-En tu caso, el estudio de música antecedió a la actuación. ¿Cuándo arrancaste?

-De chica, a los siete años. Primero fui a un taller de expresión musical, después estudié un poco de piano, y cuando tuve que elegir un instrumento fue la flauta traversa, que estudié bastante. Pero siguió como una vocación íntima o personal, reservada al ámbito privado, contrarrestada por la actuación, que fue tomando más estado público.

-Provenís de un ambiente artístico, pero, ¿por qué la música?

-Mi hermano es músico, mi hermana bailarina y mi madre se dedica a la danza -es coreógrafa-. Siempre se dedicó a la danza, así que en ese sentido era una casa que estimulaba mucho lo artístico en general. Mi vieja es tremenda lectora, entonces siempre estaban los libros, la danza, los discos o el teatro. Para mí, acompañar a mi vieja a ensayos o estar detrás del escenario fue algo muy natural, familiar y cercano.

-¿Cuál era la banda sonora de esos tiempos?

-Zitarrosa se escuchaba mucho, y como estamos hablando de los 70, mi familia -sobre todo mi viejo- tuvo y tiene bastante compromiso político, evidentemente todo lo que tenía que ver con los cantautores y la música popular latinoamericana… Violeta Parra, de la que incluyo una canción en mi último disco... Mi viejo escuchaba mucha música clásica, jazz, música brasileña: Egberto Gismonti, Chico Buarque.

-Un día repentinamente cambiaste la música por la actuación. ¿Por qué?

-Ojo, estamos hablando de procesos muy inconscientes y suaves, no eran decisiones vocacionales. A los 15 años se abrió un curso de teatro en el secundario y un poco por seguir a mis amigas fui, y fue muy revelador. Recuerdo bien ese momento, como un rayo que te ilumina y te dice que es lo tuyo. Por suerte, porque me ocurrió bastante temprano y me permitió conectarme con lo que estaba destinada a hacer. Hay veces que cuesta mucho encontrar ese camino y a mí me resultó bastante fácil.

-Y fue la actuación la que te devolvió a la música, mediante un espectáculo teatral con el que editaron discos, por los años 90.

-Claro, con Glorias porteñas, un espectáculo de teatro musical que me permitió reencontrarme con la música. En realidad son tres discos: el primer espectáculo se llamaba Recuerdos son recuerdos, con Rita Cortese, que tuvo su disco, y después vino Glorias porteñas, espectáculo hijo del anterior, que se extendió bastante, del que se editaron dos volúmenes. Hicimos varias temporadas y giras dentro y fuera de Argentina, viajamos muchísimo. Es un espectáculo muy recordado. En realidad, sí, fue de la mano del teatro y de la mano de un personaje, una cancionista de los años 30, al estilo de Libertad Lamarque o Azucena Maizani, que me subí a un escenario a cantar, y ésa fue otra de esas experiencias reveladoras.

-¿Cómo llegó esa propuesta? ¿Sabían que cantabas? ¿Te propusieron el trabajo como actriz?

-No, son todas cosas que me invento yo, son proyectos propios. Recuerdos son recuerdos nació porque con Rita Cortese compartíamos un elenco en el teatro San Martín. Nos conocimos ahí y pasábamos cantando en camarines, hasta que una de las dos dijo: “¿Por qué no hacemos algo con esto, ya que nos gusta tanto cantar?”. Se dio así.

-En 2007 editás tu primer disco solista, Canta...

-Sí, hubo una impasse en el medio. Quería seguir cantando pero pensaba que tenía que generar otro espectáculo, no me veía a mí misma en el rol meramente de cantante, que era mucho, y cómo era eso de subir al escenario solamente a cantar. Todo eso llevó un tiempo, hasta que empecé a trabajar un repertorio y así salió el disco.

-Está lleno de discos de actores devenidos cantantes fugazmente que posan ante las luces y se desvanecen, supongo que eso debería pesar...

