Desde finales del siglo XX el rol del intérprete ha quedado bastante relegado en relación con el de compositor, y ahora es costumbre que éste cante sus propias canciones. No obstante, sigue habiendo intérpretes virtuosos, capaces de realzar cualquier composición y hacerla propia. Ney Matogrosso, nacido como Ney de Souza Pereira en 1941, es uno de esos virtuosos, pero además es un performer, director e iluminador escenográfico que fue calificado hiperbólicamente como “el único showman de Brasil”. Y que además parece haber engañado al almanaque: al verlo en vivo no se puede creer que se está frente a un septuagenario.
-¿Cuánto hacía que no te presentabas en Uruguay?
-Sólo me presenté en Uruguay una vez, en un casino en Punta del Este, pero no es lo mismo que tocar en Montevideo. Todas las veces que pasé por allí me dije: “Tengo que tocar ahí”.
-¿Qué recordás de aquel concierto en Punta del Este? Era un tiempo en que la escena artística del balneario era muy rica, con turistas como Astor Piazzolla, Vinícius de Moraes...
-Sí, pero era un ambiente muy restringido; yo quería el contacto con el gran público, en teatros. Aunque era un casino enorme, el teatro era muy pequeño y fue una cosa para muy poca gente. Yo quería tocar para el pueblo uruguayo.
-¿Todavía estabas en Secos & Molhados?
-No, ya me había lanzado como solista.
-¿Fue en ese tiempo que conociste a Piazzolla?
-Conocí a Piazzolla en Río de Janeiro. Yo acababa de dejar Secos & Molhados. En aquel entonces Piazzolla era muy famoso en Brasil, tenía mucho éxito y tocaba en el Teatro Municipal de Río. Fui a verlo y me presentaron con él diciendo que yo era un artista nuevo. Me quedé conversando con él y le dije que me gustaría cantar alguna de sus composiciones. Él me preguntó: “¿Como te llamás?”. Le dije: “Ney Matogrosso”, y resultó que conocía a Secos & Molhados. Me dijo que sí y me preguntó si podía ir a Italia, porque quería grabar con su banda; eso era interesantísimo: grabar con Piazzolla y con su propia banda. Hablé con la compañía y me fui. Nos encontramos en Roma y después viajamos a Milán, donde grabamos con su banda los temas “As ilhas” -sobre una letra de Geraldo Carneiro- y “1964”, que me ayudaron para hacer la banda con la que grabé mi primer disco solista, que es uno de mis favoritos.
-¿Cómo se llevaba con Piazzolla? Parecen dos temperamentos tan distintos...
-Fue una relación tranquila. Piazzolla era una persona muy interesante y yo lo admiraba mucho. Él estaba casado con Amelita Baltar, que hacía de nexo entre nosotros. Él era muy sociable y alegre, y salimos a cenar juntos muchas veces. Fue muy agradable estar con ellos dos.
-Habiéndolo cantado tanto, ¿llegaste a conocer a Vinícius de Moraes?
-Llegué a conocerlo, pero no tuve mucha intimidad con él porque en aquel momento él y yo nos movíamos en dos esferas distintas de la música brasileña. Pero lo conocí, también a Gilda Matosso, su última esposa. Y entonces ocurrió lo siguiente: Vinícius acababa de grabar A arca do Noé [1980], un disco dedicado a los niños, completamente orientado al público infantil (algo que nadie hacía entonces) y que no trataba a los niños como retardados. Pero entonces murió. Entonces me llamaron y me dijeron que Vinícius había dicho que quería que yo grabara parte de ese material. Grabé “São Francisco”, aquella canción que hablaba de San Francisco como un personaje [canta]: “Lá vai São Francisco / pelo caminho, / de pé descalço, / tão pobrezinho”. Una canción linda, con el contexto de San Francisco y los animales juntos...
-Él tenía que conocer tu versión de “Rosa de Hiroshima”.
-Claro, y le gustaba mucho. Él se encontró con Gerson [Conrad, también integrante de Secos & Molhados y compositor de la adaptación musical] y le dijo que le gustaba mucho lo que había hecho y que estaba muy agradecido porque creía que era un poema que estaba olvidado.
-Además, es un arreglo musical muy distinto de los que él hacía con Toquinho.
-Sí, sí; es un arreglo mucho más pop.
-Pero un pop bastante extraño, sin estribillos, una canción muy corta...
-No, es el poema entero y nada más. Sin estribillos ni nada.
-¿Seguís cantándola en vivo?
-“Rosa de Hiroshima” es la canción que he cantado más veces en toda mi vida. Sigue siendo actual, cada vez más, porque ese peligro nos ronda y hoy en día ni siquiera sabemos en qué manos puede estar un explosivo nuclear.
-Sigue siendo una canción terriblemente emotiva.
-Sigue... Yo estaba en Portugal y vi a una multitud de gente cantándola en la calle. Era una manifestación contra la energía nuclear y cantaban “Rosa de Hiroshima”. Me emocioné mucho al ver eso.
-Con Secos & Molhados fuiste una figura importante de la contracultura brasileña en los tiempos de la dictadura. Pero recientemente también hiciste algunas declaraciones muy críticas, y muy cuestionadas, al gobierno de Dilma Rousseff y la organización del Mundial de fútbol. ¿Seguís considerándote un artista comprometido?
