-En esta región, con balas de plata se matan lobizones.

-De la mitología en torno a las balas de plata, la más fuerte es la de los hombres lobo. Fíjate: la idea de que la plata tiene poder como instrumento de entes mágicos proviene de los griegos. Hay registros en algunos textos griegos que tienen que ver con eso, y después todo el asunto de lobizones y vampiros, hasta llegar al Llanero Solitario, y después de él, a mi novela. Se supone que en el caso del Llanero tiene que ver con que las balas de plata son ligeramente más rápidas que las de plomo, y eso le daba al Llanero más oportunidad de ganar los vuelos.

-Tus novelas no se caracterizan por una lectura fácil; a su vez, es casi imposible dejarlas por el camino, incluso cuando se convierten en un reto para el lector.

-Hay dos momentos. En una primera instancia no soy consciente de eso, ya que cuando estoy creando un texto todo mi capital cultural entra en juego, y lo que incluye son registros lingüísticos que conozco y que por naturaleza utilizo en mis textos. No es una decisión que tomo, sino algo que surge. En un segundo momento corrijo y entonces sí, eventualmente, puedo pensar en las obstrucciones que pueda provocar mi discurso literario. Entonces debo tomar una decisión, y lo dejo o lo cambio al español estándar, aunque en general prefiero mantenerlo, sobre todo porque ahora he logrado que una de las características de mi literatura sea precisamente ésa, es decir, que cuente con un lenguaje particular que no tienen otras obras. Pero esto implica dificultades al momento de crear, y si son dificultades que puedo transmitir en momentos estéticos que se manifiesten en las novelas, creo que tengo el derecho de utilizarlas.

-De hecho, utilizás un lenguaje de calle inmerso en un mecanismo de relojería.

-Sí, lo has dicho bien, porque ese mecanismo de relojería son las reglas o la institución, que es muy difícil abandonar. Eso es la literatura: los escritores de novelas negras no utilizamos puntos suspensivos, estamos obligados a crear suspenso y emoción con las palabras. Tú sabes que a los escritores de novelas policíacas nos han ninguneado mucho. Creo que ha surgido un grupo de autores que tienen otra formación, y quizá no tenemos el genio de los maestros. Sin que haya una pretensión de estar organizados, creo que existe la intención de mostrar que es un género muy respetable que incluye la obra de nuestros maestros, de los que escribieron sin temor cuando eran marginados. Sobre todo en América Latina han logrado adherirse a esa corriente de escritura de novelas negras, y creo que lo han hecho muy bien. Ahora nosotros somos más estilistas, pero creo que todo se lo debemos a nuestros maestros, por haber creado públicos y haber creado un género. Estoy muy agradecido con todos.

-La violencia, tanto en tu obra como en lo que nos llega a nosotros de México, tiene que ver con el ejercicio del poder.

-Es un asunto que el gobierno aún no ha conseguido estabilizar, y tiene mucho que ver con la seguridad y las manifestaciones entre las bandas, que siguen siendo violentas. Pero incluso esto se ha agravado, porque ahora el narcotráfico no es el delito más grave, sino que pasó a serlo la trata de personas, que tiene que ver con los migrantes que intentan pasar a Norteamérica, básicamente, por el golfo de México. Se han convertido en carne de explotación.

-El Zurdo Mendieta no es indiferente a estas realidades.

-Mendieta es un policía mexicano normal, porque es corrupto y recibe dinero adicional a su sueldo, pero a veces tiene esa suerte de crisis de personalidad, entonces se preocupa y quiere detener a los malos. Es un policía que está muy involucrado en su trabajo, pero en los momentos en que no lo está es alguien que quiere renunciar y dedicarse a otra cosa. El gran valor del amor en la cultura occidental es su capacidad de estabilizar, y esto el Zurdo no lo consigue nunca. Su club de fans siempre me pide que por favor le incluya una amante, y lo estoy pensando. Por otro lado, esto convive con el universo de recuerdos que él no logra superar, que tiene que ver con su niñez y el tema de la familia, y el lidiar con sus dos padres muertos.

-En tu obra se expone la condición social actual del país y se dan a conocer los efectos del narcotráfico en la sociedad. ¿La temática surgió del contexto?

-Sí, fue el contexto, pero igual surgió como algo no pensado. Ahí nací, ahí vivo, ya que después de estudiar en el DF regresé a mi ciudad. Tampoco es una pretensión. A mí lo que siempre me ha preocupado es la forma: cómo puedo concebir que la forma en que escribo trascienda el discurso literario. Creo que el género me es natural por dónde vivo y por la cantidad de mitos y leyendas que circulan. Éste es el alimento fundamental que he tenido para generar mi discurso. Lo otro vino después. Cuando los lectores me dijeron que he hecho una literatura que expresa la realidad de México, al principio me desconcerté, y quizá al primero se lo negué, pero luego cuando me decían -incluso críticos europeos o norteamericanos- que mis novelas contaban con una gran carga social y que eran casi novelas de denuncia, comprendí que eso era un valor que ellos tenían derecho a adjudicarles. Hace dos meses en Lima, por primera vez, acepté que me sentía orgulloso de haber impulsado este género [narcoliterario] que dicen que he creado, un género que no le da la espalda a la realidad de mi país; los escritores que trabajamos en esto tenemos el valor de hacerlo y el valor de ser contemporáneos no sólo en los estilos literarios sino también en los temas que tratamos. Todo el mundo sabe que las novelas sobre delitos que se escriben en América Latina tienen una gran carga social, no son obras inocentes ni invenciones, como las europeas o algunas norteamericanas.

-La prueba del ácido se refiere a la guerra contra el narcotráfico ejercida por el gobierno de Felipe Calderón. Hace unos años, el Mayo Zambada dijo a la revista Proceso que el gobierno había llegado tarde a esta lucha porque la corrupción ya estaba instalada en el país y el narcotráfico en la sociedad. ¿Estás de acuerdo?

-Estoy de acuerdo. Los rostros de la presencia del narco son múltiples. Por ejemplo, sin que nadie lo pueda comprobar, dicen que ingresa más de 40.000.000 de dólares al año a la economía del país. En lo que tiene que ver con lo que llaman la narcocultura, que son formas de manifestarse y expresarse, está presentes en todos lados. Tienen sus iglesias, sus santos -Malverde-, su forma de vestir, su música, hay un cine para ellos; los artistas plásticos, desde hace algunos años, también están abordando el tema. Los cementerios donde los entierran son distintos. Nosotros tenemos una cultura muy firme en lo que tiene que ver con la celebración a los muertos, pero en el norte es distinto: los panteones son barrios de mezquitas y cúpulas. Hemos creado una literatura alrededor de sus delitos. Es decir, su presencia es muy fuerte. Y las conductas sociales también. Ese relajamiento de las reglas que tiene que ver con la corrupción, con que la Justicia se puede comprar, también altera las formas de convivencia social, y ahí también ellos están presentes. ■