Además de haber sido el único baterista de Hermética y Malón, el Pato Strunz ha definido el sonido del baterista metalero argentino al representar la tradición más clásica del género, al tiempo que en los 90 se encargó de actualizar el sonido de su instrumento y su técnica con las transformaciones que el metal estaba sufriendo. El grupo viene realizando giras por Latinoamérica y Nueva York y el sábado se presentará junto a un referente local del género, ReyToro, en el Museo de las Migraciones. Sobre este regreso y mucho más hablamos con el baterista.

-¿Se plantearon algún cambio de sonido o de estilo tras la separación de Hermética?

-La verdad es que tras la separación de Hermética nosotros tres nos sentíamos muy bien con lo que estábamos haciendo y por eso decidimos seguir juntos. En realidad, para nosotros fue como continuar con una evolución, ya que hubo grandes cambios en el sonido de la banda entre Víctimas del vaciamiento y Ácido argentino, así como en las estructuras de los temas y en la producción general. Creo que esos aspectos se vieron acrecentados con la incorporación de Carlitos Kuadrado, que es un bajista muy preciso, y ahí se terminó de conformar el sonido propio de Malón: con el machaque de guitarras del Tano Romano y los bombos sustentados por un bajo muy preciso. Ahí ya era plena etapa de los 90, con bandas con las que yo crecí mucho y a las que amo; obviamente sacando a Black Sabbath, que son los dioses supremos de este género, me gustaba mucho Pantera, que me dio vuelta la cabeza con el sonido que estaban tocando, la versatilidad de Vinnie Paul, eso me dio vuelta la estructura. En el primer disco de Malón fue donde empecé a usar mi primer Ddrum, que es un aparato para triggear toda la batería. Empezamos a investigar con todo eso y 
nos gustó muchísimo.

-El sonido de la banda empieza a acercarse al de Fear Factory.

-Para Justicia resistencia, el segundo disco, ya estábamos fanatizados con Fear Factory y tuve el placer de conocer a Raymond Herrera, que es un baterista formidable, como Vinnie Paul: escuchás un compás y ya sabés que son ellos.

-¿El resto de la banda también tomó estas influencias de los 90?

-El Tano es el más clásico, pero de todas formas le gustó el machaque que tenía Dino Cazares. Y Carlitos es un tipo más moderno a la hora de escuchar música.

-Todavía no hablamos de O’Connor. Hubo una primera reunión de Malón con otro cantante. ¿Cómo fue esa experiencia?

-En el momento en que se separó Malón, por el año 98, Claudio decidió no continuar y yo quería mantener la banda, así que convocamos a Ezcurra para que cantara. Con él hicimos un maxi con algunas muy buenas canciones, pero ya se veía que eso tenía otra onda. De todas formas, esa etapa no duró mucho por problemas personales con esta persona, que prefiero pasar por alto. Hay canciones que a mí me gustan, como “Dehumanizado”, pero bueno, esa etapa quedó ahí. Después de 14 años, tuvimos la satisfacción de volver a encontrarnos en el escenario con Claudio, porque nunca nos dejamos de ver. Nosotros cuatro nunca dejamos de vernos porque nunca hubo un problema entre nosotros. Gracias a Dios, pudimos reencontrarnos en 2011 y lo estamos disfrutando muchísimo.

-Tengo la impresión de que en esta segunda reunión están cosechando frutos de los primeros años.

-Eso es así. Es increíble lo que ha pasado porque entre 1995 y 1998 nosotros hicimos pocas incursiones en el exterior: habíamos tocado en Uruguay y México, pero cuando volvimos nos llevamos la sorpresa de que nuestro público había crecido mucho en Latinoamérica, que nuestros discos se habían vuelto emblemas. La gira de 2012, con todos los países a los que fuimos, fue sorprendente porque da la impresión de que sigue creciendo la comunidad malonera. Hay mucha expectativa con el disco nuevo: ahora tocamos en Montevideo el 7, ya hay fechas confirmadas en Colombia, Costa Rica y nuevamente dos fechas en Estados Unidos, una en Manhattan y otra en Maryland, así que el grupo está de parabienes. Nosotros nos damos cuenta de que en muchos países de Latinoamérica es más conocido Malón que Hermética. A Hermética lo conocen, pero las canciones de Malón las canta todo el mundo y las de Hermética no tanto. Nosotros estamos acostumbrados a que en Argentina Hermética es el emblema nacional de heavy metal. Nunca pensamos llegar con nuestra música a tocar en la gran manzana, y eso nos gusta porque conocimos otras culturas y otros lugares, tocamos y está lleno de latinos cantando nuestros temas, como ha pasado en Nicaragua, en Ecuador o Costa Rica. Eso te pone la piel de gallina.

