Dandy, el príncipe de las murgas, es una gran apuesta, inspirada en Hamlet, que reúne distinas personalidades de la escena montevideana, como Pinocho Routin, Tabaré Ley-
ton, Tabaré Rivero, Martín Inthamoussú y el joven Andrés Lazaroff. Esta operita de dos actos fue escrita por el poeta y tanguero uruguayo Horacio Ferrer, radicado en Buenos Aires desde hace décadas. la diaria conversó con Alberto Magnone -compositor musical- y Fernando Toja -director-, sucesivamente, mientras se alternaban para presenciar el ensayo general de este numeroso espectáculo, que reúne a más de 40 artistas en escena, y que irá del 26 de enero al 5 de febrero en la sala Adela Reta.

-En un principio, Dandy se había pensado estrenar en 2007, con la mayoría del equipo actual.

Alberto Magnone: -Muchísima gente es la misma, porque en realidad el equipo se había formado en ese momento. Por un tema de financiación, ya que es una obra bastante compleja y costosa, no pudimos estrenar. Pero ya estaba en pie la planificación de la obra y el equipo formado, que casi se mantuvo en su totalidad. Probablemente porque las personas que convocamos se habían sentido entusiasmadas por el proyecto y siempre seguimos en contacto. Como es una obra que hicimos junto a [Horacio] Ferrer, el más interesado en estrenarla, en principio, era yo. Al final logramos hacer coincidir la disponibilidad del teatro en esta fecha y que fuera viable, porque -entre ensayos y funciones- ocupamos esta sala, prácticamente la más importante de Uruguay, casi un mes. Por suerte, a nuestro amigo Gerardo Grieco le gustó el proyecto. Tenemos mucha gente que nos ayuda, cuestiones que para una obra de esta envargadura es necesario resolver.

-¿En qué quedó aquel acuerdo de intercambio entre Mauricio Macri y Ricardo Ehrlich, que incluía el estreno de Dandy?

AM: -No tengo la menor idea. En verdad, hacía tiempo que no pensaba en esto. Fue una idea, pero de las ideas a la realidad hay muchos terrenos. Era porque se iba a firmar una especie de convenio cultural entre Montevideo y Buenos Aires, que involucraba muchas cosas, no sólo el Dandy.

-Fernando, en esos años te sumaste al proyecto como director.

Fernando Toja: -Cuando leí la obra me encantó, además de que me gusta muchísimo Shakespeare. Nunca te deja de sorprender, no sólo por los contenidos, sino también por su teatralidad y la sensibilidad de la acción. Ferrer hizo una maravilla, porque además encontró un discurso propio, de un nivel poético increíble. Vemos la misma profundidad en cuanto al tema de la indecisión, de lo que uno piensa, desea o siente; es una acción que lleva a la humanidad a frustraciones y a conflictos, en este caso trágicos, ya que tanto Dandy como Hamlet no terminan diciendo por sí mismos. Dilatan y dilatan, y se los tragan las propias consecuencias. Con el consejo a los actores, como ejemplo de paralelismos -ya que en Dandy los textos son exclusivamente de Ferrer-, hace un texto de una vigencia contemporánea increíble, que deberían pegar en todas las escuelas de teatro. Enseguida me enamoré del proyecto, la música me pareció fabulosa. Además, hace muchos años que tengo zafra carnavalera y me encanta ver espectáculos cantados, pero teniendo bien claro que esta obra no es del carnaval del Teatro de Verano o el Velódromo: acá se toma la esencia de un estilo, de una identidad propia, para contar otras historias. Así como Murga Madre prácticamente es un [Samuel] Beckett, acá contamos una historia que está muy alejada de lo que es el folclore del carnaval, que ya cuenta con un ámbito natural, el tablado, salvo aquella obra de [Mauricio] Rosencof, que puso a la murga como un coro clásico. Pero, después, no ha resultado nunca. Aquí lo que se hace es una síntesis y se utiliza un lenguaje expresivo en el que la identidad musical son fusiones, que alternan una milonga, un tango, una marcha camión. Los personajes son de corte clásico, pero están sumidos en la contemporaneidad. Está la famosa película Orfeo negro, o la [obra teatral] Gota d’Água, de Chico Buarque y Paulo Pontes, que en verdad es Medea. Acá se da un poco eso, con el vuelo y la pluma surrealista que tiene este poeta, que no deja de asombrarme. Además, Ferrer es muy estudioso de Shakespeare, lo tiene de taquito, porque ha escrito mucho sobre él.

-Se dice que Ferrer escribió María de Buenos Aires acá, y, paradójicamente, el Hamlet montevideano allá, mientras lo retenía una gripe.

