Sobre el tema de la “política de tierras” y el Instituto Nacional de Colonización (INC), en los últimos diez años venimos destacando la fundamentación de los 6.000 solicitantes de tierra que aún quedan pendientes, y que llevaría 65 años atender a este ritmo de “colonización”.1

Hay una discusión clásica en la izquierda nacional (y en su sector más votado), que en esta coyuntura resurge: ¿transformación proletario-industrial o transformación agraria? En relación con el INC y el legado artiguista, el presidente de la República señaló el mes pasado, a favor de la “industrialización” en el agro y la mejora de las condiciones laborales de los peones rurales: “Éste no es un país de campesinos. Hasta la palabra campesino no pega en el interior. La palabra ‘campesino’ es una palabra que utilizan los intelectuales de izquierda que se quieren hacer los camperos. No. Nuestros paisanos no la entienden. Nuestros paisanos tienen otra manera de razonar y de pensar. Y tenemos que entender el jeito de lo que es nuestra gente. Porque un hombre de campo tampoco se improvisa… Y los tenemos que empezar a cuidar como una rara avis en este mundo violentamente urbanizado” (José Mujica en Gregorio Aznárez, 13 de octubre de 2014).

Según las “Bases Programáticas para un tercer gobierno del Frente Amplio [FA] (2015-2020)”, no habría novedades con respecto a la política de tierras (pág. 38), enmarcada en el “desarrollo rural inclusivo” (pág. 35). En la vereda de enfrente, para algunos investigadores sociales “el Partido Nacional y el Partido Colorado presentan una posición favorable respecto a las condiciones actuales que atraviesa el agro uruguayo, enmarcando al fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra dentro de un proceso de liberalización que permitió generar mayores márgenes de rentabilidad para la actividad agropecuaria” (Diego E. Piñeiro, 2011).

En esas Bases Programáticas sí se puede considerar una novedad la afirmación de que “la minería dejará de ser una actividad productiva marginal para consolidarse como uno de los pilares del futuro”, con una explotación “racional”, “mitigando sus impactos sociales y ambientales” (pág. 42).

Lamentablemente, Tabaré Aguerre tenía razón: “el FA está de espaldas al campo”. Salvo excepciones, la izquierda también. El Frigorífico Nacional “no puede empezar en la puerta del frigorífico”, decía mi amigo Julio Arizaga, hombre comunista y luchador por la tierra, que unos 15 días antes de partir me proponía juntar a todos los que estuviéramos de acuerdo.

En un eventual tercer gobierno del FA, creo que el camino lo deberían marcar los genuinos herederos de Sendic (el “líder campesino”): los peludos de Bella Unión. Nélida Chela Fontoura planteó claramente el 13 de octubre, en una reunión abierta del PIT-CNT: “las 30 mil hectáreas por las que luchamos y dejaron la vida tantos compañeros, en los años 60 eran un proyecto de país”.

“Ahora que no se baja la edad de imputabilidad, precisamos una mano para bajar la edad de… aspirantes a colonos a 16 años”, decía otro compañero del norte. Pero que la sociedad colabore en el “recambio generacional” (pág. 36 de las Bases), apuntalando a los gurises camperos de las escuelas agrarias que poblarían la campaña, no armando un “museo de gauchos”.

Parece ser que el mensaje presidencial apunta a que el pobrerío rural se quede en la vitrina de la “Patria Gaucha” o de la “Expoactiva”, aunque con mejores salarios. Pero que la tierra y la Utec sean para abaratarle los costos a los megatambos de Durazno. El tiro por la culata.

El este de Durazno, en la Cuchilla Grande (donde todavía se resiste a algunas de las novedades señaladas), quizá no se parezca tanto a la atractiva zona granjera de Estados Unidos o a Nueva Zelanda, donde existe una “estructura empresarial con menos concentración y extranjerización” (pág. 38 de las Bases).

Ahí tenemos una experiencia para conocer y replicar: el Instituto Paiva Irisarri de Sarandí del Yí, donde es cierto que los que nacieron camperos se especializan para seguir en el campo. Pero también se forman y se reproducen paisanos en las escuelas agrarias a lo largo y ancho del país. Entreverándose nacidos y formados. La gente de a caballo lo dice, no caen del cielo.

La voluntad política tampoco cae del cielo, tampoco la correlación de fuerzas para reclamar más tierra y poner más impuestos al agronegocio, y por ende lograr más recursos para el INC.

En la mencionada reunión del 13 de octubre en el PIT-CNT, Ángel Rocha homenajeaba de una manera especial a Nicolás Colacho Estévez, adoptado por Bella Unión desde 1962, compañero ejemplar que diariamente sigue metiendo chacra en la tierra ocupada el 15 de enero de 2006. Recuerdo que nos enseñaba con insistencia aquello de que “la historia la hacen los pueblos, no los hombres”. Bueno, creo que en eso estamos: mensajes y mensajeros.


  1. Ver en internet Mate Amargo Digital, números 21 y 22, el sitio porlatierra.blogia.com y la Revista de Agronomía Social