-Yo siempre expuse mi pensamiento con mucha claridad respecto de todos los gobiernos que pasaron desde entonces, pero ésta fue la primera vez que hubo una reacción tan grande, porque Brasil está muy extraño. Ahora parece que todo se volvió un partido de fútbol con toda esa cosa histérica. No se puede pensar diferente de nadie, y yo siempre pensé diferente. Yo soy una persona diferente. No soy meramente un consumidor, que es como el gobierno ve al pueblo; soy más que un consumidor. Siempre me posicioné claramente. Antes nunca había habido una reacción como ésta, pero es problema de ellos. Yo sigo siendo lo que soy, sigo pensando de la manera en la que pienso y diciendo lo que pienso. Tengo ese derecho. Está en la Constitución de Brasil.
-Es posible que, al tratarse de un gobierno de izquierda, no estén acostumbrados a que los artistas los critiquen.
-Problema de ellos. Si dicen que son una democracia, entonces prueben que son una democracia. Democracia es convivir con todas las tendencias, ¿no es eso? Con la total libertad de expresión.
-Volviendo a lo musical, vi un show tuyo reciente en YouTube y me asombró tu voz, intacta. ¿Cómo hacés para conservarla? ¿Te cuidás mucho?
-No, no me cuido nada. Lo único que hice en todos estos años fue que en 1995 dejé de fumar. Pero no hago nada; no soy como esos artistas que para cuidarse no hablan, que los encontrás y te hablan susurrando para no gastar la voz. Vivo mi vida como un ser humano normal, hablando y riéndome. No hago nada, a lo sumo me tomo algún remedio cuando tengo la voz muy nasal.
-Naciste en Bela Vista, en Mato Grosso do Sul, y tu nombre artístico es “Matogrosso” como homenaje a la región. ¿Creés que provenir de allí tuvo algo que ver con tu personalidad artística?
-En realidad, “Matogrosso” es el apellido de mi padre. El padre de él llegó al Mato Grosso huyendo por motivos políticos y le dio ese apellido a cada uno de sus hijos que nacieron allí como producto de sus segundas nupcias. Ahora, el día en que me planteé “¿por qué no tengo un nombre artístico?”, alguien me preguntó: “¿Cómo se llama tu padre?”, que es Antônio Matogrosso Pereira. Dije: “Ney Matogrosso, ¿cómo no pensé en eso antes?”. Mato Grosso queda en un centro-oeste del país desconocido. Un centro-oeste misterioso, del que se decía que tenía indios y cobras. Calzó con la imagen que creé en aquel entonces. Era atrayente, salvaje y misterioso.
-Has interpretado canciones de casi todos los compositores importantes de Brasil. ¿Alguno de ellos es tu favorito?
-Chico Buarque es una persona cuya obra admiro mucho, pero también Caetano Veloso...
-Pero no has hecho tantas versiones de Caetano como de Chico.
-De Caetano he cantado muy pocas cosas... Debo de haber cantado apenas unas cuatro canciones de su autoría, aunque tiene muchas cosas que me interesan.
-¿Hay algún autor que te hayas quedado con ganas de interpretar?
-No. Me he movido con mucha libertad, he ido para muchos lados de la música brasileña. Yo no compongo, entonces siento que puedo utilizar cualquier composición sin ningún preconcepto.
-Yendo a los inicios de tu carrera, hoy en día es fácil notar que Secos & Molhados estaba en plena sintonía con el mundo anglosajón, el glam rock de los 70. ¿En aquel momento ustedes tenían algún contacto con lo que estaban haciendo David Bowie y Roxy Music?
-No. Era una información muy lejana. No te olvides de que estábamos en la última dictadura militar, que en 1973 estaba en su cenit. Así que cualquier cosa que incursionara en cuestionar los comportamientos era muy asfixiada, muy vetada; apenas teníamos una idea vaga de todo eso. Yo no tenía la costumbre de escuchar música extranjera, rock... Me gustaba lo que llegaba a Brasil, pero no tenía una conciencia de significados, de movimientos. El único movimiento que entendí y con el que me identifiqué fue el hippie. Yo creía en eso, en que era algo que conducía a la humanidad en una dirección exactamente diferente a la que estamos ahora.
-¿Quién diseñó el maquillaje de Secos & Molhados?
-Yo mismo, inspirado en el teatro kabuki, porque vivía en San Pablo, donde hay muchos japoneses. Me movía con mucha libertad entre los japoneses y veía muchas fotos del teatro kabuki, así que me inspiré, no copié. Se hizo eso también porque en aquel tiempo los artistas no podían caminar por la calle, no tenían vida privada. ¿Cómo no podía caminar por la calle? Yo tenía 30 años, ¿cómo me iba a perder de eso?
-¿Qué me podés decir sobre estos conciertos en los que celebrás tus 40 años de carrera? ¿Es un show distinto de los habituales?
-Es el mismo show que estuve presentando en Brasil. Es un trabajo muy explosivo, bailable y colorido, con algunos elementos muy extravagantes que espero que les gusten a los uruguayos. Estoy muy entusiasmado de llegar a Montevideo a presentar ese trabajo. Aquí no tengo noción de qué repercusión puede tener allá.