El disco Tropicalgia (2014) fue la bocanada de aire fresco con la que debutó la Orquesta SubTropical: una exhibición de plena y candombe de pura cepa. Diego Azar, que dirige la batuta -además de cantar, tocar el tiple y la guitarra-, ensaya con ese grupo para su último toque del año, que será hoy a la medianoche en La Conjura, con entrada gratuita, y termina otro disco de SantoAzar -proyecto que lleva adelante junto con Santiago Lorenzo-, que, según explica, sigue la línea de No (2011) y de Almohadones (2008), su primer álbum como solista. Entre instrumentos, más instrumentos y un gato que amenazaba la integridad del grabador, el músico recibió a la diaria para conversar sobre una cantidad de temas que parecían dispararse haciendo honor a su apellido.

-La Orquesta SubTropical surgió en 2009, en un toque de Almohadones en la [sala] Zavala Muniz. El disco lo tocamos básicamente en teatros, pero yo no vengo de ahí; no estaba cómodo tocando sólo en teatros. Y tampoco me gustaba mucho algo que había generado Almohadones: una cosa como intelectual, que me parecía que no tenía que ver con ese disco ni con el espíritu de nada de lo que hice en mi vida. Entonces, le dije a esta gente de armar una banda de plenas y tocar en las whiskerías, que tienen uno de los públicos tradicionales de la plena. La plena en Uruguay siempre la relacioné con Barrio Sur, por eso la elección del género fue natural: convivo con eso desde 1993. De hecho, la plena que se toca acá viene del candombe. Ése es el chiste de Tropicalgia: tiene exclusivamente plenas o candombes. Lo que pasa es que después agarraron el nombre “subtropical” e hicieron cualquier cosa con eso. Yo no tengo nada que ver. Esto es otra cosa, que viene de otro lugar.

Nunca tuve prejuicios con la música. En Suecia -soy casi sueco- me crié con el punk: The Clash, The Damned y todas esas cosas. Y también con el metal: con el AC/DC de Bon Scott. Vine a Uruguay y acá estaba el punk posdictadura, que me causó un poco de gracia: uruguayos tocando punk era muy raro, al menos para mí; un tipo cantando en español algo que siempre había escuchado en inglés. Es difícil darse cuenta de eso desde adentro, para las generaciones de ahora, que se criaron con todo ese imperialismo cultural, pero viniendo de afuera era muy obvio.

La mayoría de lo que se llama rock uruguayo suena artificial para alguien que escuchó rock seriamente. Si escuchaste a Jimi Hendrix, Jeff Beck, todo el punk, Led Zeppelin, The Beatles, The Animals, etcétera, el rock uruguayo... Hay una cosa que hay que entender: ¿por qué vas a decir que es uruguayo? Si le ponés esa etiqueta, tiene que tener alguna singularidad, más allá del idioma. Recién de grande pude aceptar el rock argentino, porque al principio me parecían unos tipos copiando a The Beatles. Nunca tuve esa sensación cuando escuché a [Ruben] Rada, [Eduardo] Mateo, Jaime [Roos] o [Leo] Maslíah. Eso lo entendí de muy chico, siendo sueco. Pero no fue la actitud que tuvieron muchos hijos de exiliados, de que acá era todo una porquería y que había que imponer lo que traían de allá. De hecho, todos los pensamientos dominantes en Uruguay en cuanto al arte del siglo XXI vienen de esos hijos de exiliados. Incluso gente que cree estar en contra de ellos no lo está.

-Desarrollá más esa idea.

-A la mayoría de los que putean a determinado artista les preguntás qué hacen, te lo muestran, y están corridos apenas dos grados de ese artista. Es lo mismo desde un punto de vista universal. Si llevo “Brindis por Pierrot” a Japón, es una obra de arte auténtica; si llevo “Career Opportunities”, de The Clash, a Congo, es una obra auténtica. Eso es la universalidad del arte.

