Según explicó Camacho, de acuerdo a los conceptos teóricos podría decirse que el Uruguay es un clúster, sobre todo si se lo compara con grandes economías como la de Estados Unidos. Según plantean algunos teóricos, el límite geográfico de las empresas e instituciones de un mismo conglomerado puede medirse en horas de manejo. De esta forma, el territorio que puede recorrerse en auto durante un día es el que limitaría el alcance de un clúster.

En el caso de nuestro país, la metodología de trabajo se adapta a la realidad de un mercado chico, que además se concentra fuertemente en el departamento de Montevideo, donde acontecen la mayoría de las acciones de los distintos conglomerados, y más aun en el caso de los culturales. En el caso del audiovisual, la investigadora señaló que la tendencia a la cooperación era mayor y se daba de forma más natural que en otras ramas de la economía. “Era normal que se juntaran cuatro o cinco productores para viajar cuando había algún evento y de esa forma ahorraban dinero en pasajes”, ejemplificó. De todas formas, explicó que no se coopera en todas las partes de la cadena, por ejemplo, producción de contenidos es el tramo en el que menos se colabora, porque es en donde se genera el valor en este tipo de industrias. En cambio, era natural la cooperación tanto en la comercialización como en la difusión de los productos. Camacho considera que esto se debe principalmente a que la gente que integra el clúster audiovisual es principalmente joven, y por ello más dispuesta a la colaboración.

En cuanto al impacto real de este tipo de emprendimientos en un mercado tan pequeño como el uruguayo, la docente consideró que el principal beneficio para los integrantes se da en el abaratamiento de los insumos y el aumento de los canales de comercialización. Sin embargo, aceptó que desde la teoría puede ser discutible la existencia o no de clústers en Uruguay, y que hay que analizar caso a caso para evaluar cómo están funcionando. En este sentido, consideró que un aspecto central para un correcto funcionamiento es que el conglomerado sea visible en su sector. “Si hay actores que teóricamente pertenecen al clúster pero no están enterados, es claro que tenemos un problema”, concluyó.

Consultada acerca de la necesidad de una intervención pública en este tipo de emprendimientos, Camacho opinó que si se realiza correctamente, “es realmente importante, porque ayuda a que las empresas entiendan la importancia de la cooperación, y a la vez la facilita”. En esta línea, recordó que los conglomerados no están compuestos únicamente por empresas sino también por universidades y ONG. De todas formas, la docente entiende que el rol del estado debe ser únicamente el de facilitador, debido a que, de otra forma, la intervención puede dificultar el desarrollo natural del conglomerado y generar algún tipo de dependencia de la política pública.

Consultado sobre este punto, Achugar entendió que depende de la bilbioteca teórica desde la que hablemos. “No todas las realidades de los clústers son iguales, hay algunos que necesitan una mayor intervención del estado porque las condiciones del sector son incipientes o no tienen instrumentos financieros o de producción”, ilustró.