Es imposible recordarla sin mencionar, antes que cualquier otra cosa, la inmortal escena de La dolce vita (1959), de Federico Fellini, en la que Sylvia, interpretada por Anita Ekberg, camina inocentemente por los alrededores de la Fontana di Trevi, con un gatito sobre su cabeza, y, cuando observa la famosa fuente, se olvida del gato y de la piel que le cubre su espalda y hombros, para darse un chapuzón que se convertiría en una de las mayores demostraciones de sensualidad de la historia del cine. La escena llega a su cenit cuando Ekberg llama a Marcello Mastroianni para que se una al jolgorio húmedo, y éste reprime un impulso por tocarla y queda embelesado, contemplando su hermosa cara (si será famosa la escena que, en el último disco de Buitres, 55 años después, la aluden en la canción “Noches de cine”).
Actriz, modelo y sex symbol, Ekberg había nacido en Malmö, Suecia, país del que fue miss en 1950, cuando tenía 19 años. La primera película en la que participó -en un rol más que secundario: una imponente guardia del planeta Venus- fue Abbot y Costello van a Marte (1953). Interpretó su primer papel protagónico en Regreso de la eternidad, de 1956, año en el que ganó el Globo de Oro como estrella emergente. Pero fue con la película de Fellini que emergió desde la fuente, definitivamente, al estrellato. “El color luminoso de su piel, sus claros ojos azules, su cabello dorado, su exuberancia y su alegría de vivir la convirtieron en una criatura grandiosa, extraterrestre y, al mismo tiempo, irresistible”, comentó Fellini.
Ekberg fue portada de infinidad de revistas, desde Life hasta Playboy -en la revista del conejo llegó a posar cuando casi soplaba las cinco décadas, demostrando que todavía podía dejar nervioso a cualquier Mastroianni-; sin embargo, según declararía, aunque ser hermosa la ayudó a entrar en el negocio, luego se transformó en una desventaja. Se la vinculó sentimentalmente con personajes de Hollywood como Frank Sinatra (¿a quién no se vinculó con Sinatra?), Gary Cooper, Tyrone Power y Rod Taylor, entre tantos otros. Ekberg se casó dos veces y se divorció en ambas oportunidades, de los actores Anthony Steel y Rik van Nutter.
Su último papel relevante en una película fue también de la mano de Fellini, en Entrevista, de 1987, en la que ambos hacen de sí mismos. El director italiano la entrevista y, junto con Mastroianni, rememora la famosa escena de la fuente ubicada en Roma, ciudad donde Ekberg murió, a los 83 años.