-Estás preparando una actuación en un lugar donde no es muy común que toquen músicos de tropical. ¿Por qué la Zitarrosa?

-En realidad, todo empezó al pedir la colaboración de la Intendencia para que me cediera la Sinfónica para tocar por mis 25 años de carrera. Eso se trancó; no es fácil. Parece que la música tropical no está a la altura, porque la cedieron con cada género musical de los que hay en Uruguay: tocó con bandas de rock, murgas, canto popular, músicas de películas, temas de Zitarrosa, tango, candombe; todo. Lo único que faltaba era la música tropical, por eso surgió lo de la sala Zitarrosa. En realidad, no estaba preparado para hacer un teatro. Estaba preparando un disco en vivo para fin de año, con músicos invitados, una banda importante con arreglos, con temas nuevos y viejos. Pero en el medio, para calmar un poco las aguas, me dieron una Zitarrosa cuando pedí la Sinfónica... Es un lugar prestigioso, lindo de ir, al que la música tropical no había accedido, pero me parece que me la dieron para que me quedara un poco quieto.

-De la actuación va a salir un disco, más allá de que ya estabas grabando otro. ¿Van a editar dos?

-Sí, uno en vivo y otro de estudio a fin de año. Con la gente de Montevideo Music estamos haciendo un disco de temas viejos y nuevos. Eso se está trabajando con tiempo, sin apuro; queremos tener todo bien hecho, los arreglos bien ensayados y después grabarlo. Yo no soy un tipo que me apuro mucho en grabar. El último disco es de 2007, así que te podés hacer una idea. Tengo la ventaja de haberme iniciado con Karibe con K, lo que me dio el empujón para una buena carrera que ya tiene 25 años; la gente sigue pidiendo esos temas viejos. Lo nuevo está bueno, son desafíos, uno quiere evolucionar, va metiendo cosas distintas con cada proceso. Uno va cambiando con los años y va viendo la música con la madurez que uno tiene. También pasa que los años van cambiando tu manera de ver las cosas, y eso se plasma en los discos. Los temas nuevos son para transmitir cosas nuevas: aunque si es por cuestiones netamente comerciales no necesitaría ni grabar, siempre es bueno brindar cosas nuevas. Me he tomado unos impasses bastante largos, porque en Uruguay la cosa es medio difícil. No me cuesta grabar un disco porque no pago estudio, pero cuesta estar en todos lados, es decir, estás todo el fin de semana trabajando y después tenés lunes, martes y miércoles para producir y ya el jueves te cae de nuevo el fin de semana. Es difícil hacer familia, producir un disco, actuar el fin de semana...

-En este disco volvés a trabajar con Carlos Fernández.

-Tengo la suerte de contar con él, que es un gran autor y me da material para hacer cinco discos si quisiera. Siempre me da material que lamentablemente va quedando guardado. Pero creo que llegó el momento. Tengo ganas, que es lo importante, y se dio lo de la Zitarrosa. Por otra parte, estamos trabajando con este sello en el que trabajan muy bien y están acostumbrados a grabar en vivo. Estamos ensayando casi todos los días; es un desgaste importante pero lindo.

-La piratería y la circulación de temas por internet parecería ser más fuerte en la tropical que en otros géneros. ¿Les rinde a quienes están en ese ambiente grabar un disco?

-Creo que si grabar un disco no fuera negocio el sello no bancaría tantos gastos. Con Karibe grabé siempre en Sondor; cuando grabé mi primer disco con Montevideo Music gastaron más de 5.000 dólares en estudio, sólo porque yo quería grabar en Sondor. Es decir, teniendo su propio estudio pagaron para alquilar otro para que yo grabara. Les tiene que redituar: no creo que gasten ese dinero porque sí, sumado al armado del disco, la carátula y demás gastos.

-Con Karibe con K grababan más de un disco por año y ahora como solista casi no grabás. ¿Qué ha cambiado?

-En Karibe grabábamos un disco cada tres meses. Uno tiene que tener la tranquilidad y la cabeza abierta a los cambios, si no tenés que bajarte. Hay muchos que no se adaptan, orquestas muy tradicionalistas que mueren abrazadas a la bandera diciendo que el tiempo pasado era mejor, y son los nostálgicos de siempre que no ven que uno tiene que moverse según se mueva la realidad. Yo creo que soy un sobreviviente. Me adapto a los tiempos porque vivo de esto, me encanta lo que hago y quiero vivirlo plenamente, disfrutando. Si estás siempre renegando no te queda otra que bajarte. Hay muchas orquestas que en el momento en que nosotros debutábamos con Karibe con K eran fuertes, mataban, y hoy las ves desgastadas y no les importa salir bien, en buenas condiciones a dar su espectáculo. Uno se pregunta qué les pasó; pienso que también es parte del desgaste. En nuestra movida es difícil vivir de esto, entonces tenés que trabajar de otra cosa y además hacer diez o 12 toques por fin de semana para que te rinda; es un desgaste brutal. Eso va haciendo más difícil grabar un disco, y además yo estoy más tranquilo con respecto a ese tema.

