-¿Cómo llegó la muestra a Montevideo y qué hay en ella?
-Yo había ganado el concurso para la dirección del Museo Blanes, todavía no había asumido, pero yendo a reu- niones de los museos de la intendencia, Facundo de Almeida, el director del MAPI [Museo de Arte Precolombino e Indígena], me preguntó si tenía interés en traer a Montevideo la muestra de Botero. Obviamente me interesaba, y cuando asumí fue lo primero que planteé a la intendencia, que me dijo inmediatamente que sí. Yo argumenté que era una excelente propuesta en el marco de Montevideo Capital Iberoamericana de la Cultura: se cruzaban un artista colombiano, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires -que nos ofreció la muestra, abaratando los costos- y nuestra capital. Me pareció potente la idea y ha sido un éxito, en menos de un mes ya la visitaron 15.000 personas. La muestra está conformada por 50 piezas, todos dibujos, trabajados en distintas técnicas y soportes: telas y papel, grafitos, carbonillas, sanguina, acuarela, fibras, tintas. Algunos son lineales, donde la volumetría aparece mediante el manejo de la línea, y otros donde aparece con el uso de luces y sombras. Botero utiliza la perspectiva de manera muy interesante: es un figurativo que trabaja en el siglo XX y XXI, ya un poco a contramano de donde va el arte hoy, que construye un universo de personajes que está dando cuenta de las realidades de su entorno, de Medellín, pero de toda Latinoamérica también. Esa volumetría excesiva -sus célebres gordos y gordas- crea una caricatura de todo ser humano, no de individuos. Estos 50 dibujos están divididos en varios capítulos: toreros, violencias, naturalezas muertas, etcétera.
-¿Hay algunos elementos que diferencian especialmente los dibujos de Botero con respecto a sus óleos o estatuas?
-Sí, hay tres lenguajes bien distintos en él, todos manejados a la perfección, la pintura, la escultura y el dibujo, que a mí me interesa especialmente, también porque en el Blanes tenemos un enorme acervo de dibujos de artistas nacionales, restaurados y conservados con un gran trabajo hecho por Gabriel Peluffo, y que yo quiero exponer el año que viene en una gran muestra.
-Botero es una figura destacada, tal vez el artista latinoamericano más famoso del mundo en este momento. Sin embargo, tiene una faceta comercial, y por algunos críticos, incluso kitsch, ha sido cuestionada. ¿Qué piensa a propósito?
-Se habló siempre muy mal de los artistas que en vida hicieron plata, es como una condición sagrada: morirte pobre y ser famoso después. En internet se lee de todo, incluso que tiene vínculos con el narcotráfico y qué sé yo… Mirá, en todas las conversaciones que he tenido con gente de Colombia siempre sale que lo admiran, lo quieren, lo consideran un gran representante de su país, él mismo donó muchas obras a Colombia. Si ha comercializado su pintura, probablemente… es un señor muy rico, que también tiene una trayectoria muy larga. Yo pedí un catálogo a Buenos Aires antes de aceptar, miré las obras y me parecieron excelentes. Era importante traerla para los montevideanos y los uruguayos, de hecho mandamos invitaciones a todos los centros MEC e intendencias del país: venir a ver la muestra puede ser la ocasión para alguien del interior de organizar una excursión a la capital.
-¿Qué planes tiene para el Blanes a mediano plazo?
-A mediano plazo quiero abrir las visitas a los liceos y a los bachilleratos artísticos, no sólo a las escuelas, vale decir, abrir el museo a los jóvenes. Si no hay motivaciones extraordinarias, en general las manifestaciones artísticas a los jóvenes no les llegan. En cuanto tú les empezás a ofrecer algo, ellos inmediatamente abren los ojos y les encanta, son como esponjas. En general, quiero continuar con el tema de la comunicación, para recolocar el museo Blanes en la ciudad y el país. Mostrar todo el trabajo que se hizo durante la gestión de Peluffo, cada año generando importantes exposiciones, como la que mencioné para 2014, de obras sobre papel. Quiero desarrollar un vínculo con la Universidad de la República, abrir las puertas a los investigadores, en arte, sociología y otras materias. Generar intercambios entre intendencia y facultades no es un problema. Mi facultad -yo soy docente en Arquitectura- ya lo hace y ha salido bien. También quiero tener cursos de varias disciplinas en el Espacio Barradas, que forma parte del museo y es un espacio precioso, llamando a docentes uruguayos y extranjeros.
