-Estamos en 2015 y tu último disco con composiciones propias, hasta Temporal, fue Viajera, que es de 2007. ¿Qué hiciste todo este tiempo, al menos en el plano compositivo?

-Bueno, vos viste que de las 13 canciones de Viajera había cinco mías. Y Temas pendientes tenía dos... Puro verso tenía dos... era como una tentativa, una intención. Una señal de que tenía que darle bolilla a eso, ¿no? Pero yo tenía el sueño de que algún día pudiera grabar un disco todo de mis canciones, y sabía que no era una cosa que dependiera exclusivamente de mi voluntad: algo tenía que suceder para que aparecieran las canciones -y que aparecieran canciones con el peso como para ser incorporadas al repertorio y al disco-. Si bien el tiempo es una cosa relativa (yo estoy cada día más convencida de que pueden pasar 20 años sin que te pase nada y, de pronto, te pase de todo en dos días), en algún momento algunas piezas fueron importantes. Yo venía gestando canciones, pero no terminaba de concluir ninguna; tenía pedacitos... ideas grabadas en el celular, puntitas de hilo que no terminaba de desarrollar. Pero hace dos años conocí a Popi Spatocco, que es el productor del disco y que fue muy importante tanto para el desarrollo de las canciones como para tener confianza en ellas. Eso coincidió con un momento mío personal, con un quebranto de salud determinado y con sentir esa cosa del aquí y ahora, que la vida es lo que tenemos en este momento... Todo eso a la larga, pero particularmente en los últimos ocho meses generó un estado dentro de mí donde empezaron a aparecer las canciones. Un día, una melodía; otro día, un estribillo que hacía parir la melodía de otra, una cosa permanente, un rompecabezas de fragmentos que me había llenado el teléfono y que tenía que ordenar...

-¿Componés solamente con la voz?

-No, con la guitarra, pero trato de no condicionarme con ella, porque ya sabés para dónde va la guitarra... Entonces primero tengo la melodía y después sí le doy un armado, sabiendo igual que la armonía de esas canciones la iba a hacer Popi. Yo terminaba de componer la canción, la grababa con la guitarra y se la mandaba a él. Si Popi tenía algún comentario sobre la métrica o la estructura me lo decía; si no, seguíamos adelante y yo escribía un cifrado de lo que había tocado, para que él trabajara en esos temas.

-Me parece que igual hay una gran continuidad entre Viajera y este disco, es decir, cierto color tímbrico, el minimalismo, la opacidad general...

-Tiene mucha riqueza en cuanto a los arreglos, pero creo que también respeta mucho mi color. Eso también fue una habilidad de Popi, la de no forzar ni modificar lo que es. Pero sí potenció algunas cosas; por ejemplo, es el primer disco en el que tengo canciones en tonalidad mayor; antes no tenía ninguna. De pronto, el registro en “Brisa” y “Siembra” está más arriba de lo que generalmente canto o de como los había grabado... Yo lo escucho en su totalidad, y si me decís qué tema prefiero, no prefiero ninguno, porque siento que son muy distintos entre ellos y que muestran ese universo que yo exploré y que creo que fue bastante vasto y amplio. Es pasar de un milongón a un candombe, de una zamba a una cueca...

-Te darás cuenta de que no es un disco de tangos...

-Dicen que no. Hay dos temas que pueden considerarse tangos, pero en Viajera también tenía un vals, unos arreglos de otro estilo. De pronto, te impacta más como tanguero porque tiene “Tormenta” y “Volvió una noche”, pero “Golondrina” ya está pasado a milonga en ese disco. Nunca rechacé el tango, porque me encanta y porque siento que es mi hábitat natural, pero siempre supe que el tango convive con otras músicas que son su familia. Nunca me sentí obligada a tener un repertorio que fuera sólo de tango, ¿quién me manda a hacer eso?

-Pero Temporal, en su totalidad, está más cerca de la familia del folclore, de la música rural...

