-¿Cómo definís lo que hacés?
-Como música bailable rural, música del interior, más que nada del norte y de tierra adentro. En pocas palabras, folclore de raíz tradicional, con toques modernos.
-Hay una palabra que sobresale y es “bailable”; hablemos de eso.
-El espectáculo en vivo es bailable de comienzo a fin, con mucho canyengue y mucha acordeona, pura música pa’ las patas. Yo no considero que haga canto popular; hago canto folclórico, más allá de que crecí -tengo 30 años- escuchando canto popular y canciones con raíces en tierras del interior, también con mucha denuncia social, como tuvieron el canto popular y esa corriente de [Daniel] Viglietti y [Alfredo] Zitarrosa, que era más de la capital.
-¿Cambiaron el folclore y su escena?
-Hubo un cambio, quizá de diez años a esta parte. Percibo que la gente va en busca de otras cosas a los festivales, a divertirse, por ejemplo, más allá de que está aquella quien le gusta sentarse a escuchar a su cantor preferido. Pero la gente va con otra cabeza, a distenderse y salir de la rutina. Da la impresión de que ya no se sale a buscar que canten “nos cagamos de hambre y no tenemos pa’ pagar la luz”. Creo que los festivales están apuntando más a eso, a la diversión y la distensión. Ojo, igual dentro de mi repertorio hay canciones con ritmos bailables que tienen textos comprometidos. Va todo enrabado, por más que hay canciones superficiales que sólo apuntan a divertir.
-Pero sigue existiendo una brecha profunda entre el interior y la capital...
-Sí, a mí me ha costado tremendamente entrar a Montevideo, más allá de que vengo seguido al boliche Cimarrón y al Prado, pero siempre a cantarle a un público de afuera. Hace dos discos que integro Montevideo Music Group, que es uno de los sellos más fuertes de la capital, y aun así ha costado mucho llegar al público, a la prensa, a todo... También es cierto que hay música capitalina a la que le cuesta enormemente llegar a los lugares a los que yo llego. Quizás ahora Tabaré Cardozo o Emiliano y el Zurdo tengan más presencia en los festivales a los que asiste mayor cantidad de público. Pero la sala Zitarrosa es el lugar más importante en el que uno se puede presentar. Salvo Larbanois-Carrero, Pepe Guerra y Pablo Estramín, que en su momento llenaron el cine Plaza, los demás son espacios chicos, reducidos.
-Sin embargo, el circuito de festivales del interior es cada vez más grande.
-Sí, se está abriendo más y hay más festivales. Se está apostando más a la calidad y a los festivales masivos.
-¿Y da para vivir? ¿Qué promedio de actuaciones tienen ustedes?
-De ocho a diez actuaciones por mes, aunque en junio y julio bajan bastante. El año pasado terminé con más de 90 actuaciones, algunas en festivales para 30.000 personas y otras en escuelitas rurales, en el medio de la nada, para 2.000 personas.
-¿Sabés lo que es llevar 2.000 personas en Montevideo?
-Obvio, no existe comparación, y capaz que te reditúa más ir a esa escuela que venir a la Zitarrosa, a la que venís para decir que estuviste. De todos modos, es uno de los planes que tenemos para presentar el próximo disco. Para el cantor del interior es una meta llegar al espacio del folclore en la capital. Igual a mí me queda medio país por recorrer, y sé que Montevideo va a costar horrores.
-Pero ya anduviste por el exterior.
-Sí, el mes pasado estuve en Brasil, por ejemplo, y fue buenísima la experiencia. Debe haber sido la sexta vez que iba, pero antes lo había hecho con otras propuestas. Iba con la guitarra a cantar canciones de Los Olimareños o Zitarrosa, porque era lo que pedían (Pepe Guerra es un ídolo en Rio Grande do Sul), y esta vez fui con mi banda a mostrar mis canciones en un festival masivo.
