Ayer, por iniciativa del diputado Daniel Caggiani, la Cámara de Representantes homenajeó la trayectoria y la figura del cantautor Daniel Viglietti. Flanqueados por una bandera mexicana, en las barras se podía ver a músicos conocidos como Rubén Olivera, Mauricio Ubal, Washington Carrasco y Cristina Fernández, junto a otros nombres como Henry Engler, el musicólogo Coriún Aharonián y la dirigente histórica de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas Chela Fontora.
Con pocas butacas ocupadas en los sectores de blancos y colorados, varios recordaron el rol y el lugar que Viglietti ha desempeñado en el transcurso de tantos años, y se detuvieron en su papel fundamental en la llamada canción de protesta de los años 60, 70 y 80. Caggiani lo definió como el cantor del pueblo y uno de los mayores exponentes de la música latinoamericana.
También recordó cuando cayó preso, en 1972, momento en que pocos podían imaginar que cientos de jóvenes reclamarían su libertad, a los que se sumó la denuncia de intelectuales esenciales como Jean-Paul Sartre, Oscar Niemeyer y Julio Cortázar.
El homenaje incluyó la proyección de un audiovisual en el que varios compañeros suyos contaron anécdotas y vivencias compartidas. Aharonián destacó la ética y la poética de Viglietti, y reconoció que el músico ha tenido un gran compromiso no sólo con distintas situaciones, sino también con la autoexigencia al encarar las creaciones destinadas al pueblo, lo que lo convirtió en un punto de partida muy importante para la identidad creadora e interpretativa.
Pudiendo ser concertista, Viglietti se decidió por el camino de la canción popular. Con su pluma se convirtió en uno de los mejores letristas del cancionero popular, y con su guitarra americana enseñó que peleando se aprende a cantar.
-¿Muchas emociones?
-Sí, la palabra es ésa. La verdad es que estoy emocionado por recibir este abrazo colectivo. Creo que, en definitiva, yo debería hacer mucho más trabajo, mucho más obra, mucho más radio y televisión, mucho más de todo para merecerlo, pero lo recibo. Me gusta la palabra “reconocimiento”, pero también la palabra “abrazo”, porque pertenece a la memoria de mucha gente, en la cual nuestra canción -de alguna manera- fue una llamita que alumbró, que sirvió para abrir caminos de pensamientos, de inquietudes. La canción trabaja, justamente, con la emoción, que tal vez sea la palabra más reiterada en este breve encuentro. Todo eso lo he recibido de la gente, de la experiencia de las luchas, y de las luchas profundamente humanas de nuestra gente, no sólo en Uruguay sino en toda América Latina y en todo el continente. Estamos en un vaivén, entre lo que va y lo que viene. Y esta vez vino hacia mí.
Uno no es el mar ni nada por el estilo, pero viene el reflujo y después tengo que dar respuesta a todo eso. Por eso es que estos abrazos también son un desafío. Y por eso emocionan, pero también por eso se sienten como un reclamo, como un llamado. Yo utilizo mucho el verbo “remar”; será por mi amor a los ríos, y puedo estar acostumbrado, como nuestros pueblos, a remar tantas veces contra la corriente. Pero bueno, es necesario seguir remando con el trabajo cultural, con ese trabajo que es una semilla. No le quiero dar una enorme trascendencia, pero tampoco lo minimizo.
Creo que la cultura, la contribución de la canción y de lo que uno trata de hacer, es una semilla. Todos sabemos que una semilla puede volverse un árbol colectivo, puede dar muchos frutos. La obra de gente como [Mario] Benedetti, la obra de gente como [Eduardo] Galeano, la obra de tantas voces compañeras de camino nos han demostrado eso de los frutos. Y yo trato de seguir siendo fiel a esas memorias, a esos ejemplos. Cuando digo nombres de intelectuales o de escritores no estoy olvidando a los luchadores anónimos, algunos más y otros menos conocidos a través de listas, de mártires, de desaparecidos. Todos son una especie de sujeto colectivo que impulsa a seguir. Me siento muy emocionado, y con una deuda interna que intenta responder a esto. Espero poder seguir haciéndolo mientras el cuerpo aguante. Uno no sabe qué hacer allí. Porque uno quiere responder y debe aplaudir muy sobriamente, pero si terminé haciendo un gesto de las dos manos sobre la guitarra, creo que está claro el símbolo. Vamos a seguir manos a la obra, manos a la guitarra, manos a la canción, manos a la cultura.