-¿Cómo recordás esos tiempos discos con Karibe con K?

-Los tiempos de grabaciones con Karibe eran espectaculares. Vamos a partir de la base de que nosotros venimos de la época del análogo, es decir, no había nada digital, entonces no había tanta piratería o era más difícil hacerla. Pero nosotros, además, no les dábamos tiempo a piratear porque cada tres meses sacábamos algo, o sea que mientras copiaban uno ya teníamos otro en la calle. Era brutal el despliegue de marketing, distinto de lo que se hacía. Al grabar tres o cuatro discos con Karibe quedaban muchos temas relegados, porque no se podían difundir todos a la vez, y eso te da la pauta de que quedan temas buenos casi desconocidos para seguir trabajando incluso hoy. La gente sigue descubriendo hasta hoy temas de Karibe que no eran tan promocionados.

-Y vendían muchos discos...

-Yo no viví nada igual a esa época. Vendimos muchísimo, tenemos más de 25 discos de oro, como nueve de platino, como cuatro o cinco doble platino. Cuando salía uno nuevo ya era disco de oro por las reservas, antes de que se pusiera a la venta. Era brutal y era muy rara toda la ola que se fue generando. La euforia era difícil de creer, parecíamos artistas extranjeros: teníamos que andar con seguridad arriba de un micro, no podíamos bajar a los bailes, andar por la calle. Tuvimos la suerte de contar con Eduardo Rivero, que en materia de marketing era un visionario. Parecía que estaba viendo un año o dos para adelante, en 1989 titulamos un disco La generación del 2001 y otro Amos del futuro. Rivero nos anunció todo lo que pasó, que no íbamos a poder andar por la calle. Nos costó, teníamos que andar en taxi para todos lados. Creo que también sirvió para dejar esa chispa, el fuego siempre prendido a fuerza de aparecer poco. En esos tiempos era soltero y vivíamos cosas completamente locas. De repente iba a comprar un pantalón y me lo regalaban.

-No debe de haber sido fácil el cambio que generó esa euforia en tu vida personal.

-Te cuento unas anécdotas sobre eso. Rivero tenía un programa en la radio, que todo el mundo escuchaba, en CX 12 -en esa época todavía la tropical no llegaba a la FM-, que se llamaba Salsamanía. Y de repente anunciaba de la nada: hoy cerramos 18 de Julio porque toca Karibe con K en la Plaza de los Bomberos. Nosotros pensábamos que estaba loco y después tuvimos que cerrar la calle porque se llenó todo. Sin estar preparados, una vez no teníamos ni escenario y se empezó a poner peligrosa la cosa. Agarré a una gurisa y le pedí que hiciera como que era mi novia y nos dejaron tranquilos. Entonces yo caminé buscando un taxi, caminé tanto que llegué hasta el Palacio Legislativo, y en un momento había como 600 personas atrás de nosotros, que no nos decían nada ni nos molestaban, sólo caminaban atrás. La segunda vez que lo hicimos los bomberos nos prepararon un escenario. Tocamos y se empezó a complicar la cosa, hasta que al pianista se le ocurrió, para salvarse ellos, tirarme para abajo. Casi me matan. Empecé a hacerme camino empujando y me metí en el bar de Minas y 18, y cuando me di vuelta vi un malón de gente corriendo hacia mí. Me metí en la cocina, los dueños cerraron las puertas y la gente se empezó a agolpar, hasta que al final abrieron y se metieron en los baños, dieron vuelta algunas mesas de tantos que eran. Pobre la gente que estaba comiendo. Me hicieron un cordón policial para que pudiera irme. Eso fue en 1991, por ahí.

-En los últimos discos te volcaste un poco más hacia la cumbia romántica. ¿Este nuevo disco continúa esa tendencia?

-Yo me identifico con lo romántico, me gusta. También te identifica la gente. Cuando existía Karibe con K, cada cantante tenía su palo definido: Yesty era más salsa, Fata era lo pachanguero, y Miguel y yo íbamos para lo romántico. Uno quería seducir, pero lo hacía desde otro lado, más de gurí; ahora seduzco desde un lado no tan sexual. Pero no nos quedamos en eso. Hemos grabado temas sobre los niños de la calle (“Héroes”), sobre la emigración (“Cristóbal Pérez”) o sobre el Cerro (“Mi barrio”), porque es imposible no ver las cosas que pasan a tu alrededor y quedarte encerrado en el romance. Si bien nunca descuidamos las melodías, lo musical. Igual es una denuncia social, no tan política como podría ser, por ejemplo, la de Rubén Blades.

