Desde el jueves 3 hasta el domingo 6 se llevará a cabo el Festival Internacional de Fotografía San José Foto, que además de variadas exposiciones incluirá talleres, visitas guiadas, presentaciones, proyecciones y conferencias.

El madrileño Alejandro Castellote será el curador del encuentro. Conocido por su vínculo con Latinoamérica, es el director de los encuentros de PHotoEspaña y de la Daegu Photo Biennale de Corea del Sur. En 2006 fue premiado con el Bartolomé Ros a la mejor trayectoria profesional en fotografía española, y en 2011 recibió el premio Entrefotos, entre numerosos reconocimientos.

Los fotógrafos extranjeros que se presentarán en el festival son el ecuatoriano Giovanny Verdezoto, los argentinos Marcos López, Angélica Dass y Alejandro Chaskielberg, y el mexicano Musuk Nolte. Los uruguayos seleccionados son Verónika Márquez, Ignacio Iturrioz, Guillermo Giansanti, Federico Estol, Alejandra Bacigalupi, Catalina Martínez, Nicolás Garrido, Carlos Lebrato, María Mercedes Aldaz, Diego Battiste, Cecilia Rivero, Martín Cerchiari, Javier Calvelo, Ramiro Iriñiz, Erika Bernhardt, Nacho Correa, Juan Manuel Ramos, Lucas Pernin y Mauro Martella.

Se darán diversos talleres, como los de Walter Astrada y Marcos López, y un visionado de portafolios “para que los fotógrafos puedan mostrar sus trabajos a curadores y editores de revistas, por ejemplo, y así tener la posibilidad de publicar sus trabajos”, contó el uruguayo Christian Rodríguez, director del festival.

Educando el ojo

Rodríguez vive desde hace años en España, dedicándose a la fotografía documental y a la docencia. En 2006 hizo la cobertura del conflicto Israel-Hezbolah en el sur de Líbano; dos años después ganó la beca Roberto Villagraz y se trasladó a Madrid para realizar una maestría en fotografía documental de la Escuela de Fotografía y Centro de Imagen (EFTI); con ese trabajo ganó el premio Futuro de su generación, entre varios reconocimientos. Además, sus fotos han sido publicadas en diversos medios internacionales: The New York Times, Time Magazine, El Mundo, Esquire, La Nación y Página 12, entre otros.

Todos los proyectos de Rodríguez están centrados en cuestiones de género. Al respecto, contó que cuando estaba haciendo la maestría sus profesores le dijeron que ya era un buen fotógrafo y que lo que tenía que hacer en adelante era “elegir un tema para focalizarse” y así poder convertirse en un autor. “Elegí este tema porque soy hijo de una madre soltera y me crié con mi abuela, sin conocer a mi padre biológico, con quien me contacté por internet hace dos meses. A partir de esto entendí muchas cosas. Uso la fotografía como forma de analizar mis inquietudes, mis problemas familiares o personales. A partir de este lugar he trabajado sobre el tema de la prostitución y el de las mujeres migrantes. Poco a poco, fui centrando mi carrera en eso. Y sucede que los que vivimos afuera siempre queremos volver, extrañamos el país”, aseguró.

Rodríguez dijo a la diaria que hace tres años comenzó a venir a Uruguay a dictar talleres. En 2013 vino a dar un curso a Montevideo y fue invitado a dictar otro en San José. Allí conoció a María Mercedes Aldaz y Pablo Pucheu, quienes le propusieron obtener 1.000 dólares para organizar un concurso. En ese momento, respondió que si se podía conseguir un poco más de dinero era posible organizar un pequeño festival, “aunque en verdad terminó siendo algo mucho más grande”, señaló. “Hay que tener en cuenta que el contenido de este festival podría estar en cualquier parte de Europa: el curador [Castellote] tiene 25 años de carrera, ha estado curando los mejores y más importantes festivales de Hispanoamérica, y los invitados son destacados artistas internacionales”, explicó.

Contó que los festivales de fotografía más conocidos de Europa se organizan en pequeños pueblos. Siguiendo esa tendencia, la idea de San José Foto fue llevar el festival a una ciudad del interior. Destacó que cuenta con toda la infraestructura de la ciudad, ya que “la seña de identidad de este festival son las fotos expuestas en espacios públicos”. Por ejemplo, una foto de Marcos López es una remake de La última cena, de Leonardo da Vinci, y su lugar de exposición será la catedral de la ciudad.

“Hace tiempo que tenía ganas de crear un proyecto educativo que forme fotógrafos en el país. Cuando venía a dar talleres incluía una beca de 400 dólares, porque he recibido becas y ayudas para producir en el exterior, pero aquí casi no existen. Creo que la formación de los fotógrafos es muy importante, y acá hay un gran debe. Hace falta una gran reflexión sobre el hecho fotográfico, más allá de la parte técnica. Hoy en día no alcanza con saber usar la cámara, la fotografía es algo mucho más complejo que eso. Hace falta un gran conocimiento y análisis de los temas que uno está trabajando. Por eso, para mí es importante esta reflexión, y para que se pueda dar, para que haya proyectos de largo aliento que profundicen en las temáticas, se necesita dinero. El fotógrafo no necesita exponer su trabajo hasta no tener una obra lo suficientemente madura o desarrollada”, expresó.

