La exposición actual de Felipe Maqueira reúne una colección de 34 obras realizadas desde 2010, pero resume una trayectoria de varias décadas de sensibilidad, sutileza, oficio y mucho trabajo.

En el formato típico de 20 por 20 centímetros, estas verdaderas milhojas de sabor visual superponen capas de lienzos, gasa, organza y tul, con reminiscencias de los azulejos cerámicos de las casas de su Fray Marcos natal. Invitan a quien las contempla a separarlas con las manos o hurgar en sus perforaciones bordadas, para descubrir qué ocultan. Y efectivamente se pueden tocar, como sucedía en las obras pop o cinéticas de los años 60. Cabe destacar el excelente montaje de Carlos Pirelli para esta exposición.

Lona de algodón, lana, tinta, papel estampado, collage, estampado con plastisol, dibujo, bordado (y dibujo bordado), organza... La única característica del azulejo de cerámica que se respeta es el colorido. La dureza de la alfarería vidriada -Mudéjar, Talavera, Pais de Calais- muta en la blandura de la organza y el algodón. Las piezas muestran -pero al mismo tiempo ocultan- misterios que el artista sugiere. Una variable importante es que Maqueira saca provecho del descarte y de lo encontrado y atesorado, en vez de comprar materiales nuevos para realizar sus obras. El aparente olvido de instrumentos provisorios como los alfileres de costura incide en el resultado final, ya que también operan como material, como color y como dibujo.

Materiales tradicionales de la costura, el bordado y la tapicería conviven armónicamente con los contemporáneos: el cordón de pasamanería de chenille, el picot, con la cinta de polipropileno de antiguos casetes y la rafia de nailon.

Estamos ante la labor de alguien que ha transitado prácticamente todas las técnicas y oficios de las artes visuales y plásticas. Es excelente dibujante, tapicista, vestuarista, escenógrafo y vitrinista.

Como artista textil fue protagonista de la era de oro del tapicismo en Uruguay y en la región, que liderara el maestro de maestros Ernesto Aroztegui, recordado recientemente con una retrospectiva en la sala del Subte Municipal. Maqueira se destacó, ya entonces, justamente por la incorporación de los diversos oficios que domina y por su especial visión del ensamblaje en las artes contemporáneas.

En su currículum -que debió haber sido incluido en el catálogo- se registran logros, premios y aprendizajes infrecuentes hoy, que explican los resultados. Tiene formación en técnicas textiles con fibras vegetales, en metal, fabricación manual de papel, elaboración de hilado con materiales reciclados y teoría del color, y ha sido alumno de profesores destacados.

Sus muebles d’artiste figurarían con honor en cualquier escaparate de una casa de interiorismo de San Pablo, Buenos Aires, Milán o cualquier otra ciudad en que se practique el buen diseño.

De trayectorias e incentivos

La trayectoria de Maqueira nos hace reflexionar acerca de cosas que están sucediendo en el ambiente de nuestras artes visuales y que tal vez haya que repensar.

El artista ha recogido distinciones dentro y fuera del país. Es miembro fundador del Centro de Tapicería Uruguaya y fue director del Taller Americano de Tapices. En 2003 obtuvo el premio Morosoli de Plata que otorga la Fundación Lolita Ruibal, y en 2007 fue galardonado con el Florencio a mejor vestuario. Pero su distinción más importante fue el premio Paul Cézanne en 1989, consistente en la subvención de una beca de estudios que otorga la Embajada de Francia en Uruguay a artistas jóvenes; tuvo el mérito de que se trató de un Cézanne “de los de antes”, cuando los creadores eran libres de presentar obras sin la censura previa de consignas abstrusas que aparecen en las bases actuales, como “qué modernidad hoy” o la actual “habitar el espacio y construir convivencias” (¿cuándo fue que la humanidad no habitó el espacio y construyó convivencias?).

Aquel premio de 1989 recompensaba obras, no carpetitas con garabatos y buenas intenciones. El de ahora se ubica en el marco de indicaciones como “Los preseleccionados deberán mostrar un avance lo más desarrollado posible de su trabajo” o “En el momento de la recepción, se entregará a cada artista un recibo firmado”. ¿No se les estará haciendo mal a los jóvenes con estas premiaciones de work in progress en vez de preferir obras concretadas? ¿No será que nadie está haciendo nada? ¿Se trata de cuestiones económicas? La creatividad es gratis. Los artistas de todas las épocas supieron trabajar con el detritus para concretar sus obras. Miguel Ángel aprovechó restos clásicos para hacer los dos assemblages que irónicamente están ubicados en el Palacio Farnese, sede de la Embajada de Francia.

En la obra de Maqueira, el material reciclado o el remanente sutil -que simula el frecuente descuido costureril- de instrumentos que operaron en el proceso nos da acceso al proceso creativo, cerrando el ciclo en obras. Tal vez esos alfileres provisorios olvidados, que sujetan una obra concluida, sean la apertura a obras futuras.