-Sí... sobre todo si ves que hay una zamba, pero también está “Confesión”, que es una cosa medio extraña, que no suena tan del interior.

-En el plano de las letras, da la impresión de ser un disco bastante confesional, pero de una confesionalidad tímida, como que las canciones parecen girar alrededor de cosas muy personales, pero nunca sin identificarlas mucho.

-Considero lo mismo; tengo personas muy allegadas que me han dicho que les parece una biografía, un libro de memorias... Pero más allá de esa cosa confesional, siento que encontré un espacio en el que soy parte de un todo, y que lo que me está pasando a mí le está pasando al otro. En el fondo, todos somos parecidos y formamos parte de la misma cosa, así que sí, de pronto hablo de algo que he vivido, pero es mi historia y al mismo tiempo es también es la de éste y la de aquél... No es sólo mi individualidad, lo que le pasa a Malena, sino que también es algo que probablemente le pase a mucha gente. A no ser cosas puntuales, como la canción de mi hijo Juan [“Siembra”]... Pero también mi mamá me decía: “A mí me encanta la canción de Juan porque, ¿vos sabés la cantidad de veces que habría querido decirte algo y no me salía más que ‘te quiero’?”. Y acá tenés esta canción que permite decirlo de otra manera, que te permite agradecer que alguien te haya elegido como madre; eso también es universal y lo puede tomar cualquier persona.

-Me estás hablando de los aspectos más luminosos, pero es también un disco muy melancólico.

-¿Es melancólico? A ver, analicemos. “Brisa” es sobre mi infancia en San José, que es algo que recuerdo como muy lindo, muy intenso, que viví y que siempre está ahí... “Siembra” también es una canción muy luminosa, “Luz” también... El recuerdo de Rosa Luna en “Perfume”, que fue una vivencia que tuve cuando ella estaba desfilando en San José, me escapé de la mano de mi madre, me acerqué a ella y me dio un beso...

-Es posible que al no saber cuál es el tema de difusión me haya parecido que el disco pivotaba alrededor de “Aquí”, que no es tan luminosa.

-Bueno, “Aquí” es la que apunta a lo que somos en el fondo, a algo que siempre se reitera, que está y está. Para mí es una canción muy pilar, y de hecho quería que fuera el tema de difusión, pero creo que la vieron demasiado “tenebrosa”, o muy pesada para usarla así.

-Siempre tuve la sensación de que dentro de la música uruguaya en general -y entre las intérpretes y compositoras en particular- has estado un poco separada, con menos tendencia a ser parte de un grupo creativo generacional. ¿Es así?

-No es que yo piense racionalmente “quiero estar separada” o “quiero desmarcarme del tango”. Estoy profundizando cada vez más en eso de “¿qué quiero?”.

-Claro, pero hay un circuito de difusión, de escena... una serie de productores comunes o de espacios en los que no parecés moverte.

-No... Capaz que no estoy enterada. Será más por ente que por otra cosa... No es así en todos los períodos de mi vida, hay veces que estoy más en la cueva y otras, como ahora, que estoy con más apertura. Me pasó con lo de ir a Europa; no quería ir a hacer una actuación puntual, auspiciada por la Embajada de Uruguay, que es divino, pero vas, conocés gente, te tomás una copa de vino y te volvés, y eso queda ahí. Quería ir a cantarle al público de los lugares a los que voy, no sólo a la colectividad uruguaya: si viene, divino, pero quería conectarme también con otra gente del lugar, que tiene otra forma de ver las cosas. Y se conectó conmigo un chico divino argentino, que tenía su orquesta en Parma y al que le gustaba mucho lo que yo hacía, y me puso a disposición su banda y su productora. En 20 días estábamos haciendo una gira en Alemania. Por eso no es desmarcarse, sino preguntarse: “¿Qué me gustaría?”. Hay que animarse. La oportunidad que tenés de subirte a un escenario no la podés desaprovechar, porque ése es tu momento.