Mateo Mera dice ser así: un hombre, un hijo, un publicista, un novio, un escritor, un autodidacta, un músico. Tiene 25 años y hace diez que escribe canciones y compone melodías, y dice ser un artista que nunca tuvo miedo a “pararse delante de un montón de gente y cantar, pero sí de mostrar lo que hacía”. Mateo Mera y sus 25 instrumentos musicales. Mateo Mera y el miedo a exhibir sus creaciones, su “parte más íntima”. Mateo Mera: el músico que un día se cansó y echó a patadas a sus miedos, y cantó, tocó, grabó y lanzó un disco con sus intimidades. Un inconformista que no tiene idea de qué lo hace ser músico ni sabe por qué todas sus canciones juegan con la noción de “escaparse, irse o ser otra cosa”. Un perseverante.
Sobre los puentes y las alturas es su primer trabajo discográfico. Se trata de ocho canciones que combinan folk, indie, pop y rock con secciones únicamente instrumentales. Lo editó de forma independiente y él mismo grabó todos los instrumentos, desde guitarras hasta un sitar indio (presente en el tema “Destrucción china”). El proceso de grabación le llevó ocho meses; fue producido por Daniel Anselmi y masterizado en Buenos Aires por Andrés Mayo. El disco fue lanzado en noviembre y, aunque lo presentará entre marzo y mayo de 2015, hoy tocará algunas canciones en el centro cultural Vissi d’Arte a las 22.00: llevará invitados, pero no tiene una banda, él dice ser “un hombre orquesta”. Transformó una valija Samsonite en bombo y le puso un pedal de pandereta, entonces toca la guitarra y la armónica, y tiene la percusión en los pies. Así planea ir de bar en bar.
“¡Panchoooo!”, le grita a su perro salchicha para que deje de ladrar. “¿En qué estaba? Ah, sí… el disco tiene que ver con tomar el control de mi vida, en poner y conseguir. Tenía que sacarme el miedo a hacer las cosas. Todo es cuestión de perseverancia. No creo en el don, creo en la perseverancia, y yo trabajo mucho. Me puse en un plan que es que no puedo aceptar un no; si pensamos una idea y está buena, se hace, después vemos cómo. Vamos pa’delante siempre”, explicó. Así surgió la compra de una luna de plástico desarmable de cinco metros de diámetro, ploteada, que importó de China: “Cuando decidí que el corte difusión era ‘Encuentro en la luna’, dije ‘¿y si pongo un montón de lunas bajo el puente de Sarmiento?’. Después decidí que no, por el nombre del disco; ahí se me ocurrió traer una luna gigante, y entré a las páginas de proveedores chinos para ver si hacían lunas. Y la conseguí”.
Después, Mera contó que el miedo fue un motor para lanzar el disco, que en “un momento” de su vida entendió que “hay gente que tiene miedo a lograr lo que quiere” y que no quería ser así. “Acepté el desafío y está buenísimo”, dice, sonriente, y explica: “Quedarte en tu cuarto y tener miles de canciones es una pavada, porque ahí no hay peligro, nadie te va a criticar porque nadie las escucha. Todos los temas que están en el disco fueron básicamente superar miedos: a exponerse, a sacar algo profesional, algo con tu nombre, a recibir críticas inesperadas, a superar problemas con amigos”.
El perro no se calla. “¡Panchooooooooo! Este perro me vuelve loco”, aclaró, y habló sobre el proceso de elaboración del disco. “Eeeeeh… Las canciones ya las tenía y el disco lo había empezado un año antes en mi casa; tengo mil horas de grabación en mi cuarto. El plan inicial era hacer un audiolibro para el que escribí una mininovela de 30 páginas; quería corresponder una canción a un capítulo. No me funcionó, así que empecé a grabarme y, claro, al grabar, mezclar, producir y escucharme solo… me volvió loco. Pasaba 11 horas durante semanas con una o dos canciones; llega un momento en que no escuchás, te volvés paranoico, perdés las referencias. Ahí me di cuenta de que necesitaba ayuda. Lo que sí me costó es que si yo no iba a grabar el bajo, el bajo no se grababa, y eso atrasó los plazos”.
Mera reconoce que Sobre los puentes y las alturas le cambió la vida aunque en realidad no le cambió nada, pero ahora es “más feliz”, algo que, según él “no se mide en canciones”: “En algún punto sí cambió, todo, aunque [al disco] no le vaya bien. No es un tema de éxito”. “Sin dudas la pasión es ser músico, pero también hay una cosa que tiene que ver con mi personalidad: ser perseverante”, apuntó. “No estoy nada satisfecho, me gustaría cantar mejor, tocar mejor, querer mejor”, agregó. Por ser perseverante se compró un generador para la luna y llegó a ensayar 11 horas tocando el piano para aprender “medianamente bien”. Aprendió, grabó. Lo mismo le pasó con el sitar: buscó hasta que encontró a un sitarista argentino que lo ayudó a conseguir el instrumento, fue a clases y aprendió que con el sitar “no tocás canciones, tocas ragas, que son ‘estados de ánimo’”, y que “el sonido nace, se desarrolla y se muere”; a diferencia de lo que pasa en Occidente, donde “cuando un sonido se muere es porque se terminó la canción”. Las ragas no están escritas, tienen una “estructura mínima, porque lo importante es capturar el feeling del raga”, explicó. “Lo interesante es que no importa si sos Ravi Shankar o Mateo Mera, sino que vos te ponés al servicio de una cosa superior, que es desarrollar el raga correctamente”, agregó, y dijo que le “encanta” la “despersonalización” que permite ese instrumento.
“Me está volviendo loco ese perro. ¡Shhh! Me desconcentra, no puedo. ¡Panchoooo!”, le gritó, lo agarró y lo entró a la casa. “Ta”.
“A la hora de ser músico tiene mucho que ver con dónde estás parado hoy”, dijo, y explicó que sus letras hablan de eso: “El tema uno del disco [‘Vida Salvaje’] trata de un travesti, y no es que hubo una intención de ‘oh… la canción re loca sobre un travesti’. Pero era como… no sé… si en 2014 un pibe uruguayo no habla de esas cosas, ¿de qué va a hablar? No quería que el disco fuera sobre lo importante que es tener una novia, que conceptualmente se trate de eso, porque yo no lo siento así en mi vida y de hecho en el disco no hay canciones de amor. Mi contexto no me lo hizo escribir. Es re interesante un travesti, el discurso. Fue interesante hacerla sin generar un estereotipo del travesti; no quería generar un discurso que ya existe, ni mostrarlo como una persona degenerada, como alguien que traspasó el límite”, contó. “Tampoco me gusta contar el significado de las canciones, porque se empiezan a llenar con mi interpretación y en verdad no es lo que yo escribo, sino lo que vos interpretás”. Pancho ladra desde adentro.
“El disco se iba a llamar En medio de algo, pero no me convencía. Antes de que saliera estuve seis días en la selva de Ecuador y aún no tenía nombre. En ese viaje descubrí un miedo a las alturas desconocido, que no tenía. Estando ahí no podía subir una escalera. ¡Un papelón! Y nunca tuve un problema de vértigo. Sobre el puente… es porque el disco se trata de superar miedos”.