-¿Qué piensa de este tipo de reconocimientos? Hace unos años nombraron Ciudadano Ilustre a Coriún Aharonián.
-Ese reconocimiento a Coriún fue más que merecido. Hoy pensé mucho en toda la gente que merecería esto, pero bueno, es un ejercicio tentativo y complejo. Pero en un caso como el de Coriún Aharonián fue muy justo lo que se le ha dado. Gente que estaba hoy aquí, como es el caso de Henry Engler, en su campo, por ejemplo, u otros músicos. Pienso que las respuestas son más que necesarias en el caso de músicos como un Rubén Olivera, un Mauricio Ubal, gente de mi generación que hoy también estaba presente, como Washington Carrasco, Cristina Fernández. También estaba el bajista Popo Romano. Es más que merecido que las respuestas lleguen a estos otros músicos más jóvenes. Yo siempre digo en broma que estoy rodeado de jóvenes, porque ahora son todos jóvenes.
-¿Está pensando en sacar otro disco de estudio?
-Estoy estudiando qué tipo de disco saco, qué trabajo hago. Por eso es que no he dado entrevistas extensas, estoy en una pausa hasta que organice un recital, seguramente en algún teatro, como lo he hecho habitualmente, pero todo esto pasa para el año que viene. Mientras tanto sigo haciendo el trabajo de taller en casa, que es constante, junto a las tareas de Tímpano, con el que ya llevamos más de mil programas, y también de la televisión. Hoy [por ayer] a las 21.00 se estrena [en Tevé Ciudad] un adelanto del ciclo 2016 de Párpado, en el que participa [Joan Manuel] Serrat, que estuvo hablando conmigo hace poco tiempo. Eso servirá como anuncio de lo que saldrá en 2016. Entre tanto, yo sigo cantando en eventos solidarios. Ahora estuve en Fray Bentos cantando en homenaje a la memoria de Vladimir Roslik, asesinado en la tortura en 1984. Di un recital en el teatro Young, que es el teatro en el que era gerente mi abuelo Alberto Pedro Indart -por él existe el parque Indart de Fray Bentos-. Ese fue un encuentro muy intenso, tanto por el homenaje a Roslik como, a otro nivel, por el recuerdo familiar.
-¿Tiene algún balance del proceso de la música popular uruguaya que se generó con usted, Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa y el Sabalero, en los 60?
-Sí, y tantos otros... Creo que cada uno en su estilo estábamos haciendo cosas, y sin darnos cuenta, era un trabajo coral. Nos han clasificado como solistas, pero después la vida nos ha demostrado que cantábamos a coro sin saberlo, con ideas afines, sentimientos próximos. Cada uno desde su estética, desde su posición en la vida, en la sociedad. Todos amantes de la libertad en el sentido más profundo y menos manoseado del término; me gustaría decir libertarios, para ser más claros. Y varios de nosotros éramos bastante orejanos. Creo que ha venido otra generación, y que viene arrancando. Cuando nombro a los Olivera, a los Ubal, a los Fernando Cabrera, ya aparecen otras figuras posteriores que también han irrumpido en la canción. Como es el caso de la estética de Rumbo, los ecos de Los que Iban Cantando, lo que a mí me gustó llamar “Generación Lazaroff”, por el Choncho. Más acá hay una emergencia de figuras solistas como Laura Canoura y otras mujeres que cantan, como Rossana Taddei, Ana Prada. Y hombres cantando, como los Drexler, con varias ramas. Y aparecen otras figuras posteriores que también han irrumpido en la canción, como Malena Muyala, Diego Kuropatwa, Samantha Navarro, entre otros. El árbol de la canción de la música popular se sigue renovando, y eso me parece excelente. La canción no se ha silenciado, sigue adelante, y la música sigue activa. Hay mucha gente haciendo música, y esto también es parte de la emoción de estar vivo y ser testigo.
