-En Tierra de los padres parece prevalecer una tradición de oposiciones fuertes y sucesivas que se nota más en Argentina que en otros países.

-Probablemente se note más, pero no sé si hay más que en otros lados. Todos los países tienen sus disputas políticas, pero en todo caso, en la historia argentina esto se puede ver en cierta persistencia de la violencia y el discurso, y llega hasta nuestros días incluso. Las resonancias de los discursos que aparecen en la película hoy uno las ve actualizadas en las polémicas actuales entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Eso, de algún modo, fue lo que me generó la necesidad de hacer el proyecto. Más allá de remontarse a 200 años de historia, trabaja sobre el presente.

-En ese juego de oposiciones parecen surgir las oposiciones de una batalla muy violenta a nivel discursivo.

-Lo que pasa es que hay que ver cuánto de la batalla a ese nivel de discurso tiene que ver con los hechos. Lo que te muestra la película es una serie de discursos violentos que en el momento en que fueron pronunciados implicaban un derramamiento verdadero de sangre. Hoy en día, por lo menos desde la asunción de la democracia, más allá de algunos casos de violencia institucional, o incluso en 2001, ya no hay golpes de Estado ni terrorismo de Estado. La virulencia está básicamente en los discursos. A veces uno se pregunta si esa violencia habla específicamente de disputas políticas presentes o si hay algo de fantasmas del pasado que se agitan pero no tienen que ver directamente. Siempre sucede en Argentina, atravesada por el peronismo que en sí está tan atravesado por la izquierda y la derecha. No es raro entonces que en un mismo país esa lucha discursiva sea difícil de articular con una pertenencia real a la izquierda y la derecha. Por ejemplo, mucha gente que en los 90 estaba contra Menem y formaba parte del campo, llamémosle, progresista hoy se ha vuelto al kirchnerismo, así como hay muchos ex menemistas que están en el gobierno. Son cosas muy complejas y hay que hacer un trabajo de desbrozar todo ese discurso para ver qué hay detrás.

-En Tierra de los padres específicamente hay un discurso de Evita en el que esta necesidad de marcar un campo desde la oposición para hacer política queda completamente al descubierto.

-Es el momento de conciencia de clase de Evita. Evita siempre fue vista como el ala más radical del peronismo. Así la vieron los montoneros en los 70. La Evita montonera era ésa, de algún modo, su carácter revolucionario. De hecho, ese texto que aparece en Tierra de los padres es el único que se le puede atribuir a ella, si bien estuvo oculto mucho tiempo. Más allá de sus discursos públicos (el libro La razón de mi vida se sabe que lo escribió otra persona), éste es un texto que parece que casi lo escribió en su lecho de muerte, donde efectivamente estaba jugada un poco en que el país estaba en un conflicto importante. Es el más fuertemente clasista como texto, donde hasta prácticamente reivindica el fanatismo de odio de clase. Por eso estuvo tanto tiempo oculto, también. Lo que pasa es que ese odio, que a veces está tan caricaturizado en Argentina como un resentimiento social, en realidad lo único que hace es comprar la otra cara que siempre está oculta. Hay un odio de clase también de las clases más poderosas. Hay que recordar esa frase de “Viva el cáncer” en las calles argentinas cuando Evita estaba muriendo de cáncer. Los discursos se reactualizan. Los discursos sobre Eva Perón cuando era la mujer del presidente están calcados de las cosas que se dicen de Cristina ahora. Eso de “la yegua” es del mismo tenor, digamos. Pero eso tampoco es nuevo. Toda la historia oficial fue escrita, justamente, para tapar esa violencia. Es como cuando hablamos de la Conquista del Desierto, cuando la Pampa no era ningún desierto geográficamente, ni mucho menos por el lado de que había allí habitantes originales, pero eso se borró del discurso para tomar dominio de ese territorio. Eso que habitualmente está obturado es lo que la historia revisionista quiere pasar a luz.

-¿En ese caso tu película es revisionista?

-La película no es una película revisionista, porque así como los héroes de la historia oficial son los malos de la historia revisionista (y a la inversa), en la película se muestra que la violencia atraviesa todos los discursos. Los discursos de Rosas y Eva Perón están atravesados por esa misma violencia.

-Una cosa que llama la atención es que Perón -si bien no está enterrado en el cementerio de la Recoleta- es el gran ausente de la película.

-Pero es lo mismo que en Argentina: Perón está ausente y presente en todas partes. Es como el gran fantasma que atraviesa la política argentina y sigue definiendo las discusiones. De hecho, en la película está la marcha peronista. Eso es algo que sería interesante investigar, no sólo estudiar el papel del himno nacional en el cine argentino, sino el de la marcha peronista. De hecho, por nombrar otra película cercana, en El estudiante aparece.

-De hecho, en El estudiante el peronismo es un gran fantasma que atraviesa toda la película.

-Es un fantasma que actúa, que está presente, asumido. El momento en el que aparece la marcha en la película es como si fuera un retorno de lo inconsciente de los personajes. Es que es imposible hacer una película de política argentina y no hablar de peronismo. Pero eso habla de esa imposibilidad argentina de lidiar con el peronismo. Si sigue vivo es por esos mismos motivos, para bien o mal, porque el menemismo y el neoliberalismo se dieron en Argentina bajo la forma del peronismo. Esa cosa proteica del peronismo es un problema, también.

-Hubiera sido tentador hacer dialogar en el documental la tumba de Evita con la tumba de Aramburú, en tanto hubo un momento en Argentina en que prácticamente hubo un intercambio de cuerpos entre los montoneros y los militares.

-Bueno, por eso la película tiene ese plus. Efectivamente la historia argentina está atravesada por eso que Tomás Eloy Martínez llama “la necrofilia argentina”, por un uso político de la muerte que iba más allá de dar muerte y llegaba a ensañarse con el mismo cuerpo. Transformar esos cuerpos en prendas políticas. Mostrar el cadáver, haciéndolo desaparecer, todo eso. Le cortaron las manos a Perón, pero ya venía de antes, cuando cortaban cabezas y las ponían en una pica.

-Me llamó la atención en ese sentido el detalle de que la tumba de Aramburú también aparece en M. Incluso aparece la inscripción en la tumba.

-Es una inscripción muy ambigua. Hay otras que son mucho más claras, pero esa inscripción es muy notable [“Sólo el pueblo es fuente legítima de poder. Su autoridad se afirma en la justicia y se pierde en la arbitrariedad”], porque está pensada posiblemente para los montoneros, hablando de que ningún grupo puede arrogarse la representatividad del pueblo, pero de algún modo puede aplicarse a las dictaduras. Uno puede tomarla de muchas maneras, y eso es justamente lo interesante.

-El gran tour de force de Tierra de los padres es ese plano secuencia aéreo que va desde el cementerio hasta el Río de la Plata, a mí me pareció que lo que filmás es el cementerio acuático de los desaparecidos, visto desde donde los arrojaban durante la 
dictadura.

-Sí, ese plano un poco resume la perspectiva de la película de que hay algo roto y no suturado; que, de un lado, está el gran cementerio argentino y, del otro, el gran cementerio no oficial. Por lo tanto, hay gente que tiene tumbas autoerigidas para su mayor gloria y otros muertos que a veces ni siquiera tienen una tumba. Hay algo irreconciliable ahí.