-Partiendo de la base de que Buceo Invisible funciona como un colectivo artístico multidisciplinario, la primera pregunta sería: ¿cómo se organiza el proceso de creación?

-Nosotros llevamos muchos años trabajando mucho. Hay cosas que se van dando en un proceso de trabajo, y a veces esos procesos pasan medio inadvertidos para nosotros. Eso tiene que ver con los integrantes y con la historia del colectivo. En un primer momento éramos un grupo de personas de las cuales uno era artista plástico, otro era músico, algunos escribían poesía, otros narrativa, y lo que nos unía era ese deseo errático de estar juntos y después ver qué hacíamos. Incluso, lo primero que produjimos fue un fanzine. Después empezamos a organizar una reunión semanal los domingos de noche en una casa del Buceo. Y ahí íbamos arrimando el material que estábamos haciendo. A veces uno leía y otro cantaba, y otras veces veíamos una película o hablábamos de política o de cuestiones personales. Con los fundadores -con quienes nos conocemos desde niños- se mantiene un espacio de trabajo. Con el correr del tiempo, esas reuniones devinieron en un espacio más operativo, porque había que resolver grabaciones, muestras y cosas por el estilo. En este momento estamos tratando de recuperar ese espacio operativo, que debe sumarse a los ensayos, que son dos veces por semana. En los ensayos también mantenemos ese espacio de taller, que también es para conversar, zapar e investigar. Eso va cambiando con el cambio de personas que se van integrando, aunque los últimos en integrarse ya hace años que están en el colectivo. Los espacios de creación, si bien tienen su historia, se mantienen muy abiertos. Por ejemplo: Jorge, que es violinista con formación clásica, pasó de tocar el violín a tocar el bajo, después a cantar, después a estar en la parte de arreglos y producción. Seba Vítola trabaja con dibujo y pintura; es del grupo de los fundadores y después empezó a componer sus propias canciones y a escribir. Al principio, lo que nos unía era que todos estábamos escribiendo poesía, y después otros tocaban y Santiago, que es mi hermano, es escultor, yo tengo formación en teatro espontáneo, y todo eso va nutriendo el proceso colectivo. En definitiva, cuando vos vas a una muestra, ves el concierto, las canciones, los textos y una forma de decir y de mostrar, pero detrás de todo eso están las trayectorias personales, esas búsquedas. Yo creo que no se trata de mostrarlas, sino de que queden sugeridas, y si son mostradas, que se expresen en esos pequeños intersticios, en esas cosas que uno tenga para decirle al otro. Pero todo eso está como background, como acervo del grupo. Inclusive nosotros trabajamos con psicodrama, no tratamos de definirnos, sino de ir sumando experiencias. No somos una banda de rock ni somos una tertulia literaria. Pero dentro de los espacios de definición, tratamos de probar cosas, de investigar y sumar experiencias. Hace tiempo que definimos una manera de hacerlo y desde ahí trabajar en decir, que nos parece recontra importante. No es natural que vos estés arriba de un escenario, de manera que ese paradigma de “actuar naturalmente” es una construcción; nosotros creemos que el espacio escénico es para trabajarlo. No se hace desde una perspectiva teatral, pero sí de dimensionar esa presencia en el escenario, en pos de transmitir.

-¿Dirías que hay una estética en común o ciertos temas recurrentes en la producción del colectivo?

-Yo te diría que no buscamos eso a priori. Sucede que hay algunos puntos de conexión que, por supuesto, van más allá de la amistad y que tienen que ver con lo que te une al otro. Hay un territorio común que es el Buceo, hay un tiempo compartido que deviene después en tiempo mítico, de niños que se conocen en la escuela en tiempos de dictadura, que vivimos juntos esa alegría de cuando terminó la dictadura y ese perfume creativo, esa cosa emotiva que había. También el barrio con sus contradicciones, con el cementerio y la playa. Después los 90, que tienen algo parecido a esta época: al parecer estaba todo bien, pero había un profundo vacío y culturalmente la cosa estaba muy chata. El amor por la poesía y los libros. Eso está en Buceo Invisible desde el comienzo y sigue estando. Hay temas que se abordan y, como hay varios que escribimos, son los temas que a cada uno le pegan. Hay cosas que vas a encontrar como constantes en la producción del colectivo, y también vas a encontrar cosas que tienen que ver con esta diversidad.

