Entre el cierre de 2013 y el inicio de 2014 se está procesando una importante tensión entre los principales actores de la industria cárnica uruguaya (ver http://ladiaria.com.uy/ACaB). Los productores ganaderos y los diferentes voceros del gobierno no se explican cómo la industria paga tan poco por el ganado gordo pese a que coloca la carne a muy buenos precios en el mercado exterior. El presidente Mujica afirmó el viernes 3 de enero: “No son pocos los que notan que ésta ha sido una maniobra del conjunto de la industria para influir en los precios a la baja; lo curioso es que en términos promedio, la carne se factura en el ámbito internacional a precios más o menos parecidos a los que sostuvo el año anterior”. En este contexto, cabe recordar el proceso de concentración que se produjo en la industria cárnica en los últimos años, sobre todo por parte de capitales brasileros.

A pesar del importante dinamismo de rubros como la agricultura y la forestación, la ganadería bovina y ovina continúa siendo una actividad relevante para el país. Según la información preliminar del Censo Agropecuario 2011, la ganadería ocupa una superficie de 11.486.190 hectáreas (70,7% del total) y las unidades de producción que tienen vacunos u ovinos como principal fuente de ingresos llegan a 24.848 (55,3% del total).

Según un estudio de Jerry Holechek realizado en 2009, la producción ganadera en base a pasto -en particular en base a campo nativo- será una actividad muy redituable en las próximas décadas. La afirmación se sustenta en las predicciones sobre el incremento de la población en el mundo, la tendencia creciente a la urbanización y la consecuente mayor demanda de alimentos, en particular de proteína de origen animal. Actualmente, el pollo y el cerdo son los productos cárnicos más comercializados, animales que son alimentados con cereales y oleaginosos. Estos granos se producen y distribuyen en base a energía fósil y se estima que el pico de producción de petróleo ya se alcanzó, con 85 millones de barriles por día. La imposibilidad de suplir esta energía con formas alternativas, principalmente debido a temas de costos y rendimiento energético, determinará un encarecimiento de la producción de cereales y oleaginosos, y por ende, de cerdos y pollos, lo que dejará espacio en el mercado para la carne vacuna y ovina producida con pasto.

Uruguay tiene buenas condiciones agroecológicas para el desarrollo de la ganadería en base a pasto, sobre todo en campo natural. Las investigaciones y la experiencia de los productores han demostrado que es posible obtener entre 150 y 180 kg de carne por hectárea a partir de un manejo adecuado del campo natural, muy por encima de los 80 kilos que se logran hoy. Todo esto además con bajos costos y sin deteriorar los recursos naturales como la vegetación, el suelo y el agua.

Por otro lado, el grueso de los productores familiares de Uruguay tiene a la ganadería como la principal actividad productiva y son la mayor parte de la población rural. Además, en las últimas décadas la presencia de ganaderos familiares criadores de terneros se ha intensificado en los predios granjeros del sur y hoy es común ver ganadería en áreas reducidas, combinadas en rotación con cultivos hortícolas en esta zona. Los sistemas de producción que combinan horticultura y ganadería representan también un fuerte beneficio para la calidad del suelo. Por todo eso, la agricultura familiar es un tema importante para el país, más aún cuando sigue siendo mayoría entre los productores familiares del Uruguay.

Como ya se expresó en este espacio, “la agricultura familiar sólo puede desarrollarse si recupera posiciones en la economía agropecuaria nacional. Esa búsqueda del 'espacio económico' de la agricultura familiar debería ser la preocupación central de una política agraria” (http://ladiaria.com.uy/ACIH).

Por eso, ante la perspectiva de un buen escenario internacional, proponemos algunas ideas que buscan apuntalar la producción ganadera familiar a partir de limitar su vulnerabilidad frente a la industria frigorífica. Se trata de construir un nuevo tipo de Frigorífico Nacional, que ya no sería un edificio donde el Estado faene ganado, sino que contribuya a organizar un gran plan de negocio a largo plazo, que procure que la producción ganadera familiar capte los precios internacionales, sin que medien los frigoríficos especuladores y los escritorios rurales, que se apropian de gran parte del trabajo de estos productores.

El Frigorífico Nacional tendrá una o dos industrias de faena -una podría ser el frigorífico Florida- gestionadas por los trabajadores, con un abastecimiento de ganado que provenga de ganaderos familiares, criadores e invernadores articulados por la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR) y las Sociedades de Fomento Rural (SFR) de cada región, que actuarán de forma similar a los escritorios rurales, pero sin el afán de lucro de éstos. El aporte económico y financiero para este plan de negocios será del Estado, a partir de instrumentos como el Fondo para el Desarrollo (Fondes), la Dirección General de Desarrollo Rural o el Ministerio de Industria.

Alguno podrá decir que esto es impracticable. Como respuesta sería bueno repasar el rol que cumplió el Estado en el desarrollo de Conaprole o analizar lo que hace China para el desarrollo de la lechería. En este último caso, el Estado organiza y financia planes de negocio para la compra de terneras, en el entendido de que el desarrollo del sector es estratégico.