-¿Qué tiene de particular Wed 21?

-Me cuesta mucho responder esas preguntas, lo dejo para que lo hagan los demás, aunque se equivoquen. A veces me dicen que el disco tiene esto y lo otro, y son cosas de las que yo no me doy cuenta. Una de las particularidades que sí te puedo decir es que Wed 21 tiene una estructura en sus canciones; son más dinámicas, con cosas que empiezan y terminan completamente distinto a las de mis discos anteriores dentro de mi estilo. Me di cuenta en el momento de ensayar y en los primeros shows, en los que tuve que acomodar la energía, ya que son canciones más cortas y esto hace que el vivo sea diferente.

-En tu disco anterior -Un día (2002)- tenías una canción, “Los hongos de Marosa”, inspirada en la poeta uruguaya Marosa di Giorgio. ¿Quiénes fueron los referentes o las inspiraciones en tu último disco?

-Digamos que la canción de Marosa fue algo que vino después del disco terminado. En mi caso el proceso de las letras es completamente diferente al de la composición: cuando la canción está terminada en su estructura musical, después le encuentro una letra que le quepa a esa melodía y que le quede bien a la canción. Marosa no fue la inspiración del disco, sino que desde la palabra “hongos” y la relación con ella a partir de su relato “Todos los hongos tienen la inicial del muerto del que provienen” armé algo con ella. No tengo referentes ni nada a priori cuando armo un disco. En general es un proceso hacia adentro y ni yo sé realmente qué va a pasar cuando salga de ese túnel; no tengo una idea preconcebida.

-En la búsqueda de nuevos sonidos, ¿te siguen atrayendo los avances tecnológicos?

-Los avances tecnológicos me perturban muchísimo; siento que ya perdí el interés, o no tengo la capacidad de incorporarlos. Cada cosa nueva que aparece se me olvida. Lo único nuevo que hay en este disco es una guitarra eléctrica y unos pedales que simplemente ponés on-off y se acabó. No programo un sonido desde una frecuencia de 300 megahertz y le quito la modulación de onda…

-¿Cómo fueron estos cinco años de giras y conciertos sin nuevo material discográfico?

-Lamentablemente no me di cuenta de que había pasado tanto tiempo; si no, no me hubiera puesto en campaña. Es que no tenía necesidad de hacer un disco… no es que de golpe dije: “Tengo que volcar todo esto en mi nueva obra”. De todos modos, me dio un poco de impresión que pasara bastante tiempo, si bien para mí no pasó, para la gente sí, y eso después te lo hacen pagar un poquito. El mundo avanza y si vos no vas con el mundo te quedás atrás; aunque no retrocedas, como el resto avanza tenés que adelantarte y salir corriendo para estar al día. Eso lo sentí sobre todo por los periodistas, que hacían hincapié en esos cinco años.

-Sin embargo, en esos cinco años no te fuiste del todo: volviste a la televisión con Juana y sus hermanas para un comercial de una reconocida marca de telefonía celular…

-Es que hay ofertas a las que una no puede decir no… Además, me pareció que estaba bueno volver a hacer los personajes, porque todo el mundo me decía: “Tenés que volver a la televisión”. Pero yo no quiero. Fue algo puntual, que me llevó una semana escribir y armar, y después fueron dos días de filmación. O sea: todo muy cómodo, con mucha producción, en cuanto a que los demás se encargaban del resto y no era mi responsabilidad. Yo me encargué de que el personaje estuviera vigente. Por ejemplo, tuve que agiornar el vocabulario de Roxana la Cheta, porque los chicos todos los años tienen una expresión nueva y yo no podía hablar como la cheta de hace 20 años. Me divertí mucho porque era algo muy puntual, con un fin.

-¿Qué diferencia existe entre producir un programa y armar un disco?

-Aunque yo no producía Juana y sus hermanas, estaba a cargo. La diferencia con un disco es la misma que existe entre hacer teatro o televisión. Vos hacés una obra que te lleva cierto tiempo y la representás, mientras que en televisión todos los días tenés que hacer algo distinto, porque no se puede pasar el mismo programa todas las semanas. Ésa es la gran diferencia. Por eso es agotador hacer televisión, porque todo el tiempo tenés que cambiar. No es como el teatro o el cine, que lo pensás, lo corregís y, según cómo te vaya, tendrá una duración o no en su representación.

-En general, ¿cómo te llevás con las definiciones?

-No me llevo.

-Parece que la prensa te encontró un lugar en lo tecno campestre o tecno folk…

-No, ahora soy folktronic… Lo de la etiqueta me tiene sin cuidado. Lo que sí me parece algo bastante nocivo, para el que no te conoce y para la música en general, es decir que hacés tal cosa y que te comparen con otros, encasillándote. Es como cuando te describen un cuadro: es una combinación de lo que te dicen más tu imaginación, sin tener el cuadro enfrente. Eso de encasillar o de comparar con otros músicos tiene más contras que pros, porque quizá lo que describo no te interesa porque te recuerda a algo que no te gusta y no investigás, o, al revés, creés que se parece a alguna cosa y después no es así. Por ahora me voy quedando con los periodistas franceses, que son capaces de describir un disco con emociones y no te comparan con otros músicos. Eso lo hace el pensamiento francés, tan desarrollado: desde chicos les enseñan a describir. Otra cosa que me pasa es que 70% del periodismo mundial lee una reseña y después lo que dicen está basado en lo que leyeron; te das cuenta de eso en una lectura superficial. Por ejemplo, cuando dicen “este disco se parece al anterior”, yo me pregunto: “¿Y? ¡Ey! ¡Soy yo!”. No es que me transformé en otra persona, entonces tengo un disco de boleros, otro de tango y otro de rock and roll. ¡Es lo que hago, obvio que se va a parecer! Podés decir “me gusta más”, “me gusta menos”, “es ella más contenta” o “se la ve más deprimida, más excitada”. A veces dicen: “No hay mucha diferencia con los discos anteriores”. Obvio que no. A veces me critican desde ese lugar y me parece errada la visión.

-Este nuevo disco viene acompañado de un nuevo sello…

-Dejé Domino, que era un sello inglés, y en 2011 conocí a Marc Hollander, de Crammed Disc, y nos hicimos amigos casi instantáneamente, algo que hasta ahora nunca me había pasado con nadie de la industria. Porque una cosa es llevarte bien, ser educada y llevar una conversación adelante, y otra cosa es hacerte amigo. No dudé un segundo en firmar con él; era como familia y era importante que esto me pasara. Las giras son independientes al sello: sin giras no tocás en ningún lado, porque los discos no se venden. Un tipo que quiera curiosear sobre mi música la baja por algún lado. Yo no estoy en contra de que esto suceda, para mí es una buena promoción para que te conozcan cuando vas a tocar, porque la gente, ante la duda, no va. Yo prefiero vender menos discos y que mis shows estén llenos.

-Entonces con tu música, los japoneses fueron los más curiosos.

-Fue justo antes de la crisis del disco. Todo lo que me pasó internacionalmente fue gracias a Japón. Todo empezó cuando le envié mis discos a un comprador: comencé enviando una caja con 25, al mes me pidió 500 y a los tres meses ya le estaba mandando 10.000. Llegué a Japón y lo primero que vi en la entrada de Tower Records fue un afiche de mi disco del tamaño de un hall, mientras que en Buenos Aires venían 14 personas a verme. Lo que más me impactó fue que como no sabían dónde ponerme, por este tema del encasillamiento, estaba en casi todos los pisos: en latin, folk, avant garde, pop… hasta en jazz.