AM: -Sí, no sé cómo averiguaste eso, pero es tal cual. No lo hubiera podido escribir si no se hubiera agarrado esa gripe, tiene muchísimas actividades y una agenda muy compleja. Si bien él siempre está escribiendo, al Dandy lo escribió de un tirón, cuando pudo desligarse del mundo real. Después, yo tuve que componerle la música. Me llevó un año orquestarlo, asignar cada instrumento y personaje y decidir dónde iban los coros. Además, nos conocíamos musicalmente pero de forma reciente, y con la distancia geográfica. Entonces, a medida de que iba haciendo la obra, le iba mostrando fragmentos y escenas. En general, quedó todo tal cual lo compuse, salvo modificaciones mínimas. Por eso me pidió que escribiera con él, ya que las cosas que yo hacía se adaptaban muy bien a sus formas de escribir; el espíritu de esta obra concreta, que es montevideana y tiene música de acá, debía tener un tinte de esta ciudad, musicalmente hablando.

-Al final terminaron haciendo algo de “largo aliento”, como te dijo Ferrer alguna vez en el Tortoni...

AM: -¿Sí? Yo no sé si es de largo aliento. Es una versión muy libre de Hamlet. Para empezar, ni los personajes se llaman Hamlet, ni es un príncipe europeo, ni las palabras son las mismas. El texto es de Ferrer y no de Shakespeare. Es una historia que tiene sus complejidades. Poder contarla completa, digamos, lleva un tiempo. Yo te la puedo resumir en dos minutos, pero verla en el escenario, que los personajes sientan cosas y desarrollen la historia lleva un tiempo. Todo dura entre una hora 50 y dos horas, con un descansito en el medio.

-A priori, la estética del carnaval parece irle bien a Hamlet.

AM: -Porque la vestimenta se ha vuelto cada vez más sobria en general -no en un cantante de rock, por ejemplo- en comparación a otros tiempos. En la Francia del siglo XVI, los que usaban las pelucas blancas eran la nobleza, la gente común andá a saber cómo se vestía. Pero lo que nos ha quedado son vestimentas bastante ornamentales y bastantes decorativas, justamente lo que tiene el vestuario carnavalero; exuberancia que posibilita que a uno le guste ir al tablado para ver cómo se vistió tal murga. Porque en realidad es un tema festivo, el carnaval es una fiesta, aunque para mucha gente sea su trabajo también. La fiesta de carnaval tiene como origen que durante tres días la gente se olvidaba un poco de las reglas y los pesares de la vida cotidiana para divertirse y olvidarse de la realidad, o pasar a otra. Esta obra sería eso, tratar de recrear una realidad a partir de Shakespeare y del carnaval de Montevideo, donde transcurre esta historia. Por supuesto que es una idea totalmente imaginaria y un poco surrealista. Pero así también es el mundo de Ferrer, entre surrealista, tanguero, barriobajero, con su lado culto, como las referencias a Shakespeare y a la música culta. Dandy es una mezcla de distintos mundos, pero a la vez es un gran afiche de Montevideo. Si alguien le quiere mostrar a un extranjero qué es culturalmente Uruguay, le podés mostrar esta obra y tendrá una idea bastante aproximada de cómo es la música, los personajes y la idiosincrasia del montevideano. Justamente por eso Ferrer eligió esta obra, porque cree que el montevideano se parece a Hamlet, al ser melancólico, dubitativo y noble. Dubitativo porque no es muy arriesgado, y noble porque tiene ese culto a la amistad y a los valores, que a veces son un poco nebulosos, pero siempre están allí. Esto sería por qué Hamlet se vino a Uruguay.

-Se convierte en una suerte de retrato.

AM: -Sí, un retrato de Hamlet, pero con las vestiduras montevideanas.

-Si bien vos, Fernando, tenés una larga trayectoria en carnaval, venís del teatro, lo que debe ser un buen aporte.

FT: -Claro, porque no dejan de ser personajes de una estatura épica muy profunda. No actúan -porque son personajes clásicos- desde la horizontalidad, no hay psicología o emotividad posible. Estos personajes accionan desde la pasión, tienen una relación vertical con el cielo y con la tierra. Las cosas suceden por un designio y ellos cursan la vida. El gran tema es tomar decisiones; unos toman decisiones hacia la ambición o hacia las pasiones, los sentimientos bajos, y otros hacia lo sublime. Por eso, en la actualidad, algunos de estos textos, bien hechos en el teatro, te transforman, de alguna manera, porque te están hablando desde la esencia humana. Y además con humor, porque este tipo de teatro tiene mucho juego. Tiene el desafío de que es cantado, hay partes habladas, pero son mínimas, y una plataforma muy fragmentada, en la que hay muchos componentes: cantantes líricos, de murga, de rock, y ocho músicos en vivo: en total estamos hablando de 40 personas, más los que están atrás.

-Y con Ruben Rada como uno de los personajes.

