La Universidad de Texas pagó 2,2 millones de dólares para hacerse del archivo personal de Gabriel García Márquez, que será expuesto, para consulta, en el centro Harry Ransom del campus de Austin. Si bien ese centro es una referencia mundial de las humanidades, éste es su primer archivo realmente importante de las letras latinoamericanas (entre otros, tiene los archivos personales de Norman Mailer, James Joyce, Arthur Miller y David Mamet, los papeles privados de Don DeLillo, y el archivo de JM Coetzee). La compra de este acervo fue cuestionada por varios escritores, extrañados por su destino, e incluso generó cierto recelo en Colombia, sobre todo cuando el hijo de Gabo, Rodrigo García, señaló que “el gobierno colombiano nunca se hizo presente ni hizo ninguna oferta”.

Ayer se cumplieron 33 años desde que García Márquez recibió el Nobel de Literatura y fue a recibirlo luciendo un liquiliqui blanco -traje típico del Caribe-, con un discurso referido a la realidad mágica, pero también trágica, que caracteriza a Latinoamérica. Para celebrar la fecha, la Universidad de Texas abrió el archivo del autor colombiano, exhibiendo a los investigadores literarios cientos de manuscritos originales y, como referencia principal, las diez versiones de En agosto nos vemos, la novela inédita que García Márquez no quiso mandar a la imprenta, además de 43 álbumes de fotos, fragmentos de sus memorias y numerosas cartas, porque él sí tuvo quien le escribiera.