-¿Cuáles fueron las principales políticas culturales de este período?

-Destacaría tres aspectos. En primer lugar, hubo un reforzamiento de la idea de la democratización territorial en el tránsito y la producción de bienes y servicios culturales. Acá entraría todo lo relacionado con la gestión de Centros MEC y el concepto de ciudadanía cultural. En segundo lugar, el rescate del SODRE, no sólo la parte edilicia -que comenzó en el período de gobierno de Tabaré [Vázquez]-, sino con el impulso que tuvo el ballet con la conducción de [Julio] Bocca y el efecto arrastre en el resto de las áreas y elencos del SODRE, donde están el coro y la escuela. Lo importante es que elementos de alta calidad que otrora podían entenderse como arte de élite hoy es de apropiación de la ciudadanía en general. El tercer aspecto es la continuidad y aumento de políticas de fondos concursables. Seguir impulsando y apoyando la creación es la contracara. Me refiero tanto al ICAU por medio del factor audiovisual como a los propios Fondos Concursables.

-¿Qué cosas concretas se hicieron con relación al acceso a la cultura? ¿Cómo llegan las ofertas culturales a los sectores de menores recursos?

-Ahí lo primero que tenemos es: cómo llegan al centro los sectores vulnerables de la periferia de Montevideo, no con relación a los medios de transporte sino como viaje cultural. Lo que es interesante es la articulación con programas del INAU [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay], Pueblo al Solís, o los Centros MEC que impactan en poblaciones que no eran naturalmente destinatarias de las políticas culturales y el fortalecimiento de la mirada local. El 60% de los talleristas de los Centros MEC son locales para revertir la idea de que se va desde Montevideo al resto del país a realizar actividades artísticas o formativas. En algunas localidades donde se llevaron adelante procesos de alfabetización digital, los referentes son personas que hace algunos años hicieron esos mismos cursos y que aún no tienen terminada la escuela o, por la zona en la que viven, de contexto rural, nunca habían salido. Esto tiene un impacto capital, llega a generar cambios en espacios micro y eso tiene un impacto en el contexto. Por ejemplo, en Castillos se creaó una ficción comunitaria que se está grabando en la Usina de Cultura. El pueblo de Castillos, fiel reflejo de los uruguayos que siguen viendo a los jóvenes como factor de riesgo, terminó haciendo cola en un centro cultural para ver el preestreno. Son cosas que pasan por la insistencia en políticas que funcionen desde lo local; creo que en eso hay una marca de gestión.

-¿Y en clave de dar visibilidad en el exterior de lo que se produce en Uruguay?

-En lo que corresponde al MEC, hay una fuerte vinculación con la cancillería por el papel que llevan las embajadas en la promoción cultural. El SODRE hizo 13 salidas al exterior, y se participó en ferias del libro y actividades. También Uruguay fue destino de artistas de renombre.