La noche del jueves no fue usual en la vida de Fernando del Paso (México, 1935): el escritor, pintor, dibujante y académico de la lengua dormía en su casa cuando lo despertó una llamada para anunciarle que había ganado el premio Cervantes, convirtiéndose así en el sexto mexicano en recibir esa distinción -considerada el Nobel de las letras hispanas-, después de Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005), José Emilio Pacheco (2009) y Elena Poniatowska (2013). Así, se vuelve a cumplir la tradición de que el galardón sea otorgado alternativamente entre Latinoamérica y España, después de que el año pasado se le entregara al español Juan Goytisolo.

Según expresó el jurado de esta edición del premio, dotado con 120.000 euros, el autor de Noticias del imperio fue elegido por su “aportación al desarrollo de la novela aunando tradición y modernidad, como hizo Cervantes en su momento. Sus novelas llenas de riesgos recrean episodios fundamentales de la historia de México, haciéndolos fundamentales”. En breves declaraciones a los medios, Del Paso explicó que en la actualidad no se encuentra trabajando en nada, ya que se recupera -desde hace dos años- de unos “infartos al cerebro de carácter isquémico, que tuvieron una larga secuela en el idioma que hablo y escribo”.

La expresión de su alegría por el reconocimiento obtenido decayó al comentar, aprovechando las múltiples llamadas de medios de comunicación, la situación política de su país. “México no avanza lo que debería; hay mucho narcotráfico, crimen organizado, extorsiones y corrupción... sobre todo corrupción”. Ya en un discurso pronunciado el año pasado, cuando recibió el premio José Emilio Pacheco, el escritor decía: “A los casi 80 años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas... ¡Qué pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!”. Se lamentaba diciendo que le dolía “hasta el alma” que su patria se desmoronara, y ahora reiteró la imagen, al afirmar: “Me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera [pendenciera], la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia”.

Del Paso, que también es ensayista, poeta y dramaturgo, vive en Guadalajara desde 1992, cuando comenzó a dirigir la Biblioteca Iberoamericana de la Universidad de esa ciudad mexicana, que también le ha otorgado un Honoris Causa. Todo comenzó cuando leyó el libro de poemas El rayo que no cesa, del español Miguel Hernández, y a fines de la década del 50 se decidió a escribir Sonetos de lo diario. Su segundo gran paso sería en 1966, cuando publicó su primera novela, José Trigo -por la que se quedó con el premio Villaurrutia-, centrada en la vida de un disidente ferroviario. Según contó mucho después, la idea surgió cuando vio a un hombre alto y delgado caminando por las vías abandonas de un tren, cargando con un pequeño ataúd. “Es una novela de ambiciones desmesuradas y de una extrema complejidad, donde el lenguaje es el auténtico protagonista -admitía el autor-. Quise contar el movimiento de los ferrocarrileros que hubo en México en los 50. Vivían en los furgones abandonados. Desde el punto de vista plástico, aquello era hermoso. Terrible desde el punto de vista social. Me diagnosticaron por entonces, no había cumplido 30 años, un cáncer. Creía que iba a ser mi único libro y quise meterlo todo”. Muchos consideran que en aquella obra, en la que se explora la época de la revolución mexicana, se encuentra el cimiento de una narrativa que se dedicaría a desarrollar desde entonces, marcada por el humor y los ambientes populares, con especial atención al trasfondo histórico y un cuidadoso trabajo en el lenguaje y la forma.

La cola del boom

Del Paso forma parte de una gran generación de escritores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX que corrió los límites de la literatura en español. O, como él mismo dice, fue “parte de la cola del boom”. Ya son varios los críticos que han situado a su estilo narrativo en un extraño cruce entre William Faulkner y Juan Rulfo, y entre James Joyce y Lewis Carroll.

El propio escritor definió esas coordenadas diciendo: “He sido un equilibrista que se mueve en la cuerda floja entre la imaginación y el rigor histórico. La historia es el andamiaje de mis novelas, lo que me permite lanzarme a contar muchas cosas”.

Vivió dos años en Estados Unidos -como participante en el International Writing Program de la Universidad de Iowa-, 14 en Londres -como colaborador de la British Broadcasting Corporation, más conocida como BBC- y ocho en París, donde trabajó como consejero cultural y cónsul general de México. En otra de sus emblemáticas novelas, Palinuro de México (1977, premiada con el Rómulo Gallegos en 1982), desarrolla un collage de historias a partir de las andanzas de Palinuro, un joven estudiante de medicina que vive en una pensión con su prima y entabla con ella una relación amorosa. Sin embargo, muchos coinciden en que su obra maestra llegó diez años después de aquella novela, con Noticias del Imperio, en la que cuenta la trágica, bella y surrealista historia del emperador Maximiliano y su esposa Carlota, quienes estaban convencidos de que, al arribar a México, serían recibidos con los mayores honores. Pero la historia no siempre se corresponde con las fantasías personales: el Segundo Imperio Mexicano fue fugaz, Maximiliano terminó fusilado en Querétaro en 1867, y Carlota, que se volvió loca poco después pero manejó una enorme fortuna, falleció en 1927. Esta obra tuvo una reconocida influencia en trabajos de generaciones posteriores, sobre todo en escritores cubanos como Leonardo Padura y en su libro La novela de mi vida.

El incansable Del Paso también escribió una novela policial, Linda 67. Historia de un crimen; varias obras de teatro, entre ellas La loca de Miramar (1988), Palinuro en la escalera (1992) y La muerte se va a Granada (1998), sobre Federico García Lorca; publicó un libro de relatos, Cuentos dispersos (1999), y un cuarteto de ensayos, entre los que se encuentran El coloquio de invierno, escrito junto a Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez (1992), y _Viaje alrededor de El Quijote (2004).

Está entre los escritores más leídos y premiados de México, y celebra que la literatura contemporánea de su país “se haya desinhibido” luego de pasar mucho tiempo “encorsetada”. Su obra maneja con lucidez la tradición y la historia de su país, y a la vez entabla una relación fecunda entre esas referencias y la creación literaria. En este sentido, los investigadores Stella T Clark y Alfonso González, de la California State University, han afirmado que “Noticias del Imperio no sólo cuestiona y subvierte la historia como repositorio de la verdad, sino que prueba que los procedimientos de la escritura de la novela y los de la historia son los mismos. Del Paso, así, hace al lector volver la vista del reportaje, el testimonio y la documentación hacia la duda y el cuestionamiento, que son elementos básicos de la novela historiográfica posmoderna”.