-Intentan generar una música en dirección opuesta a la nostalgia. ¿Cómo es eso?
Nahuel Perkal: -El tango está bastante estigmatizado con el pasado. Se piensa en el género como algo encofrado en el pasado, cuando nosotros hacemos música que está viva, la hacemos en lugares donde hay dinámica, la hacemos nosotros que somos jóvenes. De alguna forma, las características de lo que hacemos demuestran que no está encriptado. O sea que lo que se vende a los turistas como algo propio del antiguo Buenos Aires no es así: el tango está vivo y lo comparten muchas personas que todos los días lo piensan y lo sienten, que respiran tango.
-¿Han notado algún cambio en el público frente a esta propuesta?
Emilio Cossani: -En ese sentido, el quinteto es hijo de una nueva época que todavía estamos definiendo cómo nombrar. Algunos la llaman “la nueva época dorada del tango” y otros “resurgimiento”. El quinteto es parte de esto y no estaría acá [en Jazz a la calle] si no estuviera pasando eso. Lo que sucede es que hay una gran movida, como bien dijo Nahuel, paralela a lo que es el tango for export y el tango armado que hace 20 años toca “La cumparsita”, y los gringos pagan 100 dólares un cubierto para sentarse a verlo. Hay un gran movimiento de grupos de tango, de hace diez años, que generan música nueva o nuevos espacios con vivencia del tango. La mayoría son milongas, pero también hay un gran movimiento nuevo de bailarines que no quiere ir a la milonga a bailar con una veterana de 80 años sino con alguien de su edad, y disfrutarlo como una forma nueva de divertimento. Hubo un momento de reconstrucción muy fructífero que empezó hace diez años con la [Fernández] Fierro y con la Fernández Branca, orquestas que comenzaron una movida de tocar en la calle y en espacios que no eran los tradicionales, y también de generar esos mismos espacios. Es necesario buscarlos, porque si quiero hacer tango nuevo y los lugares cobran 100 dólares el cubierto, no lo voy a poder hacer. Hay que buscarlos para que uno pueda producir. A partir de ahí surgen un montón de cosas que se suben a ese caballo o lo aprovechan, o lo comparten. Eso es lo que es el Quinteto hoy: un grupo de jóvenes a los que lo que más les conviene es estar cerca de esos lugares, para avanzar mutuamente. El Quinteto forma parte de esto y de esa lógica de tocar en lugares donde el público es más activo, está compuesto por gente joven que va a bailar. Todo esto, al margen de que después, lo que más nos financiaría es dar una clase de tango y tocar para los gringos: ganaríamos 300 pesos cada uno por noche. Pero estamos en un proceso de construcción que trata de demostrar que el tango también sigue siendo una forma de música que representa lo cotidiano. Por eso nos cuesta la nostalgia.
Martín Santiago: -En esa movida nueva de tango, además de espacios también hay gente que no sólo está tocando clásicos y haciendo arreglos de clásicos, sino que está componiendo y arreglando músicas tradicionales, o componiendo letras y arreglos nuevos. Gente que está escribiendo tango de nuestro tiempo, no con la realidad del tranvía y el cabaret sino del bondi y la realidad actual, las formas de comunicación de hoy.
-Que atrae otro tipo de público...
EC: -Esto también hizo que se acerque más el público joven, porque los pibes no se iban a acercar si vos hablabas de un farolito. El tango comenzó a volver a apropiarse de las cosas. Una de las ideas que existen es que al tango lo separaron de la gente, mientras que la idea actual es volver a apropiarse de esta música, la que uno no podría hacer mejor, porque nació en lo cotidiano de los barrios porteños. Si estás en Buenos Aires y querés hacer tango, ya contás con una ventaja.
Damián Carracedo: -Para mí esto tiene que ver con que surge como un movimiento vinculado con un espacio cultural más de resistencia. Si bien es una opinión personal, creo que tiene que ver con eso, como juventud y como sector social que demuestra un interés en hacer cosas. Veníamos de la década del 90, en la que estuvimos complicados en un montón de sentidos, como en lo cultural, por ejemplo, y creo que el tango fue un espacio que se encontró cuando muchos no veían la posibilidad de dar pelea desde lo cultural, de desarrollar algo no conformista, como pueden proponer desde otros lugares de la cultura. Este género no es el único, hay muchos ámbitos distintos; hay un reverdecer del folclore en Argentina muy interesante, con muy buenos músicos y propuestas nuevas. Yo veo el tango un poco desde ese lugar.
