Lanzada a fines de 2013 en el canal Adult Swim, un espacio dentro de Cartoon Network orientado al público adulto, que se volvió tan popular que consiguió independizarse, la serie Rick and Morty no impresionaba al principio como lo más original de un canal que emite delirios como Metalocalypse, Robot Chicken y Aqua Teen Hunger Force, y se presentaba como una simple parodia violenta y guaranga de Regreso al futuro. Y en efecto, es lo que era: una parodia pensada para un episodio único en el que los amables Doc (Christopher Lloyd) y Marty (Michael J Fox) eran reemplazados por un científico alcohólico -Rick, también de despeinada cabellera blanca, como el personaje de Lloyd- y su ingenuo nieto -Morty-, víctima de todo tipo de maniobras abusivas por parte de su maquiavélico e intoxicado abuelo. El creador de este corto era Justin Roiland, un joven actor de voces y guionista que había trabajado en algunos episodios de Los Simpson y Aqua Teen Hunger Force. Roiland nunca había pensado en Rick and Morty como algo más, pero el corto entusiasmó a Dan Harmon -creador de la sitcom Community y uno de los fundadores de Adult Swim-, quien lo convenció de utilizar a los personajes en un formato un poco más cuidado y comercial (el corto original de Roiland, realizado para un festival alternativo, terminaba con Rick aprovechándose sexualmente de su nieto), y con ambos a cargo de los guiones y las voces, el primer episodio de la serie fue lanzado en diciembre de 2013.
Como dijimos antes, esta comedia animada de ciencia-ficción no parecía un producto tan osado como las luchas espaciales surrealistas de Aqua Teen Hunger Force, pero igual llamó la atención gracias a dos singularidades. En primer lugar, la avasalladora personalidad misántropa, antihumanista, pragmática hasta la crueldad y autodestructiva del científico Rick -que, en un extraño cambio de los roles habituales en la televisión estadounidense, es de ascendencia latina y se apellida Sanchez-, instalado en el garaje de la casa de su hija Beth (después de haberla abandonado durante años) y siempre listo a aprovecharse de su tímido nieto Morty para realizar sus experimentos científicos. El segundo aspecto destacado fue que, aunque la premisa fuera bastante limitada, los guiones -trabajadísimos- eran de lo más gracioso que podía encontrarse no sólo en la programación animada, sino en la televisión en general. Con estas simples virtudes y un número limitado de episodios (al igual que los ingleses, y como viene haciéndose costumbre también de este lado del Atlántico, Roiland y Harmon prefieren manejar pocos episodios y asegurarse de que todos sean buenos), Rick and Morty concluyó su primera temporada convertida en una de las series más populares de Adult Swim y demostrando en sus últimos episodios una voluntad de ampliar su expresividad a mayores alturas. Esto se logró en la segunda temporada, que acaba de finalizar en el hemisferio norte y que la ha confirmado como algo realmente especial.
Distintos tonos de negro
La temporada 2015 confirmó que, más que parodiar malignamente a Regreso al futuro, la primera intención de Rick and Morty, según afirman sus creadores, fue la de fusionar las dos creaciones televisivas de Matt Groening -Los Simpson y Futurama-, contando una historia sobre una familia disfuncional que vive aventuras propias de la ciencia ficción más salvaje. La influencia de Los Simpson es bastante débil, salvo por los dibujos relativamente simples y de color fuertemente contrastado; la serie de Groening es muchísimo más tolerante con sus personajes (y también más paternalista con ellos), y en cierta forma constituye -bajo un leve barniz crítico que se ha ido destiñendo con los años- la afirmación y celebración de un modus vivendi de la clase media, a la que en realidad sólo le critica sus despliegues de idiotez y simpleza. La familia de Rick and Morty, en cambio, no tiene nada de promedio o medianía: el patriarca Rick es, evidentemente, un genio y el hombre más inteligente del mundo (o de esta versión del mundo, denominada en la serie “dimensión C-137”), su hija Beth es una mujer de carácter y una cirujana veterinaria que, de no haber quedado embarazada a los 17, habría seguido el camino científico de su extravagante padre. Los hijos Summer y Morty (Mortimer) son jóvenes tal vez no excepcionalmente inteligentes, pero -por lo que deja entrever la serie- son buenos alumnos, y en particular la chica parece bien integrada a su entorno, mientras que Morty es más inseguro. Tan sólo su padre, Jerry, es un personaje más bien fracasado y patético, un desocupado que vive asustado de su mujer. Por supuesto que todo esto tiene matices (generalmente oscuros), pero en todo caso la familia Sanchez-Smith no tiene nada que ver con las caricaturas familiares de Springsteen o de Padre de familia.
