Toda edición de una obra teatral comporta, para los amantes del género, un placer especial: poder volver, desde el silencio de una habitación, sobre las palabras que los actores materializaron en escena, o anticiparlos, suponiendo inflexiones. Si para mejor es en papel, lleva consigo la promesa de entremezclarse con los demás libros, integrarse al diálogo que supone toda biblioteca, saltar la lógica de lo electrónico para seguir la de Gutenberg.

Cuando se trata de dramaturgos como Marianella Morena, que enhebran, punzantes, palabras e ideas, el placer es extra. En este caso, la editorial Artezbai, eligió tres de sus obras, la recientemente estrenada No daré hijos, daré versos, Trinidad Guevara y Yo soy Fedra, y le regaló una tapa que sintetiza buena parte de su poética: una mano con guantes de boxeo que ofrece rosas amarillas (¿a las mujeres protagonistas, a sus partners o al lector?). El libro tiene, además de los textos, un prólogo de José Miguel Onaindia, gestor cultural y abogado, actualmente coordinador general de Gestión de Espectáculos y Contenidos del teatro Solís. En él Onaindia presenta al público español (el receptor inmediato) una Morena que “cumple con un rol que los artistas e intelectuales contemporáneos han mayoritariamente abandonado: pone en crisis el pensamiento correcto de su tiempo y de su espacio ideológico. Provoca en su labor teatral, pero también en su cotidiana intervención en Facebook y en sus más esporádicos escritos periodísticos”. Y, en esa línea, se decide por un prólogo que dote “al lector con algunos apuntes para una biografía”, historiando el recorrido educativo, laboral y creativo de la dramaturga y directora, y dejando que los textos hablen (o callen) por sí mismos. Sobre el interés de la editorial española por su publicación, hablamos con Carlos Gil Zamora.

-¿Cómo surgió la idea de publicar este texto en España?

-Hay veces que los gobiernos y las instituciones hacen acciones que son de difícil asimilación en una primera lectura, porque uno no sabe qué consecuencias van a tener. Yo tenía que venir a un festival a Montevideo y no pude, pero vine al MAU [Mercado de las Artes Uruguayas] en 2012. Eso estaba pensado como un mercado para la promoción de la música, el teatro y la danza. Yo nunca compro y nunca vendo, sólo informo. Pero al informar se genera un movimiento que a veces es más efectivo que otras cosas. Aquella vez asistí a todos los espectáculos que nos ofrecieron y de repente vi Las Julietas y un trozo de Trinidad Guevara, y me fascinó cómo sonaban los textos. Nos pasamos los mails y al poco tiempo vino a España con Antígona Oriental a la que, desde mi revista, apoyamos mucho por ser una obra con esas características y más en el País Vasco, con todos sus conflictos. Como veía que me mandaba unos mails interesantes, le pedí que escribiera una columnita semanal para la revista. La relación empezó así. Luego ella me mandó sus textos y decidimos publicarlos. Es decir, de esa acción, aparentemente tan mercantil, se establecieron otras conexiones; allí descubrí autores uruguayos. En realidad, este libro tenía que venir con otro al lado, de Gabriel Calderón, también programado en MAU, pero por un problema nuestro no pudo salir. En realidad fue el primero que decidí publicar, pero se torció todo. Le llevaré el libro a Chile, cuando nos veamos. También estoy en tratativas para editar a Sergio Blanco. Ésos son los tres uruguayos elegidos.

-¿Qué tipo de publicación es ARTEZ y cómo funciona como editorial?

-ARTEZ. Revista de las Artes Escénicas, publicada por la editorial Artezblai, nació con la intención de dedicarnos a las artes escénicas (teatro, danza, ópera, zarzuela y otros espectáculos musicales, y algo de audiovisual). Empezó como una plataforma de información, como un servicio, para tres teatros en Euskadi. Yo no la fundé, pero en el número 9 empecé a dirigirla, y para hacerla puse varias condiciones, pero la más importante era que fuera de todo el País Vasco, luego pasó a ser de toda España y ahora comprende también Latinoamérica. Además del formato en papel, tiene un periódico digital y una librería especializada en teatro que primero nació en la web, después estuvo establecida en Bilbao y, desde hace tres años está en Madrid. Tenemos la colección de textos en la que publicamos a Morena, la colección Teoría y Práctica, que es con la que nos va mejor en ventas, porque se usa en las universidades, y tuvimos mucha suerte con libros que se mantienen en el tiempo. También tenemos otra colección, Biblioteca Teatro Laboratorio, dedicada a Grotowski y Barba. El problema es la distribución de los textos. No existe. Todo el mundo se queja de la distribución. Se viaja con sobrepesos. Es muy complicado. Tiene que haber una parte vocacional. Nadie se va a volver rico ni va a hacerse una casa con estas publicaciones.

