-En la presentación de su seminario en el CCE se la define como “periodista, editora, escritora y crítica de arte”. ¿A qué rol tiende dar más importancia?
-Yo soy una antigua que cree en el conocimiento humanista, vale decir, en conocer lo más posible, leer y ver lo más posible; eso va construyendo un conocimiento global. Para hablar de arte contemporáneo, por ejemplo, hay que conocer el arte antiguo. Yo estudié periodismo, historia del arte y literatura.
-¿Qué le interesa del arte?
-A mí lo que realmente me gusta es leer y el arte. Me gusta todo lo que me puede generar una curiosidad, un placer, un entretenimiento, y creo que tengo un abanico más amplio de opciones de lo que me gusta porque tengo conocimiento de varias cosas. Eso pasa porque leo mucho, en campos diferentes: capaz que me interesan temas y disciplinas que a un crítico de arte contemporáneo no. Soy contraria a la especialización exclusiva. Hoy hay científicos que saben todo de nanotecnología, pero nada de fusión o electricidad, son conocimientos incompletos. Cada uno en su celda y no saben qué hace el de al lado, y no comunican. Me parece un retroceso, no un avance.
-El seminario y la charla hacen foco en la figura del curador que, de alguna manera, usted define como ambigua.
-Lo que decía recién se aplica al curador. Los de hoy se especializan en curaduría, que en sí mismo es un concepto tan abstracto y estúpido que no existe. No saben nada de historia del arte, no han visto exposiciones… “Soy curador, tengo 25 años y soy curador”. Bien. ¿Qué estudió? “Filosofía”, bien, ¿quién es el Greco? “Me suena”. No saben distinguir un cuadro del Renacimiento de uno del Barroco, no saben nada. ¿Qué saben? Lo que está sucediendo ahora. Para dedicarte al arte tienes que conocer la historia del arte y luego todo lo demás, porque si tú no has sufrido, no te has enamorado, no has viajado, no sabes de qué te está hablando el arte, porque el arte te habla de la vida, si no has vivido nada no puedes ni siquiera captar de qué te están hablando. Entonces el arte se convierte en una mercancía, y no sólo en el sentido estrictamente comercial, sino en el sentido objetual; son como transportistas que transportan cajas sin saber lo que contienen. El arte se transforma en esas cajas que son movidas por acá, por allá, sin contar el contenido. Por eso a la gente le importa cada vez menos el arte, porque ha perdido la carga humana.
-¿Qué poder tiene el curador hoy dentro del sistema del arte?
-Eso del poder de la gente nunca me ha parecido una cosa inteligente. Es como cuando dicen que la prensa es el cuarto poder: la prensa no tiene nada de poder. Es la mano del poder económico. Ni siquiera los políticos tienen poder, son los bancos, las grandes empresas, los sistemas financieros los que tienen el poder. El curador es una herramienta tras la cual se justifican los museos, el mercado del arte, las galerías, etcétera. Hoy es un tonto útil que da la cara para otros poderes. En realidad, el comisario o curador -según como lo quieran llamar- ha sido una figura importante dentro del arte contemporáneo. Hace 100 años nadie podía ver una obra de un artista viviente en un museo: los curadores “salvajes” -vale decir los que empiezan en los años 50 y trabajan hasta los 70- promovieron eso. Muy diferentes de los que tenemos ahora, y no eran especialistas, era gente que no tenía estudios formales, que de repente tenía un cabaret o sabía mucho de jazz y que, coyunturalmente, porque su vecino o su pareja era artista, entraba en un territorio de conflicto. Ellos cambiaron la idea de arte, coincidiendo con el nacimiento del arte conceptual. Son personajes atípicos, que construyen algo sin tener espacios, dinero, nada. En ese momento las exposiciones se hacían en edificios abandonados, apartamentos, cualquier sitio: era la época, dice uno de ellos, en que se podía llevar un Mondrian bajo el brazo, en un taxi, hasta el lugar de la muestra. Antes se hacían en un sala, con tres personas, 20 muestras en un año. Ahora tienen personal, millones, y dicen que no hay presupuesto. Esta libertad les daba las pautas para experimentar, para hacer lo que nunca antes se había hecho. En definitiva, el único poder que tiene la gente en el mundo del arte es la inteligencia, la imaginación, la curiosidad y la capacidad de generar algo nuevo o por lo menos propio.