Fijate cómo funcionaron las radios toda la vida: un tipo dice “paso esto y no paso lo otro”; bueno, con eso estás decidiendo la cultura de tu país. “No, pero es porque me gusta más”; analizá por qué te gusta esto y no lo otro. Puede haber tres actitudes ante la música: entendés el lenguaje y te gusta; no te gusta porque entendés el lenguaje pero no te interesa, porque es un curro o no tiene energía o yo qué sé; o no la entendés. Requiere una gran humildad que, en vez de escuchar música que te haga acordar a cosas tuyas, te puedas sumergir en algo que no sos vos. A mi entender es una actitud de vida en general, en el amor, en la amistad, en todo. Y contra lo que cree la posmodernidad tonta uruguaya, el ego mata al arte. El ego es un tipo que cree que lo que está haciendo ya está bien de primera. Lo que le falta al rock uruguayo es que no es uruguayo. Jaime es rock uruguayo, Rada es rock uruguayo.

Cuando conocí la murga y el candombe, me olvidé del sueco. Empecé a curtir toda la cultura de acá, sentía que esa música era de verdad. La música para mí tiene que tener tierra, mugre; no me interesan el pop lavado ni las canciones intelectuales de tipos que dicen cosas profundas en sus letras, pero en la música no tienen absolutamente nada que aportar.

Lemmy, de Motörhead, que es muy inteligente, dice que The Beatles fue la primera banda inglesa que en vez de copiar a los yanquis mostró que podía haber una forma inglesa de sentir, y que no tenían que tener vergüenza por eso. Para mí eso acá lo hizo Jaime Roos. “Durazno y Convención” es rock uruguayo, pero él no precisa esa etiqueta. Mateo tampoco la precisaba. O podés hacer chistes rockeros, como hace Rada; eso es bien uruguayo, de carnaval. ¿Por qué se precisa tanto la etiqueta “rock” y se le da tanto prestigio? Y te lo pregunta un tipo que se va a morir escuchando rock.

-¿Sentís que hubo prejuicios porque tocaras plena?

-Sí. Una vez un loco escribió en Faceshit o alguna cosa de ésas: “El nene mimado de la crítica intelectual haciendo esta mierda”. Un tipo que dice eso tampoco entiende Almohadones, no entiende lo que tiene que entender. Otro de los problemas actuales: hay gente que escucha cierta música por el lugar de la sociedad en donde eso lo ubica, no porque le guste. Escuchan sin entender.

-¿Qué sería “entender” la música?

-Que te llegue al alma, que te provoque eso que tiene que provocar. No lo puedo explicar.

-Pero eso no sería racional, y la palabra “entender” implica una actividad racional.

-Sí, es verdad. Lo que pasa es que, de la misma manera en que hay muchos pensamientos, hay muchas formas de comprensión.

-Capaz que a algunos les llega al “alma” de una manera, y a otros, de otra.

-Eso es algo bastante interesante y lo he hablado con músicos amigos. Por ejemplo, en The Beatles hay determinados puentes en los que un tema explota: si vos se los mostrás a músicos con oreja, que tocan bien, van para ahí. Fijate qué ególatra, qué poco humilde que es la idea de que cada uno entiende a su manera. Es lo contrario a arrojarte en lo otro, en lo que no sos vos. Escuchar es un ensayo de la sensibilidad, que necesariamente va a llevar a un ensayo del pensamiento. Por eso al sistema no le conviene. ¿Te cabe alguna duda de por qué se le da para arriba a una cosa y no a otra? Porque el gobierno del Frente [Amplio], culturalmente hablando, no es de izquierda, en lo más mínimo; eso ya lo sabe cualquiera.

-¿Por qué no es de izquierda?

-No tienen políticas culturales. Las cosas que apoyan van para lo que les van a dar votos o lo que sostiene su discurso seudocultural, que es una forma de cultura utilitaria. Y la cultura no puede ser utilitaria, menos hoy.

-¿Cómo deberían ser las políticas culturales?

-Hacé realmente un relevamiento de lo que es artísticamente interesante en la época que estás viviendo, y empezá a hacer las cosas en función de eso. Si tenés todo puesto en la idea de que “esto es para vos, y para el otro no”, lo sacás del análisis profundo de tipos que sepan y lo dejás en el terreno del ombligo, tenés todo el terreno para los amiguismos, las corruptelas, etcétera.

-Pero es subjetivo, según quién elija...