-Según Lauro Ayestarán, el folclore no reconoce fronteras políticas, las regiones folclóricas no se ajustan al territorio de los países. Como rochense, ¿no estás más entre los tuyos tocando en São Gabriel que viniendo a Montevideo?
-Totalmente, allá te dan más bolilla y te aceptan más que viniendo aquí, y eso que está la diferencia del idioma, más cuando uno canta este tipo de cosas, con términos que no son comunes, que son jerga o lunfardo. Además, me nutro y escucho mucho de las músicas de allá, aprendo mucho de ellos. Para mi nuevo disco tengo de invitados al dúo integrado por César Oliveiro y Rogélio Melo, y a Luis Marenco, que son dos de los íconos más importantes que tiene la música gaúcha de Rio Grande.
-Tenemos mucho en común.
-Les gusta mucho de nuestra música y nosotros no les damos mucha importancia. Cuesta muchísimo verlos en nuestros escenarios. Acá se pagan disparates a los argentinos, que vienen a llevarse la guita: el Chaqueño, Soledad, Los Nocheros o cualquier otro se llevan la plata en carretilla, por el idioma y porque está el marketing constante de la televisión, y se ven más algunos programas argentinos que los uruguayos.
-¿Y qué pasa con los festivales de folclore y la “apertura” estilística? ¿No se está agrediendo a la tradición gauchesca también cuando se incluye en los festivales a cantantes melódicos y bandas de rock?
-En Andresito, el año pasado estuvo Jorge Rojas, pero el anterior había estado el Bahiano, y antes, Sergio Denis en Durazno, en el Festival Nacional de Folclore, el Cosquín del Uruguay…
-Este año estará el Cuarteto de Nos.
-Sí, y estuvieron No Te Va Gustar con Larbanois-Carrero el año pasado. No sé qué es lo que está pasando, si es que el folclore no está dando o regenerando lo suficiente para ocupar esos espacios, o si la gente está encarando pa’ otro lado. O el folclore está perdiendo público y lo están queriendo llenar con otra cosa. Sigue habiendo un gran abismo entre el interior y la capital. No existe la descentralización a nivel cultural.
-¿Qué está pasando con la organización de los festivales?
-Hay quienes se quieren sacar responsabilidades y tercerizan. Es que así como se están renovando el canto y los músicos, también se están renovando las organizaciones, hay mucha juventud que está ingresando. También así ha entrado la cumbia en los festivales.
-Bueno, es más folclórica la cumbia que Valeria Lynch.
-A mí no me molesta para nada la cumbia. Está Chacho Ramos invitado en mi último disco y cerró en Andresito, también invité en el disco al Pelado Cordera, que viene del palo del rock. Tampoco hay que cerrarse y encasillarse: mientras que no quite trabajo... Ahora, con lo que cobran dos de esos argentinos, más pasajes, impuestos y demás, armás todo un festival con artistas locales de primer nivel. Otro problema es que no se está respetando. Hace unos días, el mánager del Chaqueño me hizo bajar media hora antes del escenario, en Andresito, porque ellos se habían atrasado. Al otro día pasó lo mismo con Valeria Lynch y Pepe Guerra, por eso Pepe no cantó y a los de la Sinfónica de Tambores los mandaron al final, cuando no quedaba nadie. A Pepe lo había ido a ver gente de todos lados y no pudo actuar. Fue el festival con mayor convocatoria, con 40.000 personas.
-Hablemos de futuro...
-Ahora estamos por entrar a grabar Gracias, el disco nuevo, que supongo que saldrá en mayo. Lo vamos a grabar en La Riviera, un lugar cerquita de Rocha al que le decimos la playita de los pobres: el que no va pa’ La Paloma, va pa’ ahí. Es un balneario por donde pasa un arroyo que baja de las sierras. Como invitados estarán los brasileños que nombré, Larbanois-Carrero, Tabaré Cardozo y Alejandro Balbis.