Sólo escribió 87 poemas. Aun así, muchos han reconocido que los versos de Jaime Gil de Biedma son los de un poeta necesario. Este catalán, uno de los protagonistas más destacados de la generación de los 50, publicó en 1953 su primer volumen, Según sentencia del tiempo, y seis años después apareció Compañeros de viaje, que aún respondía a coordenadas generales de la poesía social. A partir de ese libro, su obra se trasladó a un proceso creativo más individual, como en A favor de Venus (1965); Modalidades (1966), considerada unánimemente como lo mejor de su obra; y Diario de un artista seriamente enfermo, publicado en 1974, una recopilación de memorias íntimas que, en verdad, era una versión autocensurada -sobre todo en los aspectos homosexuales- del Retrato del artista que había escrito en 1956, cuando padecía una grave enfermedad.

De este diario, Gil de Biedma dejó una edición preparada antes de morir -a la que anexó textos mucho más personales-, que fue publicada póstumamente en 1991. Ahora, cuando se cumplen 25 años de su muerte, la editorial Lumen publica Diarios de Jaime Gil de Biedma. 1956-1985, en una nueva ampliación de sus ya conocidas anotaciones, que se completan con los inéditos “Diario de moralidades”, “Diario de 1978” y “Diario de 1985”, textos ocultos que Gil de Biedma dejó al cuidado de su agente, Carmen Barcells. Los registros que van de 1959 a 1965 corresponden a sus años más productivos y, según han apreciado varios críticos, incluyen un material complementario fundamental para entender su obra poética.

En un célebre poema, el autor de Las personas del verbo reclamaba que España expulsara a sus demonios, para que, por fin, fuera “el hombre el dueño de su historia”. Su país sigue peleando en el intento, pero Gil de Biedma ya lo había logrado, incluso antes de morir, convertido en un poeta realista, que logró imaginar al escritor en que se quería convertir y producir una obra que confirmara su existencia.