Por este motivo, uno de los fundamentos más importantes del festival es intentar ayudar a aquellos que se dedican a la fotografía. En paralelo, el festival organiza una beca y un concurso cuyo premio son 1.000 dólares, con el que han “batido todos los récords” y al que se han presentado fotógrafos de todo el mundo. Pero lo central es el propósito de incentivar la producción nacional, ya que los trabajos deben haber sido realizados en el país.

Mirar el futuro

El director considera que la ayuda y el incentivo son muy importantes para el trabajo fotográfico: “No creo que sólo sea un tema de números. Sí, somos un país chico, pero si tenemos la ayuda necesaria vamos a poder tener una visibilidad mucho mayor en el exterior. Quiero ayudar a los fotógrafos a que puedan tener esa visibilidad. A mí me ha llevado muchos años de trabajo y me seguirá llevando muchos más, pero quiero aprovechar que vivo en Madrid para que otros también puedan contar con ese tipo de formación”.

Rodríguez dijo que cuando uno vive en otro país siente la necesidad de reconocerse y de investigar en los orígenes, como pueden ser, por ejemplo, nuestras raíces afrodescendientes. Por eso, tal vez, haya “leído más literatura uruguaya en los seis años que viví en España que en toda mi vida”. Siguiendo la reflexión, afirma que “hoy en día la fotografía latinoamericana tiene gran visibilidad en el exterior, y ya no son los europeos o los gringos que vienen a contar nuestras historias, sino que deben ser los propios fotógrafos, en sus ciudades y en sus pueblos, los que las retratemos”.

Considera que generalmente en Uruguay se hace demasiado foco en la fotografía de prensa, cuando tal vez el camino a seguir sea “alejarse de los medios para enfocarse en los proyectos autorales a largo plazo, en los que el fotógrafo pueda tener mayor libertad. La prensa diaria no deja de ser una limitación para el desarrollo del fotógrafo debido a los tiempos del medio”, cuando “la fotografía es una disciplina lo suficientemente amplia para que allí ingresen todas las maneras de contar”.

Al ser consultado sobre la nacionalidad del curador, al intentar repensar la identidad latinoamericana, respondió que se encontró con que es el curador que “más sabe de fotografía latinoamericana”. “En Uruguay no hay personas con el currículum y la preparación con los que cuenta Alejandro Castellote. Ni siquiera existe la carrera de curaduría, y casi no hay libros de investigación de fotografía. Quizá se podría haber encontrado un curador brasileño, pero al vivir en Madrid, fue la persona que contacté primero, y yo sé que él maneja muchísimos autores latinoamericanos, conocimiento necesario para pensar un festival internacional”, dijo, subrayando la falta de formación existente en el país.

“Cuando nos empezamos a contactar, vimos que varios de los fotógrafos más importantes del mundo estaban dispuestos a participar, como Walter Astrada, que es uno de los fotoperiodistas más importantes del momento. Y si bien éste es un festival privado, hecho a pulmón, contamos con el apoyo de la Intendencia de San José”, destacó.

El último proyecto artístico que el fotógrafo comenzó en Uruguay consistió en documentar -en el transcurso de tres meses- a madres adolescentes, médicos y funcionarios del Hospital de la Mujer. Le interesa la realidad adolescente como una forma de entender su entorno (cuenta que su madre y su hermana vivieron embarazos adolescentes), a la vez que la realidad latinoamericana. Este proyecto, llamado Teen Mom, también abarca otros países del continente: “El primer capítulo, ‘El nacimiento’, centrado principalmente en los partos, se realizó en Uruguay. La segunda parte se llevó a cabo en unas favelas de Río de Janeiro, donde trabajé con una ONG que desarrolla un programa de prevención y ayuda del embarazo adolescente. Los siguientes pasos incluirán a Perú y Centroamérica”.

Rodríguez mencionó un informe sobre el índice de embarazo adolescente en Latinoamérica, que emitió el año pasado la Organización Mundial de la Salud y que muestra cifras superiores a las que se registran en África. “Se estima que en algunos años, Guatemala, el país que tiene más embarazos adolescentes, será el país con mayor cantidad de embarazos del mundo. Uruguay, por ejemplo, cuatriplica la tasa de embarazos adolescentes de varios países, y si bien no está por encima de la media, tiene mayor tasa de embarazos que Centroamérica”, detalló.

Considera que ser madre adolescente en ciertos contextos tiene connotaciones como convertirse en adulta, ser más respetada y adquirir otro estatus en la comunidad. “Según la información a la que he accedido, en muchos casos estas adolescentes quieren tener un hijo; no es un problema de educación sexual, sino de educación de fondo. No hay políticas para concientizar a esas niñas de que antes de la maternidad se pueden hacer otras cosas, como estudiar o prepararse. Y muchas veces, en estas comunidades, las adolescentes creen que lo único que pueden ser es madres, y tener bebés es contar con algo propio, que nadie les va a poder quitar”, explicó.

Rodríguez afirmó que está “aprendiendo mucho”. Centroamérica le interesa porque, siguiendo sus líneas de investigación, “es el lugar con el índice más alto de embarazos adolescentes, sin que existan políticas que profundicen esa realidad y que la ataquen de raíz”.