-¿Cómo evalúa las políticas culturales del Frente Amplio?
--El Frente ha estado siempre pendiente de la cultura. Ahora comienza otra etapa y a cierta continuidad, se espera que se agregue más profundización en el concepto de cultura. En ese terreno no puedo trabajar desde el punto de vista organizativo, y por eso soy parco en lo que digo. Pero me gustaría mucho que se apoyara, profundamente, el fenómeno de los jóvenes creadores. Y que la música deje de ser la hermanita pobre de la cultura, como alguna vez lo he dicho. Que deje de ser la hermanita pobre de la literatura o de otras artes y pase a ocupar un espacio que ha ido retomando en estos últimos años. Pero pienso que eso se debe ahondar. Es muy importante que en la cultura estén personas idóneas y gente que venga de ese árbol. Esto está inseparablemente unido al tema de la educación, que hay que seguir defendiendo, para que los apoyos que se han planteado sean respetados, y, si es necesario, que sean ampliados. Porque la educación es -de alguna manera- la madre de todos los pensamientos, las conductas culturales y hasta del ejercicio de la justicia de este país. La educación es una matriz que requiere apoyos, y los reclamos no están para nada fuera de la realidad. El pueblo debe cultivar muchísimo el tema educacional para poder seguir el camino. Hoy estaba presente el maestro Miguel Soler, todo un símbolo en este tema.
-¿Cómo ve el retroceso o algunos golpes que ha vivido la propuesta de integración latinoamericana?
-Es duro. Son temblores de tierra, temblores de historia, sacudones; pero hay que seguir creyendo en la posibilidad de cambio. La historia y los mapas se van moviendo. En realidad, son ciertas ideas que se mueven muy rápido aunque parezcan fijas, y generan diferentes posibilidades de progresismos, como hay en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia, en Brasil, y hasta ahora lo había en Argentina. Con matices diferentes, con aciertos que incluyen desaciertos, porque toda acción incluye cierto desacierto, pero que incluyen la propuesta hacia una vida más justa, más igualitaria. Y no un retorno que signifique que se restaure lo reaccionario, lo conservador, lo terrateniente y, ya la última palabra la digo con mucha preocupación, lo militarista reaccionario. Yo soy hijo de un militar que fue fundador del Frente Amplio, pero son contadísimas excepciones, y el tema de la impunidad ha sido una preocupación central y lo sigue siendo. Creo que hay que seguir adelante con la investigación de los crímenes de la dictadura. Creo que se han dado algunos pasos pero son insuficientes. Hay que profundizar en ese camino, hay que seguir defendiendo todo este trabajo notable de perseverancia que han hecho los familiares, que son los principales gestores de lo que ha empezado a hacerse. Todos somos conscientes de que hay que ir más adelante. También en ese sentido hay que redoblar los esfuerzos. Que el verbo “redoblar”, que viene de la canción tan querida, no sea aplicable sólo a la historia del país, sino también al rescate de esa memoria. Y que se redoblen los esfuerzos para encontrar a los responsables y que pasen por la Justicia. Porque acá nunca se ha hablado de venganza, sólo se habla de hacer justicia. Además, dentro de los parámetros de la justicia, que haya gente digna, que haya juezas y jueces dignos, y ojalá se los deje actuar como se debe. Por eso en su momento, aplaudimos, junto a Eduardo Galeano y a tantos otros, a la jueza Mariana Mota en su esfuerzo de búsqueda de la verdad.