-¿Entonces Malón colma tus expectativas o pensás que podrías armar un proyecto más personal?

-Por suerte siempre me invaden ganas de hacer cosas, pero Malón me llena completamente. Es la banda que soñé siempre. Me encanta la música que hacemos y el disco que viene está impresionante, para mí es el mejor hasta ahora. Estamos tardando un poco, pero le estamos poniendo todo lo que hay que poner. El disco es como hacer un hijo, no es así nomás, es algo muy importante. El Tano trajo unos riffs buenísimos y todo tiene un sonido muy thrashero pero muy moderno, en una muy buena combinación con la amplitud que ahora tiene O’Connor para cantar, porque si bien sigue siendo el tipo aguerrido de voz corrosiva y estridente, ahora se suman matices nuevos que funcionan bárbaro. Ahora estamos terminando de grabar las voces y empezando a mezclar.

-En un momento fuiste convocado para tocar con Pappo. ¿Cómo fue eso?

-Después que se separó Malón estuve tocando en Simbiosis con un gran amigo de toda la vida y un gran guitarrista, Nico Tacara. Después, en 2001, yo ya estaba peleado con el instrumento y estaba re cansado de todo. Estuve un año sin tocar la batería. Estaba muy enojado con todo lo que trae atrás el negocio del heavy metal y el rock en general. Cuando descubrí que estaba sentado en una batería y estaba más preocupado por lo que estaba pasando detrás, dije: “Acá hay algo que está mal”. Me senté en una batería por el gusto de tocarla y porque me había enamorado de la batería. En ese momento tenía una discoteca en Buenos Aires y el Carpo siempre venía y quería que yo tocara. Él quería que yo tocara en Pappo’s Blues y yo le decía: “Carpo, yo te agradezco mucho, yo amo Pappo’s Blues, pero no me veo tocando ahí por el estilo que tengo”. Y él me insistía con que tenía que tocar con ellos. Al final fui a un par de lugares, me invitó al San Pedro Rock y eso es algo que no voy a olvidar nunca, porque fue un sueño. Yo escuché a Pappo de chico y tocar con él los temas de Riff fue como el sueño del pibe. Fue una vivencia que me marcó mucho; hoy lo extraño mucho al loco, porque viví muchas cosas con él y era un tipo formidable 
y un músico excelente.

-¿Ese enojo que te hizo dejar de tocar tiene que ver con esa cosa de estar de los dos lados del mostrador por ser músico y manejar lugares para tocar?

-Yo siempre tuve salas de ensayo. El tema es que en la banda, además de ser el baterista, me ocupaba de otras cosas relacionadas con el management. Cuando dejé de tocar empecé con un negocio que es Astbury, un lugar donde tocan bandas que... bueno, necesariamente tuve que hacer algo para comer, porque tenía que laburar de algo. Entonces abrí ese lugar para que las bandas toquen y puedan contar con salas de ensayo para que se formen músicos nuevos; una especie de semillero de bandas. Pero a esta altura, la mayor satisfacción sigue siendo sentarme en la batería y agarrar los palos, más a la edad que tengo. Cuando éramos más jóvenes, capaz que por la adrenalina y todo lo que uno lleva encima los momentos pasan más rápido. Hoy disfrutamos mucho de lo que estamos haciendo, de estar en la ruta, en la sala de ensayo. Eso de estar paseando y viviendo con amigos a través de la música, que es lo más grosso que le puede pasar a un músico.