EC: -También como una música que para hacerla no le tenés que pedir permiso a nadie. Es una música de tus abuelos. Tal vez para una banda de rock es más difícil encontrar formas nuevas de deconstrucción desde Argentina. Por ahí, si tocás jazz y estás en Nueva York tenés más ventaja por ser neoyorquino. Tocar tango en Argentina implica estar en el lugar donde se ha generado la poesía, la música y viceversa, por lo que también corrés con una ventaja.
Bruno Cuéllar: -Yo conocí el tango tocando en un concurso de música de cámara que estaba más enfocado a [Astor] Piazzolla, con arreglos bastante clásicos. Cuando llegué a Buenos Aires, a la escuela donde nos conocimos todos, primero me encontré con lo que viene a ser la música más antigua del tango, del 30 y el 40, la guardia vieja, y me encantó. Pero después fui conociendo todas estas nuevas movidas y realmente me empecé a meter y me llegó a atrapar. También es una misión de todos; lo siento y lo remo con ellos pese a que no me crié con esta música desde mis abuelos. La verdad es que me subo al barco y es muy buena experiencia. Lo que te llega a veces no son siquiera los tangos antiguos, que es lo que pueden escuchar los gringos, sino arreglos de Piazzolla para formación clásica. Entonces vos tocás con monito y frac el chelo o el violín en un salón de gala, cuando en verdad esta música no conduce a eso.
NP: -Igual está todo bien con Piazzolla, eh...
-¿Cómo decidieron juntarse?
DC: -Nació en 2009. Nos juntamos cinco personas que estudiábamos en el mismo lugar, que allá es bastante importante, la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Nació con la idea de armar algo porque cada uno estaba incursionando en el tango. No teníamos un grupo y queríamos empezar a experimentar por ese lado, desde el propio desconocimiento. Si bien estudiábamos música, no estábamos muy involucrados con el género. Éstos fueron nuestros comienzos, con pocas definiciones, juntándonos a probar arreglos, hasta que comenzó a madurar el proyecto.
-En el avance de Pichuco se los puede ver interpretando “Pa que bailen los muchachos” mientras arrastran un piano por la calle...
NP: -Fue una experiencia titánica. Esa situación análoga de llevar una cruz no tiene nada que ver con eso, fue más bien cómico y placentero. Participar en una película que rememora a un grosso como Troilo, que sigue influyendo después de que transcurrieron 100 años desde su nacimiento... Esto de lo que veníamos hablando se da en un proceso que lleva más de un siglo. La historia de arrastrar el piano por la calle y tocar en la plaza con gente que casualmente estaba ahí fue casual: si bien los bailarines fueron llevados y la gente de montaje, sonido, guion y producción vino pensando en el documental, todos los que se fueron arrimando, los niños que estaban por ahí, llegaron por casualidad, y eso estuvo bueno.
DC: -Para mí la imagen del piano está buenísima y tiene que ver con lo que decía Emilio. La imagen de empujar el piano para tocar en una plaza es una buena manera de definir lo que pasa hoy en el tango. Salir a tocar con un piano en una plaza, empujándolo, y no bajándolo con una grúa, remándola, tiene que ver bastante con lo que nos pasa a nosotros y con lo que pasa en el movimiento. Es un poco la locura a simple vista. Una vez lo habíamos hecho en la milonga de Parque Patricios. Y otros grupos antes lo hacían mucho. Como contaba Emilio, desde hace diez o 15 años sigue habiendo grupos que salen a tocar con el piano a la calle; esto tiene una cuestión visual muy buena, tiene fuerza y definición.
-¿Los convocaron por la propuesta diferente?
NP: -La consigna por la que convocaron a dos grupos, entre los que estamos nosotros, fue mostrar conjuntos actuales que sigan viviendo el tango.
