2015 fue un año difícil para el cine uruguayo. A los reclamos por la actualización del Fondo de Fomento Audiovisual en función del IPC (que felizmente lograron parte de su cometido) se agregaron el retiro de financiación en publicidad de organismos estatales, una nueva agudización de la crisis económica de Cinemateca (apañada temporalmente) y -quizá lo más preocupante- un notorio descenso en la cantidad de rodajes de películas.
Con muchas o pocas, los premios de la Asociación de Críticos Cinematográficos del Uruguay (ACCU) se han mantenido entre los principales por fuera de la dinámica festivalera para obras autóctonas. Un poco por los problemas antedichos, la lista de films en competencia fue sensiblemente más pobre que las de otros años, no sólo por la menor cantidad (en especial de obras de ficción), sino también porque los de 2015 no se destacaron por movilizar público o debate crítico.
En la categoría Mejor ficción uruguaya, la ganadora fue Una noche sin luna, de Germán Tejeira, que compitió con El apóstata, de Federico Veiroj, y con El 5 de Talleres, de Adrián Garza Biniez. Tres obras pequeñas, por razones diferentes. El 5... brilla en la ametralladora naturalidad de los diálogos entre Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg (que ganó el premio a la mejor actriz), y Una noche... sabe llevar un ordenado tranco dentro de los requerimientos del cine melifluo y costumbrista. Ambas presentan pequeños y agradables microcosmos en los que el espectador puede flotar plácidamente, y están realizadas con efectividad y sobriedad. El apóstata es quizá la más jugada en terrenos cinematográficos de las tres, puliendo la capacidad de Veiroj para montar escenas y jugar con la minifusión de géneros y técnicas cinematográficas (cabe señalar que su premio a Mejor sonido fue bien merecido, sobre todo en lo que refiere a edición de sonido, ya que logra interesantes juegos de superposición de imágenes y audio). Con una trama que bebía de fuentes buñuelescas, lo que hacía a El apóstata una película pequeña era la historia apenas esbozada del propio proceso de apostasía, un fino tronco alrededor del que se iban ornamentando pequeños momentos y escenas interesantes.
Quizá la marca más autoral en lo técnico se haya reflejado en la curiosa doble premiación, en la categoría Mejor director, de Veiroj y Aldo Garay -por el documental El hombre nuevo-, que obtuvieron la misma cantidad de votos (Biniez completaba la terna). Los dos vienen trabajando en obras con guiños temáticos y estéticos que se desarrollan o reformulan. Cabe mencionar lo extraño de que no fuera nominado Tejeira, más allá de las bizantinas discusiones sobre si elegir el mejor film no lleva sobreentendido que su director fue también el mejor (quien firma no suscribe en absoluto esa posición).
En las votaciones emergen algunos caprichos de los números. El premio a Mejor documental internacional fue a manos de Garay, quien perdió en el rubro Mejor documental uruguayo con Tus padres volverán, de Pablo Martínez Pessi. Hay muchas interpretaciones posibles, y tal vez la más acertada sea que, con pocas exhibiciones de documentales en Uruguay, El hombre nuevo pudo ser considerado mejor por los entusiastas del documental de pura cepa, mientras que Tus padres volverán tuvo un atractivo para un público algo mayor por motivos extracinematográficos (y por eso, posiblemente, el primero triunfó en la categoría internacional y el segundo en la uruguaya).
Los rubros técnicos fueron mucho más repartidos que en ediciones previas y se los llevaron films ajenos a las principales categorías. Thomas Mauch (director de fotografía de míticos films como Fitzcarraldo) obtuvo un merecedísimo galardón por las imágenes lúgubres y tremendamente calibradas de Los enemigos del dolor (de Arauco Hernández), y Dios local (de Federico Capra) ganó su única nominación y premiación en Mejor dirección de arte. En Mejor montaje hubo un curioso énfasis de la votación de la crítica por el estilo experimental y lleno de saltos temporales de El hombre nuevo (Federico La Rosa). En opinión de quien escribe, posiblemente haya sido una de las ediciones más justas en estos rubros.
En Mejor film internacional ganó Dos días, una noche, de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Entre los diez nominados estaban la rusa Leviatán, de Andrey Zvyagintsev; la turca Sueño de invierno, de Nuri Bilge Ceylan; y la polaca Ida, de Pawel Pawlikowski. Hubo relativo equilibrio entre las películas anglosajonas (Birdman, Whiplash, Mad Max e Intensa-mente) y las de otros orígenes, y la distribuidora BuenCine (comúnmente alejada de las grandes salas de shoppings) fue la que más films tuvo entre los diez más votados.
El santo decálogo
También hubo una votación de las diez mejores películas uruguayas de la historia entre los integrantes de la ACCU. Aún es temprano para emitir ese tipo de opinión sobre un cine que, si bien empezó en los años 20, no llegó a consolidarse como incipiente industria (o al menos artesanato) hasta entrado este milenio, pero la lista quedó así, del primero al décimo: Whisky (con 199 puntos), 25 watts y Mal día para pescar (99), El baño del papa (66), Anina (64), La vida útil (51), Mr. Kaplan (37), El dirigible (36), El círculo y La demora (34). Quedaron afuera Una forma de bailar (20 puntos), Carlos. Cine-Retrato de un caminante (21), Viaje hacia el mar (27) e Hiroshima (33, al borde de entrar).
Las elegidas parten del mojón internacional que plantó 25 watts y consolidó Whisky, con la única excepción de la siempre discutida El dirigible (1994), suerte de arranque de una generación que no llegó a consolidarse. Otro aspecto interesante es que la votación no se acompasó con la taquilla: En la puta vida sólo obtuvo un punto, y El viñedo, dos; estos films, llenos de excesos e irregularidades, captaron en su momento parte importante de su público “por ser uruguayos”, algo que en la actualidad juega casi en el sentido opuesto.
Las interpretaciones posibles son múltiples y escapan al tamaño de esta nota, pero parece seguro que el cine seguirá y vendrán nuevas listas.