-En los últimos años, el FILBA se ha convertido en uno de los eventos culturales de referencia en Argentina. ¿Lo imaginabas cuando comenzabas a pensarlo?

-No; más que imaginarlo, lo soñaba. Siendo franco, lo hice sin saber en qué me estaba metiendo. Soledad Constantini -quien maneja el sector de literatura en el Malba [Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires]- me dijo que habían ido unos señores del Hay on Wye Festival, que nació en esa ciudad de Gales, que tiene 2.000 habitantes y tiene 150 librerías. Hace mucho que comenzaron a hacer este festival, que con el tiempo creció y sumó sedes en muchos lugares, desde Granada (España) hasta México, y querían ver si podían desembarcar en Buenos Aires. Entonces me acerqué y comencé a ver lo que era un festival. Después lo cancelaron, ya que prefieren ciudades chicas, y yo decidí que lo hiciéramos igual. Así fue como comenzamos. Yo no sabía cómo era, pero en noviembre de 2007 averigüé los distintos formatos, y un año después me vi frente a 300 personas, inaugurándolo. Durante ese año comencé a soñar con que creciera y se realizara de forma permanente. Me entusiasmé y en 2009 creé la Fundación FILBA, que, entre otras cosas, organiza el FILBA internacional; otro nacional, que se realiza con autores argentinos en ciudades del interior del país durante abril; un Filbita, que es un festival para niños que este año va por su cuarta edición; y también desarrollamos promociones de lectura, vamos a escuelas y damos talleres para que la comunidad educativa cuente con las herramientas para acercar a los niños a la lectura. Esa primera edición del festival internacional salió muy bien, y a partir de 2010 comenzamos a hacerlo con frecuencia anual; ahora ya llegamos a la sexta edición. Hicimos cuatro sólo en Buenos Aires y el año pasado lo realizamos por primera vez en Chile. Desde siempre, una de las cosas que más me preocupan es la mala circulación de los libros, y creí que yendo a otro país, valiéndonos del Festival y de la Fundación, podíamos ayudar mínimamente a esa circulación. Buscamos socios en Chile y replicamos la experiencia en Montevideo -a partir del contacto con Alejandro Lagazeta [dueño de la librería La Lupa y de Criatura editora]- para coorganizarnos. A la semana siguiente al último festival, les dije: “Muchachos, creo que salió bien, pero les tengo una noticia: el año que viene vamos a incluir otro país”. Ya saben que primero tengo la idea y después veo cómo concretarla.Ya conocía a Alejandro como librero y editor, y cuando se lo propuse no dudó. Volviendo a la pregunta original, veo cómo ese sueño que tenía se va cumpliendo, en el sentido de que vamos obteniendo mayor relevancia. De Montevideo me sorprendieron la movida y el interés.

-¿Cuál dirías que es la idea motora del FILBA?

-Recuerdo que la primera edición fue como hacer una fiesta de la literatura, en la que se intentaba acercar a los autores a sus lectores, generar un encuentro, debates. Creo que no es el mejor ámbito para generar debates, ya que los congresos son más apropiados, pero siempre se generan esos intercambios entre los autores internacionales y los nacionales: traen sus libros, los dejan, se llevan otros. La idea es hacer un encuentro que disfruten autores y lectores, aunque luego se transforme en algo más. En algunos casos, como sucede con Vila-Matas -un autor que está instalado en cualquier país-, se aspira a conocerlos un poco más; en otros casos, como puede ser el del boliviano Maximiliano Barrientos, se trata de descubrirlos.

-En las ediciones conviven autores extranjeros y nacionales, a partir de un claro perfil de apertura hacia lo latinoamericano.