Los parecidos con Futurama son más evidentes, tanto en lo desbocado de la fantasía como en el hecho de que los múltiples gags no arruinan las tramas aventureras de cada episodio, que no pocas veces consiguen climas de auténtica acción y suspenso. Otra similitud con la segunda serie de Groening, exacerbada en Rick and Morty, es que aunque su aproximación a la ciencia ficción es “blanda” (es decir, más próxima a la fantasía pura que a la especulación científica, con portentos tecnológicos que jamás se explican y paradojas espacio-temporales que se saltean como si nada), muchas de sus historias y referencias se basan en relatos de ciencia ficción “dura”, simplificados para el formato de comedia pero que prueban que los autores manejan un conocimiento más que aceptable tanto de los clásicos de la literatura del género del siglo XX como del cine de ciencia ficción, especialmente el de los años 70, al que le hacen constantes guiñadas sin ir a las referencias más evidentes de Star Wars y similares.
En todo caso, y con el panorama ampliado en personajes y matices, la segunda temporada parece haberse enfrascado en profundizar la negatividad presentada el primer año y llevarla a extremos rara vez vistos en términos de comedia televisiva (si descontamos los experimentos de Louie y los momentos más melancólicos de South Park), aumentando las relaciones entre los personajes y haciéndolo en direcciones poco luminosas.
Pero tal vez el gran mérito de Rick and Morty no sea tanto lo negro de su comedia, sino lo poco que se nota dicha negrura: uno puede terminar cualquier episodio con la sensación de haber visto media hora de enredos y absurdo, sin percibir la profunda negatividad casi nihilista que contiene. Rick and Morty es casi didácticamente pesimista; dos por tres hay universos que se destruyen, razas masacradas y personajes que mueren (incluyendo a los protagonistas, aunque generalmente en versiones alternativas o paralelas), y cada acto noble que se emprende -generalmente por iniciativa del idealista Morty, pero en ocasiones por parte de otro integrante de la familia, con la excepción obvia de Rick- termina en una desgracia mil veces peor que la injusticia que lo motivó. Por el contrario, los actos en apariencia más egoístas son los que suelen solucionar los problemas y confirmar los dictámenes invariablemente fatalistas de Rick.
Todo esto sería, claro está, insoportable, aun para los amantes del humor negro, si Roiland y Harmon no reservaran espacios de decencia para estos personajes exagerados, y en algunos giros casi inesperados del final de la segunda temporada descubrimos que debajo del cinismo de Rick hay, tal vez, una depresión y una culpabilidad mucho más humanas que el chiste monocorde que parecía constituir la naturaleza del personaje. En una de las conclusiones más abruptas y aparentemente desesperadas que se hayan visto desde la conclusión de El imperio contraataca, el segundo año de Rick and Morty terminó con una serie de puntos suspensivos que van a hacer muy larga la espera hasta la próxima -pero felizmente ya anunciada- temporada de la serie.
Releyendo la reseña, uno se puede preguntar legítimamente qué puede tener de gracioso una comedia cuyas características más sobresalientes no parecen tener nada de divertido, pero ése tal vez sea el misterio, no transmisible en palabras, de una de las series más hilarantes de la televisión actual. Una cualidad que tal vez sea más interesante de estudiar en su audiencia que en la serie en sí.