-Es interesante lo del lugar de resistencia, precisamente porque muchos artistas se sumaron a la fiesta menemista de los 90.
NP: -Se vive muy así en Buenos Aires.
DC: -Hay de todo, porque es un movimiento en construcción. Y como música popular está en constante resistencia. Con el bombardeo mediático, la bomba no cae en el tango sino en otros lados.
NP: -Sí, había un lugar de resistencia en el rock, que por los diferentes procesos que se vivieron en Buenos Aires, ahora de alguna forma fue expulsado de su lugar de resistencia y del under. Ahora los lugares de rock muchas veces tienen un patovica en la puerta que palpa a la gente antes de entrar. El tango tuvo un proceso contrario: tiene muchos más circuitos under y muchos más suburbios donde la gente va sin una gran publicidad en la calle, porque se enteró por el boca a boca, viviendo un acompañamiento más social.
DC: -Pero esa mercantilización del rock, con los grandes festivales, con estadios llenos y toda esa cuestión marquetinera en que se transformó, también es posible que suceda con el tango. Hay una disputa constante con eso. Porque se trata de lugares con intereses económicos más fuertes, de buscarle lo redituable y quedarse ahí, sin mucho interés en lo musical o en la propuesta artística, sino centrado en el negocio. Lo que sucede ahora es que es una batalla que venimos ganando un poco mejor: estamos en mejores condiciones que hace 20 años, cuando lo que se conocía del tango era la fritura, Silvio Soldán en televisión.
Juan Pablo: -¡Qué hubiera sido del tango sin Silvio Soldán y sus grandes valores!
NP: -Por ahí lo que ha sido interesante como grupo es que hace unos días sacamos un disco y estuvimos conversando para armar un textito que represente al grupo, cuando cuesta mostrar una identidad propia precisamente por ser la primera realización. En esta conversación discutimos qué es el tango, todo esto que hablamos ahora sobre el nuevo movimiento, y nos dimos cuenta de que todos venimos de experiencias diferentes y todos llegamos al tango desde lugares diferentes, y sin embargo todos teníamos la misma intención de resignificar el género, de poder darle una identidad propia, de apropiarnos de todo eso que para cada uno llegó desde un lugar diverso.
-¿Alguna vez pensaron el tango como un fenómeno rioplatense o ni siquiera se lo plantearon?
DC: -Yo creo que sí, aunque me arriesgue. De hecho, el año pasado hicimos una milonga candombe llamada “Oro y plata”, para una cantante que estaba grabando un disco, que se vincula mucho con esto. Históricamente el tango no fue patrimonio exclusivo de Buenos Aires, siempre tuvo algo rioplatense. Incluso muchos músicos de otros lugares aportaron al tango, no sólo de Buenos Aires.
EC: -Hay una discusión teórica entre musicólogos sobre la descendencia -o no- afro del tango. Lo rioplatense no sé si es algo que hemos abordado.
DC: -No, más allá de una cuestión consciente de asumir el tango como rioplatense, para mí es algo que está asentado en algún sentido. No suena raro cuando tocábamos una milonga y decíamos: “¿Cómo quedaría acá una cuerda de tambores?”. No por una cuestión forzada de un debate filosófico, de pensar los límites, sino que es una cuestión que se da naturalmente en ese caso. Cuando uno toca milonga se nota bastante el parentesco.
-Ya que estamos hablando del país, ¿cómo se enteraron de Jazz a la
alle? MS: -Por un colega pianista que había venido el año pasado a tocar, invitado por un grupo. Cuando este año le llegó la convocatoria me la reenvió y nos tiramos aunque sea de jazz. Él me había hablado de lo bien que había pasado con la movida y el compartir de la gente. Mandamos el formulario de inscripción y nos incluyeron.
-¿Qué les ha parecido la propuesta de lo poco que vieron en una noche?