-Sí, siempre elegimos un país invitado. En 2008 se centró en la figura de [Roberto] Bolaño y, por extensión, el homenajeado fue Chile. Pero a partir de 2010 lo comenzamos a hacer en serio con Uruguay, en 2011 con Brasil, en 2012 con México, el año pasado con Colombia, y este 2014 será Bolivia. Además, hablando de lo latinoamericano, vienen Fuguet de Chile y Juan Sasturain y María Negroni de Argentina, ya que la idea es que se crucen autores entre los tres países. Por eso Gustavo Espinosa irá a Argentina, [Roberto] Echavarren a Chile, desde Chile va Nona Fernández a Argentina, y María Moreno y Hebe Uhart a Chile. Claramente, hay un perfil que se da por dos razones: una es nuestra clara intención de descubrir o invitar a personas poco conocidas, y otra tiene que ver con la cercanía y con que se hable el mismo idioma. El festival, de por sí, es difícil de hacer, ya que no hay un gran interés de las grandes editoriales en apoyarlo, pero hay que conseguir dinero de donde se pueda, ya se trate de apoyos municipales, nacionales o lo que fuere, como institutos culturales, etcétera, que colaboran con un pasaje, una estadía... Entiendo a las editoriales, porque sé que no rinde pagarle un pasaje a un autor para este festival, en la medida en que no se recupera la inversión. Pero a veces se suman pagando una noche de hotel, y de este modo uno va manejando las distintas posibilidades.

-Las actividades cuentan con la particularidad de estar dirigidas a un público amplio; se plantea otro tipo de vínculo con lo literario. ¿Creés que es una de las razones del gran movimiento que caracteriza al festival?

-Creo que la literatura siempre cuenta con la influencia de otras artes. Los propios autores y lectores no sólo leen o escriben, sino que también van al teatro, al cine, escuchan música, y de eso surgen cruces que naturalmente se terminan plasmando en sus obras. Esto se refleja en el festival, tratamos de evidenciarlo en determinadas actividades: por ejemplo, si viene Fuguet, que tiene una relación muy fuerte con el cine, claramente existirá una mesa en la que se hable de cine y literatura. Con la música sucede lo mismo, y en este caso puntual hay algunos eventos que incluimos como aportes. Que en Montevideo toquen [Fernando] Cabrera y [Leo] Maslíah ayuda a iluminar el festival, ya que a veces la literatura sola no llama tanto la atención. Al mismo tiempo, es una forma de convocar a un público más amplio.

-¿Cómo es el proceso de selección de los autores extranjeros?

-Se da por varios factores. Por un lado, parte de un interés nuestro, al creer que son autores que vale la pena conocer, o conocerlos más. Por otro lado, proponemos determinados temas -este año, la novela gráfica- y así orientamos nuestra búsqueda sobre la base de las temáticas que vamos a tratar (en el caso del país invitado está muy claro). También nos apoyamos fuertemente en un consejo asesor que siempre está integrado por tres autores (este año son María Negroni, Ariel Idez y Sergio Olguín), con los que nos reunimos y a partir del tema que planteamos y de lo que ellos conocen, nos sugieren autores. Por otra parte, también cuenta lo que te explicaba antes sobre la necesidad de buscar apoyos.

-Lograste abrir una librería en Palermo, que progresivamente se ha convertido en una referencia. A los dos años se sumó una de las editoriales independientes más atractivas de Argentina, en la que se piensa el libro más allá del éxito comercial. Algo de este espíritu parece trasladarse al festival.

-Trato de separar las aguas. Eterna Cadencia es una cosa y el FILBA es otra. Claramente, soy el dueño de Eterna Cadencia, el presidente de la Fundación FILBA y el director del festival, y hay algo inevitable que se transluce tanto en la librería como en el festival: la vocación de hacer circular autores y obras que creemos que vale la pena leer, alejadas del best seller. Y sí, se cruzan en eso, aunque trate de hacer una separación. La idea no es que en el festival veas a todos los autores de Eterna Cadencia.

-Si Eterna Cadencia es lo que significa para vos la literatura, ¿cuál sería el correlato del FILBA?

-Las ganas de hacer que esa literatura que me gusta circule.