La noticia de la muerte de José Deqo Núñez, ocurrida ayer a causa de un ataque al corazón, causó una ola de tristeza en las redes sociales, donde varias generaciones lamentaron la pérdida de un auténtico animal radial y un personaje con un rol esencial de difusión cultural en la sombría uniformidad de los últimos años de la dictadura. Núñez había llegado a la radio a fines de los 60, cumpliendo en los años subsiguientes todo tipo de tareas en el medio hasta dedicarse progresivamente a la difusión musical del género que más le gustaba, el rock.

Mientras que la música uruguaya de aquellos días, en su mayor parte englobada en el movimiento del canto popular, encontraba dispersas pero numerosas fuentes de difusión, la música joven internacional de calidad había desaparecido de las ondas radiales, casi todas monopolizadas por la generación de los disc-jockeys que saturaron el éter con lo más obvio de la música disco, el europop y los sonidos más inofensivos y sosos que se pudieran imaginar. En ese entorno en el que Amy Stewart y America (con suerte) parecían ser lo único que pasaba en el resto del mundo, y que el rock -que entonces bramaba en la revolución del punk- aparentemente se había extinguido, el programa Meridiano juvenil, que Deqo conducía, era un auténtico oasis. Para un adolescente que giraba el dial intentando esquivar la millonésima repetición de “Music” o “Born to Be Alive”, llegar a Meridiano juvenil era como si alguien hubiese metido en el radiograbador un explosivo que hacía reventar los parlantes. Meridiano juvenil era un programa de rock del comienzo al fin, sin chácharas ni infotainment ni grandes arengas; simplemente gente a la que le gustaba el rock, sabía mucho de ese género y tenía un hambre loca por difundirlo e informar a los escuchas acerca de qué estaban oyendo. Una voluntad nada menor en un tiempo en el que casi no había disquerías de importados ni suplementos musicales sintonizados con el resto del mundo, y en la que muchas veces dependías de un casete para conservar una canción que te gustara. En Meridiano juvenil pasaban decenas de temas sin cometer la grosería egoísta de “pisarlos” hablando en el medio para que los oyentes no los grabaran, y muchos muchachos se hicieron de colecciones de casetes grabados con el material que difundía el programa.

La selección musical de Meridiano juvenil era completamente subjetiva y llevaba grabado a fuego el gusto de su conducción, que claramente se inclinaba por el hard rock de principios de los 70; hasta el día de hoy hay bandas como Deep Purple, Bad Company, Uriah Heep y Thin Lizzy que a quienes seguían el programa a principios de los 80 les resulta imposible no relacionar con las presentaciones de Deqo. Pero no sólo se dedicaba a difundir artistas del exterior (quebrando reglas de sensatez radial al emitir de corrido los 17 minutos de “Dogs”, de Pink Floyd, sin interrupciones), sino que también tuvo una permanente voluntad de difusión de bandas de rock locales como Desolángeles y Polenta, durante el período inmediatamente anterior a la explosión del rock de los 80.

Fue, paradójicamente, el surgimiento del rock posdictadura lo que terminó con la edad de oro de Meridiano juvenil; la subsiguiente multiplicación de programas radiales orientados al rock y el advenimiento de la generación de los “raros peinados nuevos” -que encontraban el gusto de Deqo algo vetusto para sus intereses- le hicieron perder su carácter de exclusividad y punta de lanza de la música eléctrica. Pero no fue algo que le importara mucho: las modas llegaron y las modas se fueron, y Meridiano juvenil -ahora ampliado a un formato que no se limitaba a pasar música- siguió, cambiando de emisora pero no de espíritu, como un norte magnético y fijo orientado a su terco y simple propósito de ser un programa de rock. Simultáneamente mantuvo una tarea de militancia constante por los derechos de los discapacitados y había aprovechado su erudición de melómano (entre otras cosas había estudiado Crítica y análisis musical con Coriún Aharonián) para editar junto con Eduardo Rivero el libro Los Beatles en Uruguay.

En los últimos tiempos Deqo había descubierto el fenómeno de las redes sociales, en las que participaba demostrando un inclaudicable sentido del humor y un ánimo siempre crítico no sólo de la actualidad musical sino de la realidad en general. Días antes de su sorpresivo fallecimiento seguía dialogando con sus amigos y conocidos virtuales acerca de sus ideas para una nueva temporada de Meridiano juvenil. En la segunda década de este siglo, Meridiano juvenil tal vez ya no era un medio importante a la hora de hacer conocer música a nuevos escuchas (¿qué programa radial lo es?), pero es imposible no pensar, al enterarnos de su muerte, en unos versos que Lou Reed escribió en 1969 y que parecen inspirados en lo que su programa significó para centenares de jóvenes aburridos y oprimidos a principios de los 80: “A pesar de todas las amputaciones, / vos podías bailar con tu estación de rock’n’roll, / y estaba todo bien. / Estaba todo bien”.