Este fin de semana llega al Solís el proyecto internacional Dos Orillas, que propone la correalización teatral entre países latinoamericanos y la ciudad de Madrid, desde el teatro español. Tirano Banderas, de Ramón del Valle Inclán, es la primera obra del proyecto, concretada gracias a la colaboración del Instituto Nacional de Bellas Artes (México), el Teatro Solís de Montevideo, el FIT de Bogotá, el Teatro Sucre de Quito y el FIT de Caracas.
Con motivo del estreno, la diaria habló con la actriz valenciana Susi Sánchez, recientemente nominada a los premios Goya por 10.000 noches en ninguna parte, protagónico que también le valió el premio de la Unión de Actores. Además, participó en La piel que habito, de Almodóvar, y protagonizó La teta asustada, de Claudia Llosa. Sánchez había visitado Montevideo en 1985, con una versión española de Bodas de sangre.
Con una sencillez y simpatía poco usuales en el medio, Sánchez cuenta que Madrid se está llenando de tiendas de ropa y de moda mientras se vive la desaparición de los cines. Dice que “hay una crisis cultural”, a la vez que confiesa que el premio de sus colegas (por la Unión de Actores) le ha llenado el corazón. Se lamenta de que en España estén poniendo muchas dificultades para que los actores puedan trabajar, motivo por el cual muchos cines están ofreciendo sus entradas al 50%.
“Yo ya había trabajado con otra obra de Valle Inclán, Cara de plata, y ahí no lo pillé totalmente al gallego. Me pareció un lenguaje demasiado rocambolesco, complejo, es como que nos ponía a prueba para ver si éramos capaces de entender lo que estaba diciendo. Con Tirano Banderas he descubierto una obra con una modernidad y una actualidad apabullantes. Sobre todo porque habla de temas universales, como la ambición, el poder, el anhelo y la libertad. Es una novela que está escrita en una manera cíclica. Va dando saltos, así que tuvo, a la hora de imaginarla, una concepción muy moderna, esforzando al lector para que vaya hacia adelante o hacia atrás”, dice. Describe el sentimiento del receptor como un “estado de convulsión” entre dos fuerzas.
La pieza cuenta con la adaptación escénica del mexicano Flavio González Mello, quien define su versión como un “esperpento psicotropical”. “Habla de las drogas, por ejemplo, ya que Valle Inclán estuvo viviendo en México y ahí se dice que probó marihuana. Parece ser que cuando llegó a España siguió fumando hasta el último día de su vida. La obra está bajo el efecto de este tipo de sustancia, como también las imágenes que sugiere a partir de eso”, reflexiona Sánchez. Comenta que el director la ha enfocado manteniendo la exposición en dos bandos, los buenos y los malos, planteando el prototipo para que, por un lado, llegue a todo tipo de público, y por otro, circule por debajo, en distintos planos de la superficie, “hasta ir encontrando detalles mucho más hondos”.
En esta obra, nueve actores interpretan a casi 50 personajes. Para la actriz, el proceso fue algo difícil de definir, ya que todos interpretan siete personajes distintos, a excepción del tirano -protagonista del espectáculo-. “Es un trabajo de malabarismo: una obra es la que ven los espectadores y otra la que sucede entrecasa”, remata.