“Realmente el único vampiro que hemos tenido en los últimos diez años es el vampiro sexy, romántico, y a mí no me interesa mucho esa figura vampírica”, declaró Del Toro a la revista Variety. “Tanto en Cronos como en Blade 2 exploré el vampiro como una figura monstruosa y no romántica; en el caso de Cronos, como una figura triste, patética. En caso de Blade 2, al igual que en The Strain, es una figura parasítica y monstruosa que debería dar el miedo que sentirías al descubrir que tenés una sanguijuela pegada en la pierna o en el brazo. Ésa es la repulsión que debe sentir uno, y al mismo tiempo una atracción al lado extraño de estas criaturas, y, conforme avanza la serie, esa fascinación avanza por el lado biológico, histórico y mitológico. La serie tiene mucho que ofrecer en crear una nueva formulación de la figura del vampiro”.
The Strain (término polisémico que en este caso se traduciría como “la cepa”) es una adaptación televisiva de la primera novela de la Trilogía de la oscuridad, que Del Toro escribió en 2009 junto al novelista y guionista Chuck Hogan -quien hasta el momento había trabajado exclusivamente en el género policíaco- y que luego continuaría con The Fall (2010) y The Night Eternal (2011). Las tres han sido editadas también en castellano bajo los nombres de Nocturna, Oscura y Eterna.
La trilogía, que ya fue adaptada al cómic por la compañía Dark Horse, ha tenido un gran éxito entre los adeptos a la literatura de horror, y hay buenos motivos para ello; escrita en un estilo parco, heredero de Stephen King, las novelas cuentan la extensión de una plaga vampírica por Nueva York, luego del misterioso aterrizaje de un avión, aparentemente ocupado exclusivamente por cadáveres. Ante esta plaga, que comienza a devorarse barrios enteros, sólo un doctor especialista en enfermedades infecciosas y un viejo prestamista judío que conoce la naturaleza del problema parecen tener cierta idea de a qué se están enfrentando: unos vampiros muy novedosos tanto en sus conductas como en su aspecto físico. Una historia que en sí es bastante convencional -más allá de las variaciones vampíricas que introduce, y que son similares a las que Del Toro había ensayado en Blade 2-, pero de una solidez notable y llena de detalles sanamente repugnantes, apoyados en una concepción del vampirismo que tiene más de enfermedad mutante que de maldición romántica.
The Strain significa el retorno de Guillermo del Toro al terreno del horror, en el que no incursionaba directamente desde la por momentos escalofriante El espinazo del diablo (2001), es decir, desde antes de que el mexicano se convirtiera en uno de los principales directores de cine fantástico de Hollywood. Éste también es su regreso a la televisión, género en el que había hecho sus primeras armas como director en los años 80, y al que sólo había retornado para dirigir una secuencia de un especial de Halloween de Los Simpson. Pero este regreso es a pleno; Del Toro no sólo escribió las novelas en la que la serie está basada, sino que también se encargó del guion y la dirección del episodio piloto, y tiene la intención de dirigir y guionar todos los episodios que le permita su ajetreada agenda (actualmente terminó de filmar una historia de fantasmas llamada Crimson Peak y se encuentra preparando una secuela de Pacific Rim). FX contrató una temporada entera de The Strain, que será de 13 capítulos, pero su intención es adaptar los tres libros en el período de tres años, siempre y cuando la audiencia acompañe el proyecto.
Un poquito de oscuridad en la pantalla La serie vino precedida por una pequeña polémica a causa del afiche promocional, en el que podía verse un gusano saliendo de un estático ojo humano; provocó tanto de- sagrado que FX tuvo que retirarlo de circulación, y en cierta forma es realmente representativo de la serie, que es un plato fuerte.
Cualquiera que haya visto El laberinto del fauno o Hellboy 2 sabe que Del Toro no es un asustaviejas cualquiera, sino un genuino enamorado del cine de fantasía y terror; y, como tal, lo utiliza para vehiculizar intereses sociales, morales y políticos más profundos, que han hecho que se lo defina como “el último humanista de Hollywood”. Este aspecto está presente en la trilogía de novelas (sobre la que no vamos a cometer la canallada de adelantar datos), pero no es necesariamente perceptible en el episodio piloto de la serie, el único que se ha conocido hasta el momento. De hecho, Del Toro no parece haberse propuesto más objetivos que el de aterrorizar al espectador de todas las formas posibles, y demostrar de paso su enorme capacidad narrativa y su tétrica imaginación.
No se puede juzgar una serie por un episodio, pero aunque las opiniones se han dividido, lo cierto es que este primer capítulo de The Strain es una lección del manejo de los misterios, de lo oculto y lo explícito, que hacen al cine (o en este caso la televisión) de horror puro y duro. Hay algunos estallidos menores de gore, que son lo bastante impresionantes como para dejar mareado a algún espíritu sensible; pero, esencialmente, es sobre las escenas más contenidas (el avión lleno de pasajeros muertos sin motivo aparente, por el que deambulan unos médicos tan asustados como los televidentes; una morgue en la que sabemos que va a pasar algo espantoso, pero ese algo se retrasa escena a escena) que se sustenta el vértigo maligno de The Strain. Habrá que ver si la serie mantiene esta tensión pesadillesca sin el pulso firme de Del Toro detrás de la silla de director, pero como comienzo es más que adecuado, y le devuelve un poco de dignidad horripilante a los bebedores de sangre, convertidos, luego de abyecciones como la saga de Crepúsculo, en unos besuqueiros cualquiera.