Slavoj Žižek es tal vez el último filósofo popular de la modernidad (o el primero de la pos-posmodernidad), dedicado con fervor no sólo a retomar algunas vertientes del pensamiento lacaniano y marxista, adaptándolas a los tiempos actuales, sino también a comunicarse con lectores externos al ámbito académico sin someterlos al galimatías del posestructuralismo, lo cual ha servido para que oficie como una suerte de traductor del complejo pensamiento de Lacan.

Esta voluntad comunicativa, que lo convirtió en tal vez el más accesible de los pensadores contemporáneos (de cierta profundidad), y una nada despreciable necesidad de llamar la atención lo han llevado a ilustrar frecuentemente las ideas de sus libros recurriendo a chistes, folclóricos o no, siguiendo la corriente freudiana de encontrar en el humor la válvula de escape de lo reprimido, o simplemente hallando en el chiste una solución casi zen a esos espacios casi imposibles de pensar en sus paradojas (es fácil imaginarse a Žižek riéndose como loco del cuento de Borges que habla sobre esos espacios impensables, “El idioma analítico de John Wilkins”, que ha dado que hablar a muchos pensadores y hecho reír a muchos más). O incluso rescatar el espacio de libertad pura y rebelión que significó el chiste político para alguien formado en el ámbito represivo del “socialismo real”.

En todo caso, hay muchos chistes en los cerca de 60 libros de Žižek, y eso tal vez lo llevó (más probablemente, llevó a su editora) a recopilarlos en este volumen, que reúne más de 170 y las relaciones básicas que el filósofo plantea entre ellos y algunas de sus obsesiones. Estos desarrollos y ordenamientos son mínimos; generalmente, todo se limita a la expresión del chiste y a un par de párrafos reflexivos posteriores. A veces ni siquiera esto último, y se da por sentado que el lector entretejerá sus conexiones, pero más que nada se parte del simple hecho de que éste no es un libro planificado como tal, sino algo que se parece más a un ejercicio propuesto en alguna cátedra de estudio sobre el autor. Una monografía que no se llamaría Mis chistes, mi filosofía, sino “Los chistes presentes en la filosofía de Žižek”. Ni siquiera “la función de los chistes en la filosofía de Žižek”, porque no se hace el esfuerzo de identificar esa función, más allá de un breve epílogo reflexivo de Momus.

Con todas estas salvedades, sus incongruencias internas, sus repeticiones (el epílogo señala que casi todos los chistes parten de las mismas paradojas o falsas oposiciones) y su carácter fetichista, en definitiva completamente accesorio, se podría considerar Mis chistes, mi filosofía no sólo un libro innecesario, sino simplemente uno malo o que vende lo que no es (mucho “mis chistes” y nada de “mi filosofía”). Sin embargo, este divertimento accesorio es de alguna forma no sólo un libro muy divertido -los chistes, aunque alguno no habría desentonado en el repertorio de Jorge Corona, son por lo general muy graciosos e inteligentes, y casi siempre sobreviven a la traducción- sino también uno que, a pesar de su pereza y sus intenciones explotadoras, sí termina funcionando -en forma casi redundante, pero fascinante- como un corolario o una ilustración práctica de los temas que desvelan a Žižek.

Mis chistes, mi filosofía ilustra diversos problemas de la representación verbal, del doble pensamiento que tolera habitualmente la izquierda, de la tontería eufemística que subyace en la “corrección política”, de la levedad moral del capitalismo... es decir, de la mayoría de los temas que Žižek ha tratado in extenso en los libros de los cuales provienen sus ejemplos humorísticos, y estos ejemplos forman un resumen de obsesiones tan gracioso como coherente. Pero no es “el pensamiento de Žižek”, ni su tratado sobre el humor, o siquiera un abanico de chistes realmente estructurado. Es un complemento divertido para quienes conocen la obra de Žižek, o un libro de chistes europeos, muchos de ellos bíblicos o políticos, para alguien que quiera divertir a una reunión de gente más o menos culta. Pero no vale tenerlo como única lectura del eslovaco y suponerse conocedor de su obra y pensamiento. No: diga lo que diga la contratapa, la filosofía de Žižek no son sus chistes, es bastante más y bastante más compleja. No se hagan los cosos.