-¿Cómo se organizan? ¿Cuándo consideran que una obra está terminada o que está lista para ser compartida?

-Hay diferentes áreas: está lo musical, la escritura y las imágenes. En cada área tenés un referente. Igual, todo lo que se hace se comparte con todo el colectivo y se decide entre todos. De repente, las cosas no tienen las mismas resonancias para todos, pero sí sabemos lo que compartimos. En la parte de plástica estaba Sebastián Vítola, que ahora está retomando el contacto con nosotros, porque en la crisis de 2002 se fue a vivir a Valencia y armó un café literario que se llama Kafkafé y que terminó siendo un espacio literario de referencia en esa ciudad. Él comparte con algunos de nosotros el “tecnotorpismo” y recién ahora nos está mandando fluidamente sus producciones, y en las últimas muestras hemos retomado el hecho de trabajar en las visuales con dibujos y pinturas suyas. Al principio eran diapositivas y ahora estamos volviendo a eso también con Seba Santana, que también hace las tapas de los discos. Hay confianza en el trabajo del otro, nos gusta lo que hace el otro. Cuando Diego [Presa] trae una canción siempre va por el lado que nos conmueve. Puede gustarnos más o menos, pero hay referencias compartidas, nunca nos resulta ajeno. Podemos discutir en otros términos: si consideramos que está terminado, si pensamos que eso es una pieza que vale con lo que estamos haciendo o puede quedar para otro momento.
No se descartan cosas porque no nos gusten, sino en base a su articulación con lo que se va a mostrar. Hay un criterio de selección que se fue puliendo con el tiempo, pero nos basamos en la confianza y en el gusto por el trabajo del otro.

-Hasta ahora has hablado de un “nosotros” y esta pregunta es personal ¿qué significa Buceo Invisible en tu vida?

-En las entrevistas eso siempre es un lío. Tratamos de venir acompañados porque es difícil hablar en nombre de otros. Uno trata de pensar mucho las respuestas para tratar de no hacerlo desde lo individual. Buceo Invisible es parte de mi vida; antes de empezar con el colectivo ya había una prehistoria que nos unía. Con Diego y Seba hacíamos cosas juntos desde la escuela. Me acuerdo que en quinto año hicimos una obra de teatro para presentar. Ya ahí había un rudimento de lo que fue después. Con Seba armamos un movimiento escolar, que ahora da un poco de vergüenza decirlo: en la primera etapa salíamos a hacer grafiti. En el grupo también está mi hermano, así que hay lazos muy profundos y de muchos años. Pero lo que tienen los grupos, así como las personas, es que son mortales. En el plano personal lo que me preocupa es dejar cosas, pero no fue de la forma en que empezamos. Al principio estábamos más en la filosofía del acontecimiento, que sigo pensando que está buenísimo, pero en esta etapa tenemos la obligación para con nosotros mismos de registrar lo que estamos haciendo. Antes hacíamos un año de trabajo para una muestra que veían 80 personas, y terminaba todo ahí. Sabiendo que es una parte de mi vida, lo que me inquieta es que lo que está se registre. Este año fue importante porque salió el disco solista de Diego, el libro de Santiago [Barcellos]. Y lejos de pensar eso como caminos que se alejan del colectivo, pienso que son productos de Buceo Invisible sin serlo. Creo que las cosas que cada uno de los compañeros hace por ahí fortalecen al grupo. Eso quiere decir que hay más cosas para decir de las que Buceo Invisible puede contener.

-¿Qué van a hacer en la Zavala Muniz?

-Es la última muestra del año, o sea, es un recital en vivo de la banda, con los poetas y con el soporte visual de Sebastián Vítola. Se llama Los huesos y el aire, que es el nombre del libro de Santiago. No será una presentación del libro, pero sí vamos a tomar como soporte los conceptos y las imágenes que están ahí. Eso va a ser lo que estructura la presentación. Todo con la intención de que, a diferencia de los discos, el encuentro es algo que no se puede sustituir, y se busca producir algo que tenga que ver con la fuerza y con la emoción.