AM: -Realmente para nosotros fue un gran estímulo, y estamos muy agradecidos de que una institución de la música uruguaya haya accedido a compartir esto con nosotros. Él hace un personaje muy interesante y divertido: es el rey del carnaval de Río. Se encuentra en el aeropuerto carioca con Dandy [Pinocho Routin], que va de viaje a Brasil, dialogan y cantan juntos una canción. En Hamlet también sucede este viaje, cuando viaja de Dinamarca a Noruega, un país limítrofe. Hay una correspondencia en la acción, y va más o menos por los mismos motivos, se lo quieren sacar de encima porque está diciendo cosas que no les conviene. Sólo que esta versión es mucho más divertida, porque está Rada como rey del carnaval. Aspiramos a que esto, además de incluir cuestiones sobre Uruguay y las cosas que hemos pasado, no deje de lado el humor.

FT: -Con Rada hemos tenido pocos encuentros. Tiene un papel breve pero muy importante, en el que hay que trabajar su naturaleza y su espontaneidad. Mi rol es seleccionar y estimularlo. La verdad es que es muy profesional y es un plus poder contar con él.

-Debe de haber sido un desafío dirigir a más de 40 artistas en escena.

FT: -Sí, sobre todo porque son de diferente palo. Actores profesionales, por ejemplo, son sólo cinco. La cuestión es que puedan actuar, desde su escena, como cantantes. La idea es tomar esa naturaleza y enseñarles las herramientas y el lenguaje que no tienen, porque esas técnicas se adquieren. Con Pinocho, por ejemplo, ya es la tercera vez que trabajamos juntos. Pero hubo sorpresas en el elenco, como en el caso de Andrés Lazaroff.

-¿Creen que hoy en Uruguay se ha vuelto más fácil vivir del arte, o continúan las grandes dificultades?

AM: -Es distinto. Había cosas, cuando comencé, que eran mucho más fáciles, en el sentido de que había todo un circuito laboral: a los músicos los tomaban en orquestas, que ya tenían sus lugares para tocar, y había también clubes nocturnos en los que se tocaba determinada música. Ahora, si querés hacer algo que tenga cierta cuota de creatividad o innovación, es difícil. Hoy existen otros circuitos, el Estado tiene más intervención por medio de programas como los Fondos Concursables. Y más en este momento que vive Uruguay, que es muy bueno económicamente. Además, cuando yo empecé, la música popular se estudiaba muy poco. En general para aprender se iba a ver a otros músicos, y a veces se iba a tomar clases, pero no era una cuestión formalizada. Yo fui estudiando con distinta gente y empapándome de lo que hacían, y preguntando mucho, también leyendo libros. A medida que me fue gustando, fui estudiando más por mi cuenta, y también lo hice en Argentina y Barcelona. Después me dediqué a la docencia, porque también es un medio de vida.

FT: -Creo que continúan las dificultades de siempre. Nuestra generación fue la primera que empezó a optar, porque los demás decían que del teatro no se vivía. Yo fui bancario y renuncié cuando egresé, pensaron que estaba loco.

-Alberto, venís de una familia de músicos, fuiste alumno de Miguel Marozzi y en en 1968 empezaste tu carrera profesional en McGill Clan...

AM: -Sí, evidentemente tiene mucho que ver que en mi familia fueran músicos, influye en las decisiones que uno toma. Siempre me gustó la música, la escuchaba desde niño en mi casa, y es algo que va permeando sin que te des cuenta. Y un día, uno decide ser músico. Porque también es una decisión. A mí me gustan muchas cosas, como la ciencia y la química, a las que casi me dediqué a estudiar. Lo que no me gustaba mucho era “trabajar”, pensando en una rutina de oficinista. La música tiene muchas cosas buenas y malas, pero no es rutinaria.

-Vos, Fernando, sos de la escuela del teatro Circular, y, entre otras cosas, fundaste con Jorge Esmoris la movida del Teatro Joven, en 1981; siempre estuviste vinculado a la escena independiente.

FT: -Sin duda. Trabajé 20 años en el Circular y fue una de las etapas más felices de mi vida. Además de divertirme aprendí muchísimo, no sólo con los docentes, sino con el teatro de calidad que se hacía; aprendí mucho mirando. Estaba la escuela y además teníamos un seminario de dramaturgia y dirección, que coordinaba Omar Grasso. Lo paradójico de esta etapa feliz era la oscuridad que vivía el país. Por eso, cuando me plantearon hacer la última puesta en El Galpón [La fiesta, en el aniversario de los 40 años del golpe de Estado], no lo quise encarar ideológica o políticamente, porque no es mi palo, y además pensaba mostrar otra cosa. Es mucho más vasto el tema, y se conecta también con esta obra. Creo que, en estos momentos, estamos viviendo una muy buena etapa, ya que encontrar una identidad expresiva no pasa por ser uruguayo o por trabajar con un autor nacional.