NP: -Nos habíamos enterado más o menos de la estructura del festival antes de llegar porque investigamos un poco, y más allá de lo musical, que es increíble, el nivel de comunicación entre los músicos y entre los músicos y el público es muy bueno. El movimiento de la gente del lugar probablemente no se haría sin un encuentro como éste. Nosotros mismos acá, ranchando en lo de Ana, viviendo un intercambio con una gran persona que por ahí no hubiéramos conocido. Y nosotros, como un bicho raro, tocando tango en un festival de jazz sin chocar con eso.
BC: -Y toda la gente del pueblo conoce el festival. Me llamó la atención que cuando estábamos bastante lejos del puerto y nos preguntábamos dónde sería el festival, vimos a un viejito que nunca pensamos que podía saber y nos equivocamos. Todos nos indicaban y estaban al tanto.
DC: -Se nota que hay un pueblo comprometido en esto.
MS: -Yo ya he tocado en otros festivales, pero en éste, detrás de lo musical y del apoyo artístico hay un costado muy humano. Porque si no, probablemente se organizarían y mandarían a todos a un hotel, cuando en verdad convocan a la comunidad y la incluyen, ya que es una forma de inclusión permitir el intercambio de los músicos que vienen a tocar con los locatarios, convirtiendo el pueblo en un participante activo. Ellos son nuestros anfitriones, no sólo porque vinimos a tocar sino porque nos abren las puertas de sus casas y nos enteramos de sus vidas, en un rico intercambio entre gente de realidades distintas.
NP: -Además se nota la polenta de llevar algo a pulmón y de empujarlo, empujarlo, y de que esté tan bien organizado y con tanto amor. Lo hacen con mucho gusto; eso se siente y hace la diferencia.
-Están comenzando a integrarse al medio porteño, algo que no debe ser nada fácil. ¿Cómo ven las políticas culturales del kirchnerismo?
EC: -Me parece que también este movimiento del tango y las cuestiones de lugares under vienen a ocupar un lugar del que las políticas estatales no se están haciendo cargo, el de desarrollar las culturas que no están formadas para hacer guita. En este momento hace tres años que tocamos y nadie vio un peso. La realidad es que muchos de los espacios que producen tango hoy en día -algunos no, porque están de acuerdo con las políticas de Estado- lo hacen por necesidad y por la ausencia de las políticas estatales. Entonces ponen milongas, galpones o escuelas. No es que haya una oferta cultural para tocar tango y que se pueda tratar de sobrevivir a partir de eso. Hay toda una discusión alrededor de las políticas culturales kirchneristas. Creo que hoy en día no están los espacios conformados para propiciar el desarrollo del género.
NP: -Para ejemplificar, en Buenos Aires, como en el resto de los lugares, no es de extrañar que cuando un grupo o una milonga se esté desarrollando en la calle, la actitud del gobierno, en vez de darles herramientas para apoyarlos, sea mandarles la Policía para desalojar. Esto muestra un ejemplo de lo que pasa cotidianamente con una expresión artística respetada en todo el mundo.
EC: -Está todo armado para que el tango sea parte del negocio. Entonces, si un pibe se va a tocar a la calle, puede bajar el negocio con los turistas.
DC: -Para mí también, más allá de la situación actual y de la actitud de tal o cual gobierno, y del Estado en general, creo que muchos de los artistas de tango no esperamos apoyos, sino que confiamos y apostamos mucho a la autogestión y a nuestra capacidad, la de los músicos y de los bailarines, los distintos artistas que intervienen en el tango y el público que se compromete con una propuesta, en la capacidad propia que tenemos de generar un movimiento sin esperar que el Estado nos dé cosas en bandeja o resuelva la construcción o el impulso de una identidad cultural. Sabemos que históricamente la identidad de los pueblos la construyeron ellos mismos, no la decretó ni la organizó ningún gobierno. De hecho, el tango surge así. Si uno ve su historia, comprobará que fue prohibido en Buenos Aires por lo menos 20 años, hasta que triunfó en Europa. Creo que esto fue algo que definió al tango y no lo que vino después. Nos encantaría que en Buenos Aires existiera un circuito de tango en el que se reconozca y se cuide el trabajo del músico. Aun si existiera eso, yo creo que para nosotros lo más importante, en lo que confiamos realmente -como decíamos antes-, es en la capacidad de autogestión.