-¿Pueden explicar qué es el Macmo y sobre todo en qué difiere de otros museos dedicados al arte contemporáneo?

Agustina Rodríguez: -La idea es generar un museo que tenga el énfasis en prácticas artísticas contemporáneas que no se centren en objetos de exposición, sino en procesos.

Eugenia González: -La otra diferencia principal es que estamos planteando un museo que no esté atado a un edificio y que se vaya moviendo según propuestas heterogéneas que no necesariamente son muestras, sino actividades puntuales. De hecho, no nos proponemos mostrar muchas obras, más bien vamos a generar actividades y en relación a ellas se van buscando y usando diferentes lugares. El museo se va a mover; puede ser un auditorio si es una charla, un taller si es un laboratorio, etcétera.

AR: -Sí, la idea es hacer hincapié también en la carga simbólica de cada lugar en que operamos. Si precisamos un cubo blanco, buscamos un cubo blanco; si necesitamos un lugar público, ahí estaremos. Queremos generar la mayor sinergia posible entre la acción, el seminario, en fin, la actividad que sea y el espacio en la que se desarrolla.

EG: -Así se empieza a mimetizar más la idea de museo con la práctica en sí misma.

-¿Por eso lo definen un “territorio híbrido”?

AR: -El concepto de híbrido del Macmo se vincula a la intención de moverse entre dos terrenos: el institucional y el autónomo, poniéndolos en tensión en relación a prácticas artísticas que se desarrollan actualmente.

-¿Cómo manejan una estructura de alguna manera “desestructurada” como este museo?

AR: -La estructura que está carente es lo físico, pero el museo tiene un equipo de trabajo en el que cada uno tienen roles, tareas, y que trabaja interdisciplinariamente. Por ejemplo, en la investigación están Francisco Tomsich y Lucía Naser, en la producción Agustina Fernández Raggio, en el diseño Federico Calzada y muchos más: en total somos una veintena de personas.

EG: -La estructura existe, pero es de otro tipo, es distinta. En un museo tradicional tenés las oficinas, se trabaja uno sentado al lado de otro; nosotros, en cambio, usamos mucho las computadoras y la red, vale decir que cambia el medio, pero no deja de haber una estructura.

AR: -Trabajamos online, compartiendo archivos, dialogando, escribiéndonos, lo que nos permite estar, como decíamos, en la línea entre institucionalidad y autonomía. En algunas cosas nos parecemos mucho a una institución clásica, pero tenemos la posibilidad de salir de ella cuando se vuelve demasiado burocrática. Entonces estamos buscando un equilibrio entre estos dos polos; la estructura no puede volverse una prisión, sino una base desde la que operar.

-¿En el contexto montevideano se proponen un diálogo con otras instituciones uruguayas conexas al arte?

EG: -Estamos pensando todo el tiempo en cómo relacionarnos con otras instituciones, porque no hay que negarlas: al contrario, hay que trabajar juntos. Por ejemplo, ahora estamos en tratativas con el Claeh, y a fin de año vamos a tener una exposición en el Subte.

-Hablando de eso, ¿qué otras actividades tienen planeadas para el año?

EG: -Acabamos de lanzar un laboratorio. Estamos convocando a gente de diferentes disciplinas, porque queremos formar un grupo de trabajo que durante un mes discuta de cosas importantes para el museo, por ejemplo cómo se insertan en el tejido social las prácticas artísticas. Vamos a plantear unas obras y ver cómo se podrían implementar a partir de contextos diferentes de los habituales, tomando otra complejidad. El laboratorio estará abierto al público, que puede ir a escuchar las discusiones. De cierta manera, el mismo laboratorio está pensado como una obra. La convocatoria está abierta hasta el 20 de junio, y la segunda semana de julio el proyecto arranca.

-¿Tienen un público “ideal”? ¿Quieren crear uno nuevo o captar uno que ya existe?

EG: -Partimos de un público que sabemos que existe, que es el habitual del arte, pero lo que nos gustó de la primera manifestación del Macmo 
-la exposición Discursos encontrados, que se realizó en una antigua casona de la Ciudad Vieja a mediados de mayo- es que nos visitó mucha gente que no era la de siempre y que se enteró del evento por canales diversos, por ejemplo Facebook. Por supuesto, nos interesa sumamente incorporar ese tipo de público.

-El Macmo tiene su revista. ¿Cómo está pensada?

EG: -Recoge el trabajo del equipo en algo tangible, es otro canal del mismo trabajo. Ya que estamos dentro de tanta desmaterialización con la falta del edificio, está bueno tener algo material. Al mismo tiempo la revista posee cierta independencia y puede ocuparse de algo no relacionado a los eventos del museo; de hecho, tenemos pensadas un par de ediciones desvinculadas de las actividades.

-Ustedes son artistas, y otras personas involucradas en el Macmo también. ¿De qué manera eso influye en la gestión de un museo “híbrido”? Porque, por ejemplo, la idea misma de elegir y moldear el espacio en función de la obra o actividad tiene una postura más de artista que de gestor cultural…

AR: -Sí, eso creo que nos permite pensar el mismo museo como una práctica artística en sí, brindándonos un montón de libertades y posibilidades.

EG: -Creo que una de las obligaciones del artista hoy es preguntarse cómo, dónde, de qué forma se opera en la sociedad, y el Macmo expresa esta inquietud.

-¿Por qué definirse “museo”? Lo pregunto porque en realidad, para organizar diferentes actividades en diferentes lugares, se podrían llamar “grupo” o “colectivo” y no necesariamente “museo”…

AR: -La idea es poder apropiarnos del término “museo”, que está tan fijado a determinado contexto. Resulta interesante ver qué pasa si lo tomamos manteniendo algunas características que lo definen, pero cambiando otras. Que nosotras tengamos el rol de artistas visuales nos permite jugar con eso.

EG: -Eso de tensionar por un lado el no tener una sede, el tipo de eventos que realizaremos y el modo en que serán mostrados, focalizándonos en el proceso más que en el producto, con, por otro lado, el no abandonar del todo una estructura institucional, algunos roles y ciertos comportamientos propios de una organización formal, se refuerza usando la palabra “museo”. Claramente no es casual el nombre, y si se llamara de otra manera no sería la misma propuesta.

-En algunas de sus obras como artistas han puesto en jaque lugares y prácticas ultraconsolidadas como la sala de exhibición y los concursos de arte. ¿El Macmo tiene algo de esa fuerte veta política y polémica o propone simplemente una alternativa al espacio museal?

EG: -Hay una dimensión política, claro. Obviamente nuestro trabajo de artistas, por motivos varios, siempre está centrado en las relaciones de los agentes en el campo del arte. Esto del Macmo no es aislado, es una consecuencia de investigaciones que venimos haciendo desde hace tiempo. Es diferente a otras operaciones que hicimos en el pasado, es mucho más constructivo, pero no le quita su faceta política: sí hay intención de hacernos preguntas, sí hay una voluntad de modificar estructuras, de cuestionar lo existente.