Una de ellas es ingresar a los mercados reduciendo precios de venta; para eso se bajan los costos “y como muchos costos en Uruguay son rígidos, se opta por bajar salarios”. Para Rodríguez, en esta estrategia, el aumento de la productividad “no tiene ningún rol para jugar”; además de que genera más conflictividad, no es sostenible a largo plazo, no es adecuada para países con empresas con bajas economías de escala y no es sustentable desde el punto de vista democrático: “No es el mundo donde nos gustaría vivir”, graficó. Otras estrategias, en cambio, se basan en el aumento de la eficiencia por la agregación de valor y conocimiento, y en este caso el precio juega un rol menor y la productividad juega un papel relevante.

Agregó que “el concepto de productividad no es confuso, [pero] su ‘aterrizaje’ a la práctica es difícil”. Para Rodríguez, implementar aumentos de productividad implica el arribo a acuerdos: “Un sistema así no se puede decretar por los empresarios, por el Estado y por supuesto no por los trabajadores. Debe ser un consenso social”.

Recordó que es necesario acordar aspectos técnicos para incrementar la información disponible y dar transparencia e indicó que un sistema de remuneración con estos criterios es mucho más complejo que ajustar salarios por inflación pasada o futura.

Finalizó diciendo que América Latina se encuentra en un “momento crucial”, refiriéndose al crecmiento del Producto Interno Bruto, los salarios y la caída en la pobreza. “Lo mismo les pasó a los países del sudeste asiático y lo aprovecharon para cambiar su rol en el mundo”. En el caso latinoamericano, Rodríguez identificó como principales desafíos a la continuidad de los cambios en las estructuras productivas y los avances en la productividad.