-Dirigir la revista es una plataforma privilegiada para ver teatro en todo el mundo. ¿Qué diferencias encuentra, no ya en los textos sino en la concepción espectacular, entre el teatro en Europa y en América Latina?

-Hay muchísimas diferencias. El teatro europeo, sobre todo el centroeuropeo, es un teatro muchísimo más potente, muchísimo más elaborado, con lenguajes más actuales, con unas técnicas y tecnologías aplicadas mucho más importantes y mucho más fuertes y con unas estructuras de producción e institucionales que hacen que funcione mucho mejor. En cuanto a nivel es mucho más alto en Europa, aunque de repente aquí, o en España, haya gente que hace cosas muy buenas.

-¿En qué directores centroeuropeos piensa?

-Ah… me saldrán los de siempre, como Thomas Ostermeier. Pero en general, los directores checos, holandeses, franceses, británicos, austríacos y suizos hacen teatro muy potente, aunque partan de clásicos. En España, sin duda, el teatro está como está el país. Está depresivo, el teatro no está hundido, pero está tocado. Entonces está el teatro comercial, en Barcelona y Madrid, y también hay producciones un poquito más pequeñas, como para repartir la pobreza entre todos. Hay una gran argentinización.

-¿A qué se refiere con 
“argentinización”?

-Le llamamos así, en España, al fenómeno de las salas pequeñas, de 20, 30 o 40 espectadores, que es para que se haga crónica de la miseria. Lo que ha pasado en Buenos Aires, donde hay muchas salas, con cuatro espectáculos cada día. Ese modelo se ha llevado a España, pero sin el respaldo social que hay en Buenos Aires, donde hay público. Es bastante lamentable. Ha bajado muchísimo el público. Tiene que ver con las políticas de este gobierno, que puso el IVA cultural a 21%.

-Sí, me comentó Sergio Belbel que en un teatro de Madrid se venden revistas pornográficas [que tienen 4% de impuestos], con las entradas de teatro gratis adentro, como forma de resistencia.

-Eso es un comentario para tomar un café. A mí me da un miedo… Porque todos estos ignorantes, que viven en su mundo, van a meter la pata. Mirá, este libro de Marianella también tiene un impuesto de 4%. Todos los libros y las revistas tienen el mismo impuesto. Yo me callo, porque como el gobierno se dé cuenta de que las revistas culturales y los libros tienen ese IVA, van a meterle otro. Hay que callarse. A ver… la suba del impuesto a 21% ha influido, pero no como dicen los mercaderes del teatro, los que hacen teatro comercial y mercantil. Han influido, además, los cinco millones de gente en el paro, los dos millones de familias sin empleo, la gente que trabaja por 600 euros al mes, las programaciones cada vez peores, menos escenografías, menos recursos, con gente de la televisión. En términos culturales habremos retrocedido 20 años y no los recuperaremos nunca. Yo no lo veré, por lo menos. Porque en Europa también se ha recortado, pero Europa estaba a 100 y ha bajado 10 y quedó en 90, nosotros que estábamos a 25, quedamos en 15. Y eso no es teatro. Es otra cosa.

-¿Qué es “teatro”?

-Teatro es algo que intenta contar la vida en términos no realistas, sino artísticos. A ver. Matizo para que no me digan… Lo que se está dando es el teatro industrial, en el que no hay ningún rigor teatral, si el actorcito no sabe decir, se le pone un micrófono, se le dan papeles que no puede hacer, pero que igual llenan los teatros. O llenaban los teatros, porque eso también está bajando. Es un problema económico global y estructural. Y nadie sale a manifestar por el teatro… porque es aburrido.