-¿Cómo ves la música tropical hoy?

-Muy pobre. No sé qué pasa, pero después del pop latino hubo muchos directores que se quedaron en ésa. El pop latino fue un momento en que la música tropical pasó de bulevar Artigas hacia el Centro. Ese público nuevo no tenía tanto sentimiento con el género, sólo quería bailar y disfrutar de un show, no veía orquestas en vivo porque iba a discotecas, y por un momento fue la fiebre del oro. Los boliches empezaron a llevar orquestas y no estaban interiorizados en la interna de la venta de la música tropical, donde con cada dueño de boliche hacés un trato distinto, por historia, por la forma en que venís trabajando con él; hay más regateo. Pedíamos mucha plata y la pagaban. Entonces todos apuntaron para ahí, y si no estabas en ese palo no laburabas. Yo estaba en L’Autentika y me acuerdo de que tuvimos que variar un poco el estilo para poder trabajar. Después se cayó, pero quedaron muchos que pensaron que ése era el camino. No importaba el contenido, se hacía con una máquina, las letras no importaban, sólo importaba bailar. Cuando la gente de esos boliches se aburrió se cayó todo y quedaron 1.000 locos boyando, con muchos gurises que habían aprendido a tocar eso, que no sabían hacer otra cosa, y muchos de ellos son los que están haciendo música ahora. En un momento Borinquen quedó tecleando, como que no funcionaba, pero siguió en la suya y hoy está sonando bárbaro y se mantiene vigente.

-No parece haber una renovación. Si uno repasa nombres son casi los mismos que hace 20 años...

-No hay una renovación. La cabeza detrás de lo que se produce no es buena. Hay gurises que cantan bien pero están mal producidos, con grabaciones desafinadas. Yo, incluso hoy en día, necesito que me dirijan cuando canto, pero el que me dirige tiene que entender y saber de afinación. Hoy no importa el producto, no se busca la perfección. Antes tenían una camiseta con una orquesta y aprendían lo más que podían, las orquestas tocaban con partitura, todos los músicos leían música.

-¿Qué te gusta escuchar de la música tropical uruguaya?

-Casi no escucho tropical uruguaya de hoy, a veces me caliento y apago. Además, cuando llego a casa no quiero más que silencio, muchas veces. De las viejas hay orquestas increíbles. Yo me crié con orquestas que se mataban por sonar en vivo y bien. Orquestas gigantes, cada una con un sonido propio. Desde afuera del baile ya sabías quién estaba tocando, si era Combo Camagüey, Cienfuegos, Antillano, Borinquen, Maracaibo... Por suerte viví esa época.

-Se volvieron a juntar con Karibe para actuar cada tanto. ¿Cómo estás viviendo ese regreso?

-Ahora estoy un poco más acostumbrado, pero al principio me sentía raro porque la gente nos aclamaba como antes, a pesar de que estamos más gordos, pelados, viejos. Es una alegría volver a los pasitos, a los viejos códigos; la magia sigue existiendo. Lo que hicimos bien no se rompió, porque cuando hacés lo mejor posible eso da frutos. Hacer lo mejor es el camino más largo, lamentablemente muchas veces se busca el camino más corto, el de tener todo ya e invirtiendo poco tiempo y sacrificio. Cuando grabábamos con Karibe yo me iba a dormir con el pianista al hotel que quedaba al lado de Sondor porque no llegaba a dormir a mi casa. Grababa, me tiraba un rato y me despertaban para salir a tocar. Hacíamos 25 toques por fin de semana y entre semana grabábamos, era tremendo. Yo me volvía en mi auto después de los toques y muchas veces le avisaba a mi mujer que tenía que parar a dormir en el auto porque no llegaba. Pero lo bueno es que todavía siento lo mismo que en esa época; por ejemplo, después de tanto tiempo me sigue generando ansiedad grabar un disco, las noches previas no puedo dormir, y esa ansiedad es linda.

-¿Has pensado en parar en algún momento?

-Lo pensé, pero la verdad es que no he encontrado la forma de poder vivir de otra cosa y mantener a mi familia. Me gustaría hacer un show cada tanto, espectáculos grandes, me gustaría también producir orquestas, armar un estudio, yo qué sé. Pero cuando me subo al escenario me viene una adrenalina bárbara y cambia todo; descubrí que no me doy cuenta de que pasa la vida y el tiempo cuando estoy arriba del escenario.