-¿Y el crítico? ¿Qué función cubre?
-El crítico murió. Hasta tal punto murió que muchos de estos nuevos curadores, de esta horda que no me interesa, se quieren presentar como críticos que no plantean la crítica a través del texto, sino a través de la exposición: yo esto no me lo creo. En cuanto la muestra la está pagando un museo, una institución, ya no estás planteando ninguna crítica. Hablo de la crítica al sistema artístico. Si tú formas parte a nivel administrativo de una institución, no puedes criticarla. De hecho, uno de los venenos que ha acabado con la crítica es que como no hay dinero para practicarla de forma independiente, pues empezaron a hacerla profesores universitarios, conservadores de museos, gente que ya tiene su sueldo y que utiliza la crítica para sus propios fines: apoyar a fundaciones, a ciertos artistas, a ciertos movimientos. El crítico tiene que ser un personaje ajeno a los poderes políticos. Por eso digo que, en cierta forma, la crítica de arte murió. Sin embargo, yo me reivindico como crítica de arte. Mi actitud, tanto en el papel de editora como en el de escritora, es de crítica. Yo puedo decir lo que quiero, porque a mí nadie me paga, trabajo de forma independiente. La crítica tiene que ser independiente para ser fiable, si no, no sirve. Cuando haces una crítica, no criticas al cuadro -tiene mucho azul o poco azul- tienes que criticar la estructura que hay detrás del poder: por qué ese cuadro está ahí, por qué ese pintor se valora y otro no. La obra es fruto de una cultura determinada, de una estructura, no te puedes ocupar exclusivamente de ella.
-¿En qué estado de salud encuentra al arte español, latinoamericano y mundial? Si es que hay diferencias.
-El arte no es un cuerpo solo, son muchos cuerpecitos, algunos que están mejor, otros peor. En general, sin embargo, en el arte hay algo que siempre pasa igual, en todas las épocas, tal vez con nombres diferentes: siempre hay una academia, una antiacademia y una parte oculta. Quizá la parte oculta ahora está más débil, porque cuando es fuerte arrasa con todo lo demás y al cabo de un tiempo se convierte en academia y el círculo empieza de vuelta. Miremos, por ejemplo, a la performance: las primeras fueron algo brutal, pero cuando cualquier chaval ahora la hace en facultad o las hay en las ferias de arte, ya le han quitado los dientes al león. Siempre se trata de domesticar a la fiera.
-Decía que hay una distancia entre el arte y el público…
-A la gente ahora no le interesa el arte, porque la sociedad, cada vez más, debilita la educación y potencia la exhibición. En el mundo hay más museos que nunca, con más presupuesto que nunca; sin embargo, la educación es cada vez más endeble. Y todo está relacionado. ¿Cómo vamos a disfrutar algo que no conocemos? Puesto frente a un trabajo de Bruce Nauman, no lo entiendes por magia… Una sociedad que no se entiende no puede entender su arte. También me llama mucho la atención que la gente quiera un arte que es bonito, cómodo y agradable cuando vive en una sociedad de mierda, que no es bonita, ni cómoda, ni agradable. Los artistas no pueden construir una obra en contra de su sentimiento de la realidad. Si alguien pinta flores es porque está bien, es rico, tranquilo; si no, es muy difícil que las pinte. Si un artista está realmente conectado con su tiempo, tal vez puede hacer una obra ardua de comprender, pero no va a hacer una obra amable.