-A mí me dio bastante vértigo, porque estaba acostumbrada a subir a un escenario con un personaje, con un guion, con un montón de situaciones, con un compañero que daba la réplica y cantidad de cosas que en un show musical no existen. En cuanto a la posibilidad de que fuera un disco o diez, que fuera el comienzo de algo o un fracaso total, estaba más ocupada en lo anterior. Son proyectos que salen de una pulsión irrefrenable de hacerlos, y no me paro mucho a pensar; viste que la cabeza es muy destructora. Igual me dejaste pensando en eso de “la actriz que saca un disco”, y era más de la época de las compañías, ¿no?, dónde encontraban a alguien que podía ser una figura, con cierto arrastre, que pueda vender, etcétera. Pero eso es distinto a que viva en el artista la necesidad de hacerlo. Lo que a mí me sostuvo desde el primer disco hasta hoy, y me sigue sosteniendo, aunque sea cada vez más -en parte- fácil, porque todo va aceitándose, son mis ganas.

-Empezaste estudiando música y te fuiste a la actuación. Arrancaste cantando tangos, te reconocieron con dos premios Gardel y te abriste del tango… Explicámelo.

-Sí, rebelde sin causa... tiene que ver con lo que venimos hablando, lo hago porque tengo ganas. Obviamente me importa que me vaya bien, que la gente concurra y compre los discos, pero si no está ese deseo y lo que lo sostiene, medio que se pincha todo. Para mí, quedarme quieta en un lugar sin poder explorar significa un poco pinchar el deseo. Es como el amor, hay que ir reinventándolo y agregando nuevos estímulos. Además, nunca me consideré una cantante de tangos, porque esto arrancó de la mano de un espectáculo. Tengo la suerte de tener una gran continuidad de espectáculos, por lo que me permito a veces ir agregando alguna canción nueva para un concierto. Podés tener algo pensado, pero siempre será más importante lo que te da el camino.

-¿Con el canto nace la composición?

-Sí, a mí siempre me gustó escribir y estuve relacionada. Lo que no había escrito nunca era una canción, que es otro cantar, y bien difícil. Tengo muchos referentes, por lo ecléctico de mi gusto musical, pero Chico Buarque me deslumbra como compositor. También muchos uruguayos: Cabrera, Roos, Drexler, Maslíah, de quien grabé “Biromes y servilletas”.

-¿Qué tienen en común la interpretación y la composición de un personaje?

-Mucho, para mí mucho. Cuando subo al escenario a cantar estoy actuando, lo cual no quiere decir que sostenga un mismo personaje a lo largo de toda la noche.

-Cada canción es un personaje distinto...

-Sí, siempre hay un personaje que sostiene, un ser otro. Cuando canto “Se dice de mí”, de Tita Merello, no soy ella, hago una cosa bastante distinta a lo que hacía ella, pero hay un personaje, hay algo. Por eso me gusta tanto hacerlo, porque me da un abanico de posibilidades interpretativas muy grande, justificativo también para ampliar el repertorio y salir del tango, para poder pintar con otros colores.

-¿Cómo repercutieron en tu carrera el Oscar a Mejor Película Extranjera por El secreto de sus ojos y el Goya como mejor actriz (2010)?

-Claramente, mucha difusión y proyección de mi trabajo, mi nombre y lo que hago. En el momento puntual, alegría y emoción.

-¿Pero repercute laboralmente?

-Laboralmente… sí, pero lo que sucedió en mi caso fue que justo había sacado mi segundo disco y estaba muy abocada, como ahora, al tercero, y en realidad todo lo que vino creo que lo capitalicé mas para el lado de la música. En los meses posteriores hubo todas esas fantasías hollywoodenses que a mí no me terminaron de cuajar… para hacer una mala película en Hollywood, mejor la hago en Argentina... Ojo, tampoco tuve nunca esa fantasía como actriz o esa proyección.