Lejos quedaron los días en que David Bowie era una especie de brújula que indicaba en qué dirección se iba a mover la música popular occidental, y a la vez la medida de cómo avanzar en esa dirección. Pero a los 68 años el Duque Blanco sigue siendo un modelo de independencia creativa e imprevisibilidad inconformista, capaz de darles lecciones de originalidad a músicos medio siglo menores que él. O por lo menos eso demostró en 2013 con su retorno discográfico, titulado The Next Day, que lo encontró en plena forma como compositor y totalmente actualizado en lo sonoro. Aquel regreso de Bowie, tras una década de casi absoluto silencio y misterio (relacionado, al parecer, con algunos problemas de salud), fue saludado como el mejor que haya hecho un artista de su generación tras una larga ausencia, pero de inmediato el compositor volvió a cierto hermetismo, del que recién ha salido al saberse que en enero editará un nuevo disco, llamado Blackstar (estrella negra).
Esto, de por sí, no sería tan llamativo como el estilo musical que se anuncia para las siete canciones que contendrá el disco, que ha sido descrito como una mezcla de “canto gregoriano, jazz y krautrock”, tres componentes que por cierto no suelen integrar la misma receta.
A lo largo de su extensa carrera, que en materia discográfica comenzó con un simple editado sin pena ni gloria en 1964, Bowie abandonó varias veces sus raíces de pop y rhythm and blues -a las que cada tanto, por supuesto, ha vuelto- para incursionar en el hard rock, el soul blanco, el krautrock (vertiente helada y repetitiva del rock alemán), la experimentación próxima al after-punk, el rock industrial, el indie y la electrónica, pero siempre sumándose a corrientes en alza más que creándolas. Ahora el artista parece intentar dirigir su música hacia lo desconocido, y portavoces que han escuchado el material de Blackstar lo definieron como “lo más extraño que haya hecho en su carrera” e incluso algo “completamente pirado”.
Hasta ahora tan sólo se conoce un tema, que fue lanzado como la cortina musical de la nueva serie británica The Last Panthers (sobre ladrones de joyas, creada por Jack Thorne y dirigida por Johan Renck) y que, efectivamente, no se parece (más allá de la inconfundible voz del artista) a nada que haya grabado anteriormente.
De modo que, una vez más, David Bowie ha logrado dejar al mundo musical en la expectativa, hasta nuestro verano austral, para saber si simplemente está preparando un trabajo excéntrico y de difícil escucha, o si quiere conmover la historia del rock una vez más.