-Viene a Uruguay invitada a un debate feminista. ¿Cómo ha visto los avances del gobierno uruguayo en materia social?
-No los conozco en profundidad. Pero digamos que Uruguay en general es muy importante en América porque, aunque territorialmente sea un país pequeño, resulta ser muy influyente, sobre todo al haberse convertido en un paradigma de estabilidad. Es bueno que de alguna manera Uruguay marque una pauta; creo que establece una pauta mucho más civil, de progreso en la política internacional de América, con una democracia más real. Es una sociedad que no presenta tantos problemas en su origen, a la vez que también es más homogénea y educada.
-¿Cómo es su relación con América Latina? Leí que estuvo en México.
-Somos una continuidad cultural indudable. Sólo hay tres idiomas globales: el chino, el inglés y el español. Cuando alguien tiene una continuidad idiomática, como es el caso de Inglaterra, tiene un gran dominio, porque el inglés se ha convertido en una interlengua mundial. Pero en su propia Commonwealth tiene esas cosas como India, donde, aunque se logre instaurar cierta continuidad idiomática con las elites, no hay una continuidad cultural. Por el contrario, el ex imperio español se parece en eso al ex imperio romano, donde todos hablaban latín y había -en el siglo IV- una mediana homogeneidad. Nosotros la tenemos en un sentido y en otro: somos pluriétnicos pero no pluriculturales. Uno puede encontrar una cultura bastante homogénea con personas de todas las razas, como afrodescendientes -que fueron traficados-, orientales, pueblos originarios, europeos desterrados. La continuidad no nos la da sólo el idioma, sino algo tan evidente como una formación de ideas en términos similares, referencias comunes de cultura. Somos la segunda o tercera comunidad mundial. He venido muchísimo a América Latina, porque creo que hay que venir; nadie en España tiene idea de quién es si no conoce América, y viceversa.
-Usted es una de las feministas referentes en su país...
-Cuando me tocó ser feminista se me había olvidado el nombre. Vivía en un país sumamente cerrado, donde había desaparecido cualquier memoria del pasado. Simplemente, uno se hace feminista frente a cualquier situación desigual. Te haces feminista por puro sentido de la justicia. Cómo es posible que el mundo esté dividido de esta manera, es injusto, no está bien. Ponerte a pensar el feminismo es una tarea distinta. Me parece que hurtaría uno de mis deberes como filósofa si no tratara de pensar qué tiene que ver el proceso completo de hominización con la propia condición femenina y cómo ésta se manifiesta a lo largo del planeta. Mi contribución radica en brindar una armazón teórica, ya que se cuenta con las ideas para generar una armazón explicativa que permita comprender el tipo de fenómeno que es el sistema de dominación masculina, patriarcal, qué efectos tiene y dónde, así como la intrínseca prelación del feminismo como teoría de la libertad. Hay que entender el feminismo como una teoría política de desarrollo de la democracia, incluso como una -si no la más importante- de las teorías de la democracia exitosas, puesto que no existe democracia cuando las mujeres carecen de libertades elementales y mínimas.
-¿Cree que el concepto de lo femenino ha comenzado a mutar en la sociedad contemporánea occidental?
-No. Nuestras posiciones han comenzado a cambiar. Las mujeres hacemos cosas que antes resultaban intolerables y ganamos espacios de libertad que antes no teníamos. Pero el concepto de lo que debe ser una mujer lo estamos cambiando nosotras a puro actuar, contra una fuertísima inercia, porque en general sigue gustando mucho más fabricar imágenes fantasmáticas de lo que es la mujer. Además, siempre es la, nunca son muchas, y cada una es distinta a la anterior, no un arquetipo. Yo observo los cambios en las mujeres reales y también observo los cambios en el arquetipo, y no van en la misma dirección. Es decir, las mujeres reales caminamos hacia una mayor libertad, mayores expectativas y mayor deseo de dominio sobre nosotras mismas. ¿El arquetipo hacia dónde camina? Hacia todo lo contrario. ¿Dónde están las mujeres reales? Esa imaginación quiere seguir teniendo la batuta en la mano, cada vez es más extravagante, se parece menos a las mujeres reales y las respeta menos. A las chicas jóvenes vivir esto les debe de resultar una suerte de crucifixión, y es posible que crean que no hay salida y deben encarnar ese maldito modelo. Nosotras tenemos que ganar los espacios en el mundo real, ustedes van a tener que cargarse al arquetipo, porque es muy pesado.