-No es subjetivo. Dentro del arte hay objetividades posibles; no todo, pero hay un gran terreno que es objetivo. Ese terreno se elude diciendo que todo es subjetivo. Mentira, no lo es; no seamos caraduras. Así no aprendés nunca. Si creés que sabés y le decís a Gustavo Oviedo “ésta es mi forma de tocar el tambor piano”... No, loco, estás faltándole el respeto. Le estás afanando una cosa a un tipo que es una bestia, el uno, en vez de aprender; porque aprender no es copiar. Si respetás la obra de alguien, no copiás. ¿Voy a negar que Eduardo Mateo vino antes que yo en el mismo país? ¿Voy a ignorar su existencia? ¿Quién me creo que soy? Bueno, ésa es la actitud que tuvieron muchos hijos de exiliados, y generó lo que hoy se vive en Uruguay, en todas las artes. Está institucionalizado ese pensamiento: “Bueno, cada uno...”. Hoy en la sociedad hay un montón de envases que lo que quieren es fama, opinar en las redes sociales y ser escuchados. Yo me dedico a tocar.

-Las redes sociales generan la idea de que prácticamente es una obligación opinar de todo.

-A mí me tienen las pelotas por el piso con el tema de la cumbia de hoy, y no sé ni qué es. “¿Pero no estás al tanto de...?”. No tengo tiempo, loco, no me interesa tener una opinión sobre eso, y antes que nada dudo de mí, tengo una gran duda sobre mis capacidades; trato de buscar y ser consciente de mis limitaciones. ¿Voy a estar pendiente de tener opinión sobre todo lo que sucede? ¿Leíste el libro aquél de charlas entre [Ernesto] Sábato y [Jorge Luis] Borges? Hay una parte en la que uno habla de los diarios y dice “qué cantidad de papel, todos los días...”, “decime una noticia útil”. Y creo que es Borges que contesta “Colón descubrió América”; y Sábato replica: “Está bien, ahí tenemos una en 500 años”.

-Me quedé pensando en el tipo de la radio que decide la cultura del país con su selección musical: ¿cuál creés que sería la forma de escapar de eso? ¿Enseñar una amplia variedad de géneros en la educación formal?

-La solución es inculcar la humildad ante cosas que hace mucho tiempo que ocurren. Cuando era guacho y tocaba si me invitaban, por ejemplo, a lo de Gustavo Oviedo, iba de cabeza a conocer al tipo y ver cómo tocaba. Hoy hay una sobreestimación de los datos que da internet. Creer que eso es la música... No alcanza con escuchar en internet, no es lo mismo. ¿Y la parte vivencial? ¿Y la tierra? Ahí ves por qué se tocan cosas lavadas. Lo otro entra por otro lugar. “Che, ¿cuál es...?”, “Nada, acá; mirá, está medio entreabierta la puerta”. Ta, silencio... Es por ahí que entra. Ese supuesto divague empezó a ser mal visto por gente que no se ensuciaba con eso y era “profesional”. Se perdió, y la música uruguaya venía de ahí. Rada viene de ahí, hasta [Daniel] Viglietti viene de ahí. ¿Entonces? ¿Qué hacemos? ¿Cómo transferís eso en la educación formal? Yo soy anarquista, creo que cada uno puede hacer las cosas que le parece que están bien; no se las podés imponer a otro. Si alguien no quiere aprender algo, no lo va aprender.

-¿Anarquista del palo de Mijaíl Bakunin?

-En el sentido del ejemplo, puede ser de Bakunin. Hay otra parte del anarquismo, de Herbert Read: para el tipo la utopía era una sociedad de creadores. Hay gente que hoy lo cita para decir que todo el mundo hace algo; pero él planteaba una sociedad de tipos que generaran autocrítica, exigencia de vida y de conducta para crear. ¿Cómo enseñás eso? No sé, no tengo ni idea. De repente, difundiendo y apoyando las cosas más artísticas de tu época. Va a venir alguien y te va a decir: “¿Vos decidís qué son las cosas más artísticas?”. No, pero hay herramientas para decidirlo. La idea que de que “todo es lo mismo” es mentira, y es lo que está haciendo mierda todo.