-¿Y a largo plazo?
-Me gustaría intervenir el edificio, pero haciendo un plan estratégico de intervención. El edificio es una villa palladiana muy linda, que en 1930 fue comprada por la intendencia y ampliada por Eugenio Baroffio, con dos salas ya pensadas para fines museales. Es un edificio patrimonial y hay que mantenerlo, respetándolo. Ahora, por ejemplo, me hicieron una propuesta para la accesibilidad; es una planta simétrica y es todo un tema ponerla sin alterar la simetría. Me gustaría trabajar con las galerías laterales, que están un poco desperdiciadas. Hay que trabajar en la parte estructural; ya le pedí al Instituto de la Construcción un informe y hay que hacer un nuevo almacén de acervo, lo que tenemos no alcanza. Después, obviamente, hay que mantenerla, porque es una construcción antigua, aunque en general se encuentre en muy buen estado. Antes de montar la muestra de Botero repintamos de blanco todas las paredes; eso le dio al museo una luminosidad diferente, al menos por un tiempo. Ya tuvo un período largo de paredes de color y le quise dar un período de “cubo blanco”.
-¿Inauguran pronto la biblioteca?
-Sí, el 3 de octubre, previo al Día del Patrimonio. Va a ser una biblioteca de arte latinoamericana. Estará en el Espacio Barradas, en ella hay una colección especial, focalizada con el arte de América Latina, que tiene que ser el motivo para venir a la biblioteca Blanes: para que los investigadores del tema tengan un espacio donde saben que van a encontrar material que no encuentran en otras bibliotecas.
-En términos más generales, ¿qué desafíos enfrenta la institución museo al principio de este tercer milenio?
-Creo que la institución museo se ha visto favorecida por las nuevas comunicaciones electrónicas. Tengo un proyecto para ir escaneando las obras, para que tu equipo, el celular, el iPad, lo que sea, las lea y te brinde información adicional sobre ellas. Todo se vuelve más participativo. Además es un lugar de encuentro muy importante: lo que hay que hacer es difundirlo. En Uruguay hay poca difusión cultural y la que hay está escondida. Con la muestra de Barradas antes y ahora con Botero se empezó… la idea es salir a la ciudad, que la gente se entere y le vengan ganas de ir a ver lo que está expuesto en los museos. Hay un retorno de la gente a los museos, que pienso que quizá se deba a lo que te decía sobre la interactividad, los niños por ejemplo vienen acá con sus ceibalitas y “trabajan” con las obras. El espectador tiene una relación que no es simplemente la del simple observador, sino que puede tener una actividad más internalizada con el propio autor, con la obra. Recién hice un viaje a Europa y vi varios museos y están trabajando mucho sobre el tema de la comunicación. Ya la obra de arte es comunicación en sí misma y en la era de la comunicación hay que potenciar la cosa.
-Me imagino que el Blanes dará amplio espacio al arte uruguayo actual, y usted tomó el pulso trabajando con varios artistas en Dodecá. ¿Cómo ve la situación artística contemporánea del país?
-Claro, el Blanes expondrá muchos uruguayos, por ejemplo en marzo va a abrir una muestra, fruto de una estadía en la ciudad, que mezcla uruguayos y extranjeros, un intercambio. Tengo prevista una retrospectiva de Dumas Oroño. Por lo que concierne a la expresión artística uruguaya en este momento, la hay como siempre: muy buena, más o menos y muy mala. No soy de las personas que piensan que se han acabado determinadas expresiones, creo que todas tienen su validez, siempre y cuando sean de calidad y comuniquen. No me parece un momento particular, estamos, diría, en un momento horizontal, no hay grandes picos, pero tampoco hay grandes bajones.