-¿Qué lugar cree que ocupa en esto la globalización?
-De eso me propongo hablar mañana. En los últimos años he investigado qué tienen que ver las normativas religiosas con los papeles de las mujeres. Esto me ha llevado a las sociedades más diversas. No hablo de las comunidades étnicas pequeñas, sino de grandes sociedades como India, Nepal, Suecia, Israel, donde existen comunidades plurirreligiosas y a veces hay escenas de conflictos que pasan por encima de cómo se trata a las mujeres, quiénes son ellas y cómo deben ser tratadas. En este momento la globalización produce gravísimos problemas. En el enorme esquema mundial de la globalización las mujeres están en la línea de fractura. Ellas son las que más ganan si la globalización se da de determinada manera, y las que más pierden si resulta ser un mal proceso. La partida ahora está empezada, pero le queda mucho para ser jugada. Sólo en Occidente -y no en su totalidad- las mujeres hemos obtenido cierto estatuto de ciudadanía.
-¿Cómo concilia la filosofía con esta militancia?
-Con facilidad, porque han existido excelentes predecesores. La filosofía es un tipo de saber muy peculiar. Le cuesta mucho hacerse con todos sus registros. Si uno se dedica a la mecánica, por ejemplo, es probable que pueda encontrar lugares de investigación interesantes, pero lo elemental lo aprende en los cinco años que dura la carrera. Sin embargo, no hay quien en cinco años sepa en qué consiste la filosofía, porque es una tradición que se extiende 2.500 años y está llena, plagada de inteligencia. Si la estudias bastante, con interés, y ella te ha llamado a ti -no creo que uno la llame, si no lo contrario-, acabas teniendo una curiosa libertad para investigar.
-¿Cómo es para una filósofa integrar el Consejo de Estado?
-Eso es lo más fácil de todo. El Consejo de Estado español es exclusivamente consultivo, hay que ver leyes antes de que sean llevadas a la Corte. Lo único que hay que aplicar es la prudencia y el buen sentido.
-¿Y su experiencia como vicepresidenta del Museo del Prado?
-Eso ha sido fantástico. Es uno de los grandes museos mundiales -está entre los cinco más importantes del mundo-, o sea que estar en contacto con esa enorme cantidad de belleza es fantástico. La gestión del día a día no es tan hermosa: hay que ocuparse de otras cosas, como qué se puede prestar, qué se restaura, qué donación se acepta. Cuando una exposición es magnífica y todo el mundo la puede ver, y se va para su casa con algo más que lo que trajo, es maravilloso.
-¿Cómo cree que afecta a la cultura el actual recorte en España?
-Hay recortes que toda la gente entiende. En principio, uno debería confiar en sus gobernantes. No hay por qué suponer lo contrario, excepto si comienza a dar pruebas de que no gobierna bien. En circunstancias de crisis hay contracción presupuestal. El asunto es de dónde lo quitas. Por ejemplo, el gobierno de España quita dinero de Sanidad, de Educación y de Seguridad Social, entre otros. Mientras se explique que se realiza por la falta de dinero, las personas creerán en el gobierno. Pero si quieres levantar la Ley de Plazos en el aborto [se intenta cambiar la ley por una más restrictiva], ¿dónde estás economizando? ¿Dónde está la razón entendible de que estés limitando las libertades? Éste es el momento en el que se decide no creer.